Vuelve a mirar tu carta y piensa que los naipes tienen alma. Un alma verdadera de papel, una hoja en blanco entre el dorso y el anverso de la carta. Esa hoja finísima recibe el nombre de alma y oscurece y otorga opacidad a los dos cartoncillos.
Es pues un alma oscura, imperceptible al tacto, misteriosamente vacía.
¿Invención china. hindú, árabe, catalana, gitana, egipcia? Los naipes se resisten a revelar de donde vienen y su alma nos revela que el destino es una hoja en blanco que está por escribir.
Si la baraja es imagen y metáfora del universo, hemos de reconocer que sabemos muy poco de ella. Tan poco como del universo. Sabemos, por ejemplo, que en Europa la iconografía de la baraja es deudora de la del ajedrez e incorpora algunas de sus figuras como el rey, la dama o el caballo. Sabemos que el diseño actual es de origen catalán. Pero Alfonso X el sabio no menciona su existencia en el Libro de los juegos, fechado en Sevilla en 1283.
Su difusión debió ser rapidísima, pues una centuria más tarde, en 1387, el rey Juan I de Castilla prohibía el juego de naipes.
Imagen superior: tres naipes de Antoine de Logiriera (Toulouse, c.1500).
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