El escenario que motiva esta magnífica lectura son los montes Cairngorms, una cordillera situada en las Tierras Altas orientales de Escocia. Esta cadena montañosa, convertida hoy en parque nacional, y en especial, su cumbre más famosa, el Cairn Gorm, son el destino en el cual Nan (Anna) Shepherd (1893-1981) reflexionó sobre lo que nos enseña la naturaleza cuando ésta determina nuestro nivel más íntimo de consciencia.
Con una prosa de gran belleza, de aire modernista, Shepherd sublima aquí lo que fue la principal fuente de inspiración en su carrera como poetisa y novelista: la vida silvestre de Escocia y sus imponentes paisajes. No olvidemos que su primera antología poética, In the Cairngorms (1934), ya hacía referencia a esos paseos por los bosques y las cumbres a los que se habituó desde la niñez.
En esta impecable traducción de La montaña viva, obra de Silvia Moreno Parrado, apreciamos con claridad esa pasión naturalista de la escritora, fascinada por el vuelo del águila real, por el mimetismo casi sobrenatural de los corzos en la espesura o por el brillo de los manantiales.
Shepherd refleja su experiencia como paseante con una delicadeza y una hondura sorprendentes. Interpretando los secretos del ecosistema que forman los Cairngorms, nos transmite un detallado recuento de ese territorio, cuyas cualidades podemos trasladar a otros espacios naturales más cercanos.
En este sentido, esa montaña viva a la que se refiere el título podría ser cualquier montaña de nuestro entorno, porque lo que preocupa a la autora es esa dimensión casi espiritual que nos une al ciclo evolutivo y a las diferentes gamas de energía que impulsan la vida en la Tierra.
Aunque Shepherd acredita un sobrado conocimiento de la fauna y la flora escocesas, lo que importa en este caso no es su destreza como observadora, sino el modo en que nos sumerge en los latidos de la naturaleza. Precisamente por eso, aunque el manuscrito original de la obra fue completado en 1944, uno puede leer hoy este libro sin reparar en su fecha de escritura.
De hecho, el texto de La montaña viva quedó oculto en el archivo de la autora, y sólo alcanzó cierta notoriedad mucho después, cuando en 1977 fue publicado por la Universidad de Aberdeen, en una edición limitada. Más tarde, gracias a otro escritor apasionado por los mismos asuntos, Robert Macfarlane, el público general comprendió finalmente la relevancia de un libro cuya belleza formal es comparable con la intensidad de su mensaje conservacionista.
Sinopsis
«Cuanto más leo La montaña viva, más me aporta. Puede que haya leído este libro diez o doce veces, y en cada una de ellas vuelvo a acercarme a él como Shepherd vuelve a acercarse a la montaña». Robert Macfarlane
Entre 1928 y 1933, Nan Shepherd escribió tres novelas magníficas, sus primeras tres novelas, que la hicieron famosa. Muy famosa. Entonces tenía apenas treinta años, pero la acogida de aquellos libros terminaría por llevar su efigie al billete de cinco libras del Royal Bank of Scotland.
Después de aquello, como una suerte de Salinger de las Highlands, pasó mucho tiempo sin poder o querer escribir. Nadie sabe muy bien qué ocurrió. Ella tampoco lo supo explicar. Se dedicó a caminar y a escalar montañas. Al cabo de más de una década escribió una obra sobre aquellos diez años que había pasado recorriendo cada rincón de la cordillera de los Cairngorms, una zona con clima polar en el norte de Escocia. Pero no la publicó, no. La dejó en un cajón durante casi medio siglo.
Hoy en día, La montaña viva se ha traducido a múltiples lenguas y está considerada una obra de culto, un clásico perdido entre las grietas del canon y un referente de la nature writing. Se trata de un volumen lleno de vida, muerte, cuerpo y tacto, mitad historia natural y mitad meditación filosófica, que recorre paisajes exteriores y gélidos, pero también otros interiores y espirituales.
Influenciada por el zen y el tao, Shepherd nos cuenta en este libro cómo aprendió a reconocer la manera en la que se relacionan la mente y la montaña; cómo aprendió a adentrarse entre picos y laderas sin objetivos ni asedios a la vista, como quien visita a una amiga.
Poco a poco, el tiempo se hizo otro y también su experiencia de la naturaleza. Probablemente nadie ha descrito la esencia de un paisaje como lo hizo ella, nadie ha captado de ese modo la belleza trascendente de una montaña y del mundo salvaje que la conforma.
Robert Macfarlane, uno de los grandes autores de la nature writing actual, reconoce en su prólogo que la lectura de este libro, simplemente, le cambió. A nosotros también, y sospechamos que a muchos lectores les ocurrirá lo mismo.
Anna (Nan) Shepherd nació en 1893 en la pequeña comunidad rural de Peterculter, al norte de Escocia, en la confluencia de los arroyos Crynoch Burn y Leuchar Burn. A pesar de sus orígenes humildes, se graduó en la Universidad de Aberdeen en 1915 y fue profesora de Literatura Inglesa durante las siguientes cuatro décadas. Pero también fue una jardinera entusiasta y una montañera incansable. Realizó multitud de viajes por Europa y África, pero siempre regresó a la casa donde nació, se crió y vivió casi toda su vida adulta.
Escribió tres novelas, The Quarry Wood (1928), The Weatherhouse (1930) y A Pass in the Grampians (1933), así como un poemario, In the Cairngorms (1934), y uno de los grandes libros de la nature writing anglosajona, La montaña viva. En Escocia se la considera una escritora de culto. Murió en 1981.
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