En 1980, el guionista Yann Le Penetier y el dibujante Didier Conrad crearon para la revista Spirou una serie, Los Innombrables, en la que se daban cita la aventura y un corrosivo humor paródico. De esta colección ya hablé en otro artículo; baste decir ahora que en su primer número, Shukumei, hacía aparición un personaje femenino de gran potencial, Alix, que mantendría su presencia en los siguientes álbumes y que años después, en 2005, obtendría su propia serie, objeto del presente comentario.
Alix Yin Fu es una atractiva joven entrenada por el recién nacido servicio secreto comunista chino en las artes del espionaje. Su madre murió ante sus ojos asesinada horriblemente por los invasores japoneses en los años treinta. Esa experiencia, no es de extrañar, la arrojó en los brazos de aquellos dispuestos a luchar por la liberación de China: los comunistas. Ella, como su madre, perteneció a una sociedad secreta, las Tigresas Blancas. Las tríadas y sociedades clandestinas apoyaban por lo común a los nacionalistas del general Chang Kai Chek, pero las Tigresas Blancas, viendo que la marea política favorecía a los adversarios de aquél, decidieron cambiar de bando y poner sus recursos al servicio de los comunistas.
El primer arco narrativo, compuesto de dos álbumes, Al servicio secreto del Gran Timonel y Piel de melocotón y Corbata de seda (reunidos en España por Editorial Dibbuks en un solo volumen bajo el título La Tigresa Blanca), transcurre en 1947, en un Hong Kong bajo dominio británico por el que circulan espías, prostitutas, sociedades secretas y aristócratas indolentes. Alix, en su primera misión tras finalizar su adiestramiento, se ve envuelta en la búsqueda de una bomba atómica preparada en 1945 por los americanos para ser lanzada sobre Tokio y que acabó perdida en una selva de Borneo (lo que sitúa esta aventura cronológicamente antes del primer volumen de Los Innombrables). En una época en la que sólo los americanos contaban con tecnología atómica, todos quieren hacerse con ella: los comunistas chinos utilizando a Alix; los británicos mediante Francis Flake, el responsable de la policía de Hong Kong; los propios americanos, quienes envían a un grupo de brutales hombres del servicio secreto; y un misterioso grupo de asesinos de cara vendada cuya sorprendente identidad se desvela al final.
Yann nos ofrece aquí una magnífica historia de aventuras policiacas para adultos, llena de guiños y humor no aptos para mentes jóvenes. Como es habitual en él, no deja títere con cabeza y todos los bandos pasan por su particular picadora: los estirados británicos y su incapacidad para entender los pueblos que dominan; los toscos y brutales americanos, siempre con el dinero por delante; los crueles japoneses; los serviles e hipócritas indios al servicio de los ingleses; los intrigantes chinos, que ocultan su brutalidad tras divertidos eufemismos…
En relación a éstos últimos y referido al título de la serie y el sobrenombre de la protagonista, el Tigre Blanco es, en chino, un animal mítico protector del Oeste, que ve el mundo con claridad y cuya característica es la virtud; de forma figurativa, puede referirse a valores como la fuerza, la ferocidad, el poder, la mala suerte, la velocidad, la elegancia, la pureza, la armonía y la cortesía; pero también se refiere a aquellas mujeres que genéticamente carecen de vello púbico y que por ese motivo son vistas con repulsión sexual por los chinos.
Como vemos, bajo la apariencia de una historia ligera de aventuras, Yann esconde muchos más significados de lo parece a primera vista.
Y, como prueba de que no existen las vacas sagradas para Yann, incluye aquí una burla nada sutil de dos personajes míticos del cómic francobelga. El inspector Francis Flake es, tanto en su nombre como en su aspecto, una deformada pero reconocible versión de la mitad del famoso dúo Blake & Mortimer creado por Edgar Pierre Jacobs. Pero en este caso, el personaje es un inglés altanero, reprimido sexualmente, con complejo de Edipo y eyaculación precoz… y dueño de un Aston Martin. Su compañero de fatigas, el escocés Philip Mortimer, también aparece breve pero inconfundiblemente con la identidad del borracho Saul Marmaduke.
