El mito, ligado a la eternidad, siempre promete nuevas revelaciones y renace de generación en generación. Continuamente reaparece porque, como escribió el historiador de las religiones Mircea Eliade, las estructuras míticas aún nos afectan por dos vías igualmente poderosas: los medios de masas y la cultura popular.
Esta continuidad de los mitos se deja ver en la interpretación que realiza Joseph Campbell, quien la plasmó en el viaje del héroe. Convertido en autor de referencia para escritores y guionistas, Campbell describe una serie de procesos arquetípicos que se repiten una y otra vez en las narraciones. A su modo de ver, lo asombroso es que la «eficacia característica que conmueve e inspira los centros creadores profundos reside en el más sencillo cuento infantil, como el sabor del océano está contenido en una gota y todo el misterio de la vida en el huevo de una pulga» (El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 11).
La narrativa popular (es decir, la mayor parte del cómic, el cine de géneros, el videojuego o la narrativa de fantasía de ciencia-ficción) se basa en fórmulas, estereotipos y otras referencias del arsenal mítico. Así lo advierte Guillermo Cabrera Infante cuando dice que el cine no solamente es creador de prototipos, «sino generador, alimentador y conservador de mitologías». En este caso, el escritor cubano alude a estructuras míticas «que de una cierta forma se separan de lo que corrientemente conocemos por las mitologías clásicas». En suma: tramas míticas que parten de sí mismas y que obtienen alimento de esa herencia que nos conduce a la noche de los tiempos.
Aunque sabemos que George Lucas quiso rodar Star Wars después de no obtener los derechos de adaptación de Flash Gordon, lo cierto es que ese contratiempo le sirvió para armar una ficción que penetró en el imaginario colectivo con la fuerza de un relato ancestral. Es decir, como una de esas historias que merece ser contada una y otra vez.
En línea con el esquema diseñado por Campbell, Star Wars no sólo escenifica, una vez más, la lucha entre la Luz y las Tinieblas. También cambió el modo de producir cine y revitalizó los géneros populares por medio de todo ese trasfondo mitológico.
Mucho se ha hablado acerca de las deudas de La Guerra de las Galaxias (1977) con Akira Kurosawa (en particular con esa entretenidísima cinta de 1958 que es La fortaleza escondida), pero más allá de equivalentes cinematográficos, conviene que nos centremos en su perfil legendario.
De acuerdo con Campbell, Luke Skywalker sería un héroe arquetípico, muy similar a los paladines de las clásicas novelas caballerescas. En este sentido, Lucas no oculta su admiración por una utopía aristocrática: “La Guerra de las Galaxias –le dijo el cineasta a Orville Schell– trata de héroes que tienen los ideales que a nosotros nos gustaría tener. Es terrible, pero hay una parte de esa sociedad a la que le gustaría que todo el mundo fuera cínico. Sin embargo, hay otro sector que necesita tener héroes. Estados Unidos, y especialmente los medios estadounidenses, se están devorando a sí mismos. Tienen una forma de medirlo todo por el mismo rasero que no es nada buena para una sociedad. No hay ningún respeto hacia la Oficina del Presidente. No es que necesitemos un rey, pero hay una razón para que los monarcas construyeran grandes palacios, se sentaran en tronos y se cubrieran de piedras preciosas. Es toda una necesidad social; no hay que oprimir a las masas, pero sí impresionarlas y hacer que se sientan orgullosas de su cultura, de su Gobierno y de sus dirigentes, para que crean que tienen derecho a mandar sobre ellas y lo acepten de buen grado. Los medios trabajaban básicamente para el Gobierno, y su misión era crear cultura. Ahora, en algunos casos, obviamente, han utilizado su poder de forma equivocada y han acabado con el equilibrio existente. Probablemente no hay ninguna forma mejor de gobierno que un déspota bueno”.
Desde luego, hay más antecedentes por explorar. Lucas no oculta su fascinación por títulos como ¡Hágase la oscuridad! (1950) de Fritz Leiber, o La legión del espacio (1947) de Jack Williamson. La película contiene asimismo homenajes a las revistas pulp de las viejas edades del género; sirva como ejemplo la Estrella de la Muerte, fiel trasunto del «Gernsback Space Flyer» diseñado por el dibujante Frank Paul en 1915.
Darth Vader, el malvado de la película, guarda importantes similitudes con dos personajes de cómics: el Doctor Muerte, considerado el peor enemigo de los Cuatro Fantásticos, y Darkseid, el villano ideado por Jack Kirby para DC Comics, cuya presentación tuvo lugar en Superman’s Pal Jimmy Olsen nº 134 (noviembre de 1970).
Podemos sumar a este repertorio el chamanismo inventado por Carlos Castaneda, que colorea una trama digna de los viejos seriales de Buck Rogers y Flash Gordon.
Esta es, en suma, una película de películas: cine en estado puro, pastiche de géneros (el bélico, el western, la capa y espada) en el que el espectador reconoce retazos de Curtiz y Walsh.
El subtexto de Star Wars es igualmente rico en significados. La Alianza Rebelde es antiautoritaria, y trasluce los valores de la contracultura. En contraste, el Imperio puede identificarse con el nazismo, y más sutilmente, con la administración de Nixon.
Luke y Darth Vader llegan a encarnar dos arquetipos freudianos, y su relación está ligada con la doctrina del psicoanálisis. Eso por no hablar de otros ingredientes de los que George Lucas se apropia en el relato: la mitología celta y grecorromana, los viejos cuentos celtas, la Biblia, la tradición novelesca del Rey Arturo, las antiguas leyendas japonesas…
“Una de las razones por las que hago así mis películas, y por las que me atrae tanto la mitología –le confesó Lucas a Orville Schell–, es porque me ofrece una oportunidad de hacer arqueología psicológica. Es muy interesante poder explorar las culturas, retroceder 3.000 años y descubrir que los centros neurálgicos de la emoción son los mismos entonces que ahora, que hoy se tocan los mismos acordes que ayer”.
“Aunque La Guerra de las Galaxias sea una historia completamente nueva –añade Lucas–, utiliza los motivos de siempre. Quiero decir que existe todavía el héroe de las mil caras [en alusión al famoso libro de Campbell]. El héroe tiene mil rostros, y éste es uno de ellos. Obviamente, personalizo mis historias y las sitúo en el tiempo actual. Lo que digo en mis películas es: estos son los aspectos emocionales que me interesan, que son de mi época, de los cincuenta, sesenta y setenta. Pero representan temas intemporales, son la destilación de las distintas mitologías de todo el mundo. Lo más divertido es que he tenido la oportunidad de trabajar para un mercado mundial, y La Guerra de las Galaxias funciona en todas las culturas. Tomé los personajes de Star Wars del folklore, y traté de jugar con temas universales. Me gusta tratar con la necesidad humana de amistad, de cariño, de agruparse para ayudarse y de unirse contra algo negativo”.
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