En 1988 Carlo M. Cipolla escribía un breve análisis de la estupidez humana, incluido en su ensayo Allegro ma non troppo. Formado en la Sorbona y en la London School of Economics, Cipolla (1922-2000) enseñó en diversas universidades italianas hasta que, en 1959, se incorporó a la prestigiosa Universidad de Berkeley, donde permaneció hasta su retiro, en 1991.
Autor prolífico y con diversidad de intereses, fueron sus leyes fundamentales de la estupidez humana las que mayor divulgación obtuvieron, aunque no fuese su escrito más serio, formal o de mayor prestigio académico.
Comienza Cipolla señalando que, desde Darwin, sabemos que compartimos nuestro origen con las otras especies del reino animal. Especies que, desde el pequeño gusanillo hasta el enorme elefante, deben soportar sus dosis diarias de tribulaciones, temores, frustraciones, penas y adversidades. Sin embargo, sólo los seres humanos poseemos el privilegio de tener que cargar con un peso añadido, una dosis extra de tribulaciones cotidianas, provocadas por un grupo de personas que pertenecen al propio género humano.
Se trata, dice Cipolla, de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros.
Se trata, según la definición del historiador italiano, de los estúpidos, un colectivo al que dedicó un esfuerzo constructivo por investigar, conocer y, en la medida de lo posible, intentar neutralizar. No en vano, se trata de «una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana».
Para ello, Cipolla enumeró las llamadas leyes de la estupidez humana, que dicen así:
Primera ley de la estupidez humana: «Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo».
Segunda ley de la estupidez humana: «La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona».
Tercera ley de la estupidez humana (también conocida como ley de oro): «Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio».
Cuarta ley de la estupidez humana: «Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en general, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error».
Quinta ley de la estupidez humana: «La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe». Esta ley tiene un corolario que dice «el estúpido es más peligroso que el malvado».
Avisados quedáis. Allá vosotros con las amistades que frecuentáis.
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