El dibujo de factura agradable de Conrad, marca de la casa del cómic juvenil francobelga, no debe llevarnos a engaño respecto a la dureza del contenido. Hay sexo (mucho sexo, consentido, forzado y desviado), corrosivas parodias políticas y violencia explícita (degollamientos, decapitaciones, palizas, emasculaciones, empalamientos…). Y, sin embargo, gracias al talento gráfico de Conrad, esa acumulación de atrocidades no resulta particularmente desagradable a la vista. Conrad ha mejorado mucho con los años y sus páginas combinan fluidez y destreza narrativa, redondez y plasticidad de las formas y amor por el detalle. La ambientación está particularmente lograda, tanto geográfica como cultural y temporalmente, utilizándola a la perfección para situar la acción y no como mero lucimiento gráfico.
Yann abandonaría los guiones de la serie tras esos dos primeros álbumes. En los siguientes, a un Conrad cada vez más inspirado se une Wilbur, seudónimo tras el que se esconde Sophie Commenge. Esta guionista ya era buena conocedora de los autores de Alix, puesto que había colaborado con Yann en Bob Marone y con Conrad en Donito. Era, por consiguiente, la elección natural a la hora de sustituir al primero. Los guiones de Wilbur se caracterizan por poner un mayor énfasis en las tramas de espionaje sobre la acción, un arrinconamiento del humor (resulta difícil imitar un estilo tan personal como el de Yann y ella, sabiamente, no lo intenta) y una moderación del tono sexual, probablemente debido a su perspectiva femenina del personaje.
En El arte de la quinta felicidad, Alix se encuentra ante una difícil disyuntiva. Su belleza lleva al partido a convertirla en prostituta-espía, indignidad a la que ella se niega a someterse, insistiendo en que es muy capaz de actuar de asesina. A fin de que pueda demostrar su aptitud, la envían a San Francisco y la ponen bajo la tutela de Rousseau, alias Dragón de Tres Colores, un francés revolucionario que colabora con los comunistas chinos. Su misión será la de perseguir y asesinar a criminales de guerra japoneses huidos a Estados Unidos. Pero no tardará en descubrir tres cosas: primero, que ella no es una asesina autómata, fría y despiadada; segundo, que su militancia en el Partido Comunista Chino no está por encima de otro tipo de consideraciones humanas (el respeto por los dioses, la piedad, la dignidad o la nobleza); y, por último, que el bando en el que ha depositado su lealtad no está exento de maldades y atrocidades cometidas incluso contra sus propios miembros.
Una espía en el tejado nos traslada al Shanghai de los últimos días de gloria antes del triunfo comunista. Alix deberá infiltrarse en el círculo íntimo de un ministro nacionalista al tiempo que resolver el misterio de un general de Chang Kai Chek que está menos muerto de lo que todo el mundo pensaba. Una intriga en la que, de nuevo, nada es lo que parece y donde todo el mundo, desde los playboys aventureros franceses hasta los empresarios británicos pasando por los agentes comunistas, tiene bazas ocultas.
El año del Fénix supone un punto de inflexión para el personaje. En Shanghai, todas sus compañeras Tigresas Blancas son despiadadamente asesinadas y ella acusada de la atrocidad. La búsqueda del verdadero culpable la llevará de vuelta a Hong Kong y hasta Londres (donde aparece un cruel agente secreto, 005 –con los duros rasgos de Daniel Craig– involucrado en la intriga. A partir de esta aventura, Alix verá sus lazos cortados con los restos de su sociedad secreta, para pasarse al bando de Chang Kai Shek.
La teoría del Mikado es una descarnada crítica a los incipientes servicios secretos americanos. Dos miembros de la recién nacida CIA quieren apropiarse de un tesoro escondido por los japoneses en los últimos días de la guerra para financiar sus operaciones secretas sin tener que dar cuenta al Congreso. Para ello, obligan a Alix a ayudarles, dando inicio a un nuevo juego de engaños y traiciones. El último álbum, Ver París y morir (2010), por desgracia, permanece inédito en nuestro país.
La Tigresa Blanca es un cómic de gran calidad que mezcla con habilidad y equilibrio la aventura de estilo clásico, la acción, el espionaje, la historia y la intriga política. Y todo ello situado en un poco explotado escenario dentro del cómic pero para el que los autores se han documentado excepcionalmente bien: el de una China a finales de la década de los cuarenta, en plena lucha por su futuro y sumida en una guerra civil mientras las potencias extranjeras tratan de sacar partido.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.