A sus 94 años, el teólogo español José María Castillo nos regala por fin sus memorias. Probablemente nos hallemos ante el libro más personal del autor. En sus páginas podemos encontrar no solo su propuesta teológica, sino también sus vivencias más íntimas, que giran, mayoritariamente, alrededor de su experiencia con la Iglesia y la religión.
Castillo nunca ha sido un teólogo dispuesto a olvidar el eje central del Evangelio ‒el amor hacia el otro‒ para que prevalezcan los intereses de las autoridades eclesiásticas. Muy al contrario, siempre ha defendido la importancia del Evangelio ante la religión. Esta idea –fundamental en la teología de Castillo y ya desplegada en sus libros de carácter más bien teológico– adopta un carácter muy personal para el lector, sobre todo a la hora de mostrarnos su trayectoria como sacerdote jesuita.
El autor nos narra sus experiencias en la Iglesia, como párroco y también como profesor de teología en la Facultad de Teología de Granada. La vida de José María Castillo, tal y como descubrimos en el libro, no puede entenderse al margen del Evangelio, que ha sido la piedra de toque de toda su actividad intelectual, y también de su modo de vida. Nos hallamos ante un teólogo que no da la espalda al Evangelio. Más bien al contrario, intenta recuperarlo ante una Iglesia que, en muchas ocasiones, parece olvidarlo.
La vida de Castillo ‒escribe Pedro Miguel Lamet en el prólogo‒ es un «proceso de ir descubriendo al verdadero Dios contra la falsa religión en su hijo, Jesús de Nazaret, y, como en un salto continuado de obstáculos, superar los escollos que le irá poniendo la Iglesia institucional o real. Sobre el sustrato de una psicología frágil y sensible, como él mismo confiesa que es la suya, eso ha supuesto tener que afrontar muchas noches oscuras, incomprensiones, soledad e incluso tener que superar en varias ocasiones la depresión. Pero nunca ha claudicado en su lucha hasta alcanzar la libertad e incluso, en la medida que es posible en este mundo, la felicidad».
Y es que esta reivindicación de situar al Evangelio en el centro, de comprender que lo verdaderamente importante es Jesús, buscarlo, seguir fielmente sus huellas y estar al lado de los más pobres ha chocado con una Iglesia que, en muchas ocasiones, se muestra contradictoria, discriminatoria, sólo pendiente del poder. Una Iglesia que concede más importancia a la estricta obediencia de los ritos que al proyecto de vida que Jesús nos regaló: un proyecto que debe situarse al lado de los sin-rostro.
Estas incoherencias de la Iglesia, esta religión enfrentada al Evangelio es lo que José María Castillo ha intentado hacer visible, defendiendo la recuperación de Jesús como esclavo de todos, que se despojó de su rango: «Dios encarnado en Jesús, nació en un establo y vivió de tal manera que aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado (G. Theissen)».
Esta posición, como ya indiqué, condujo a ciertas disputas con la Iglesia: Castillo fue apartado de la enseñanza en la Universidad y se le retiró la venia docendi. Fue censurado y, años después abandonó los jesuitas. Sin embargo, en esta obra señala que, a pesar de todo, siempre ha mantenido el interés y la preocupación de no apartarse ni desviarse de la fe de la Iglesia.
En Memorias. Vida y pensamiento el lector podrá comprender cómo la propuesta teológica de uno de los teólogos españoles más importantes no puede comprenderse al margen de sus experiencias personales. De ahí que este libro sea tan fundamental para aquellos que tengan un especial interés en una teología que dé las claves necesarias para humanizar a la sociedad y, en consecuencia, luchar «por ‘divinizar’ nuestra existencia». Indudablemente, José María Castillo ha colaborado de forma activa en esta recuperación del Evangelio, y así nos lo hacen ver estas memorias, escritas con humildad, cuidado y sinceridad.
Sinopsis
Amigo lector, tienes entre las manos la confesión de un profeta de nuestro tiempo, y como tal de un hombre rompedor, libre, molesto para unos, providencial para otros, que a sus noventa y dos años de vida escribe sus memorias sin tapujos, con humildad y osadía, gracias a una prodigiosa mezcla de vida y pensamiento, que constituye todo un aldabonazo a nuestra sociedad y sobre todo a la Iglesia católica a partir de la centralidad del Evangelio.
Castillo afirma: “Esta Iglesia, a la que tanto debo, vive en una enorme y palpable contradicción, que consiste en que enseña (o pretende enseñar) exactamente lo contrario de lo que vive».
Aquí están finalmente sus Memorias. Él afirma al presentarlas que no se trata de una autobiografía. Así es, y no podía ser de otra forma en un hombre cuya vida se entrelaza de tal manera con su pensamiento que una no puede entenderse sin el otro, ya que cabeza y corazón están en este caso en perfecta simbiosis.
No se trata pues de una autobiografía, pero sí de alguna manera de un autorretrato.
José María Castillo Sánchez (Puebla de Don Fadrique, Granada; 1929). Teólogo de la liberación español , jesuita hasta mayo de 2007, en que abandona la Compañía de Jesús. Doctor en Teología, ha sido profesor en la Facultad de Teología de Granada, además de profesor invitado en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid y en la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» de El Salvador. Sostiene una visión crítica de la jerarquía eclesiástica. En 1988 fue castigado junto a Juan Antonio Estrada con la retirada del “placet” de la jerarquía como catedrático de Teología de la Universidad de Granada por sus opiniones sobre la naturaleza de la Iglesia.
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