Mar Rey BuenoEl 22 de septiembre de 2022 murió Hilary Mantel, maestra de la novela histórica, primera (y, hasta el momento, única) mujer que ha ganado por dos veces consecutivas el prestigioso Booker Prize. Tenía setenta años. Toda su vida se vio condicionada por una enfermedad terrible, invisible, que atormenta, incapacita y limita a quien la padece: la endometriosis, el crecimiento incontrolado de tejido edometrial en cualquier parte del organismo, más allá del útero.
«Nombrar una enfermedad es describir cierta condición de sufrimiento: un acto literario antes que médico. Un paciente, mucho antes de volverse sujeto de escrutinio médico, es en un principio un simple contador de historias, un narrador del sufrimiento, un viajero que ha visitado el reino de la enfermedad. Para aliviar una enfermedad, uno debe comenzar por descargar la historia.»
Hilary encontró, en la escritura, su forma de evasión. La forma de no volverse loca, de arrinconar una enfermedad que minaba su cuerpo y amenazaba su mente. Su obra más emblemática, Una reina en el estrado (2012), secuela de En la corte del lobo (2009), la obra por la que ganó, por segunda vez, el Booker Prize, la obra que hizo de ella una escritora única en su género, fue gestada en el peor brote de su endometriosis. Circunstancia que engrandece, sin lugar a dudas, a ambas: a la autora y a su obra.
“Concéntrate en lo que quieres decir y dilo de la manera más directa y vigorosa posible. Come carne. Bebe sangre (…). Levántate en las horas tranquilas de la noche, rájate las yemas de los dedos y usa la sangre como tinta. Esto te quitará el gusto por el parloteo”.
Con su trilogía sobre Thomas Cromwell se convirtió en la gran retratista de la época de los Tudor. Su interés por la novela histórica tenía un objetivo muy definido: contar la historia como ejercicio político.
“Es parte de una batalla ideológica entre la derecha y la izquierda. De ahí el miedo a proporcionar a la gente las herramientas críticas para desentrañar la versión recibida. La historia debe ser peligrosa. Debe ser siempre desestabilizadora. Debe abrirse camino, bajo la tierra, para perturbar”.
Para Mantel, el destino de los pueblos se escribía en acontecimientos cotidianos, aparentemente inocuos, pero cargados de intencionalidad, capaces de modificar la Historia con H mayúscula.
“Olvida las coronaciones, los cónclaves de cardenales, la pompa y los desfiles. Así es como cambia el mundo: la carta que se empuja sobre una mesa, un trazo de pluma que altera la fuerza de una frase, el suspiro de una mujer cuando pasa dejando en el aire un rastro de azahar o de agua de rosas; su mano cerrando la cortina del lecho, la discreta visión de piel sobre piel.”
No escribo para mis compañeros de profesión, lo hago para la otra gente, declaró Carlo Ginzburg. Creo que esta frase le viene como anillo al dedo a la forma de escribir de Hilary. Escribió Historia para la otra gente, para la inmensa mayoría de la gente que quiere saber, quiere tener elementos de juicio para fabricarse su propia opinión, más allá de panfletos adoctrinantes, más allá de narraciones superfluas, más allá de relatos infantilizados, tan propios de estos tiempos de analfabetismo funcional.
«¿Qué tipo de persona escribe ficción sobre el pasado? Es útil familiarizarse con la violencia, porque el pasado es violento. Es necesario saber que las personas que viven allí no son las mismas de ahora. Es necesario entender que los muertos son reales y tienen poder sobre los vivos. Es útil haber encontrado a los muertos de primera mano, en forma de fantasmas.»
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Guzmán Urrero
