Escrito en verso aliterado durante la primera mitad de la década de los treinta, el largo poema La Caída de Arturo fue otra de las obras que Tolkien dejó inacabadas. En este sentido, podemos catalogar la pieza en el mismo archivo que La balada de los hijos de Húrin, La leyenda de Sigurd y Grudrún y Las Baladas de Beleriand.
Christopher Tolkien, hijo y albacea literario del autor de El Señor de los Anillos, enriquece este libro con tres interesantes ensayos: «El poema en la tradición artúrica», «El poema no escrito y su relación con El Silmarillion» y «La evolución del poema». En ellos se contextualiza esta obra épica, cuyo final –un desenlace que nunca conoceremos– probablemente nos habría conducido a la trágica batalla de Camlan, para luego permitirnos acompañar al Rey hasta la isla de Avalon.
Al emplear la métrica de la poesía germánica antigua, Tolkien aplica a la epopeya arturiana la misma fórmula poética del Beowulf, una obra fundamental en la historia de la literatura anglosajona.
Redactado en antiguo inglés, probablemente en la primera mitad del siglo VIII, el Beowulf nos narra las hazañas de un héroe del pueblo gauta: un paladín que acude en ayuda de los daneses para enfrentarse a dos monstruos, Gréndel y su madre. Cuando ya es rey de los gautas, Beowulf perece al enfrentarse con un dragón, custodio de un antiguo tesoro.
Es evidente que tanto el Beowulf como la saga artúrica figuran en el ADN de El Señor de los Anillos. Y precisamente por ello, leer La Caída de Arturo nos ayuda a comprender mejor las fuentes de las que Tolkien se sirvió para edificar su magnífico universo literario.
La obra comprende cerca de un millar de versos. Como decía, es muy significativo que aborde un tema tardomedieval –la llamada Materia de Bretaña–, recurriendo a un método expresivo propio de los poemas anglosajones de los siglos que van del VII al X. Pero las singularidades no acaban ahí. Tolkien ambienta la aventura en el periodo de las invasiones sajonas, con lo cual enfoca nuestra mirada en un periodo contaminado por la leyenda, vinculado a esa Era Mítica de Inglaterra que vino a consolidar en sus novelas más conocidas.
Cuando escribió estos versos, Tolkien era profesor de inglés antiguo en el Pembroke College, de Oxford. Es probable que abandonara este empeño entre 1934 y 1937, coincidiendo con los preparativos de El Hobbit. No obstante, llama la atención que en 1955, cuando El Señor de los Anillos ya había llegado a las librerías, Tolkien escribiera a Houghton Mifflin para comunicarle su deseo de completar La Caída de Arturo.
Las fuentes del poema épico no pueden ser otras que La Muerte de Arturo, de Thomas Malory, y La Historia de los Reyes de Bretaña, de Geoffrey de Monmouth.
En su momento, cuando Tolkien les envió las páginas que ya había completado, La Caída de Arturo mereció los rotundos elogios de ilustres amigos y colegas como C. S. Lewis, E. V. Gordon y R. W. Chambers. No es para menos.
Ni que decir tiene que la lectura es una fiesta para los amantes de la poesía épica. En manos de Tolkien, el personaje de Arturo adquiere un perfil psicológico más complejo que el trazado por Malory. Por lo demás, es difícil imaginar metas más gloriosas para el héroe que enfrentarse contra las huestes sajonas en Mirkwood, o vencer a Mordred con caballeros como el buen Gawain a su lado.
Dejo para el final la traducción de Eduardo Segura Fernández y Rafael Juan Pascual Hernández. Al leer el libro, comprobarán que la suya ha sido una labor sencillamente espléndida.
Sinopsis
La Caída de Arturo, de J. R. R. Tolkien y editado por Christopher Tolkien, es la única incursión de Tolkien en las leyendas del rey Arturo de Bretaña, y puede ser considerado su mayor logro en el uso del metro aliterado en inglés antiguo. Se trata de una obra en la que consiguió comunicar la sensación de inevitabilidad y de gravedad de los acontecimientos relatados: la expedición de Arturo a las lejanas tierras paganas, la huida de la reina Ginebra de Camelot y la gran batalla naval al regreso de Arturo a Bretaña. Desgraciadamente, La Caída de Arturo fue uno de los extensos poemas narrativos que Tolkien abandonó, probablemente en 1937, el año de la publicación de El Hobbit y de los primeros albores de El Señor de los Anillos.
Junto al texto del poema, se hallaron muchas páginas manuscritas, gran cantidad de borradores y diversos experimentos en verso en los que se revela la extraña evolución de la estructura del poema, junto con sinopsis en prosa, así como notas muy interesantes. En estas últimas, se pueden discernir claramente las asociaciones de la conclusión de Arturo con El Silmarillion, y el amargo final del amor de Lancelot y Ginebra, que nunca llegó a escribir.
J.R.R. Tolkien, además de por su larga y prestigiosa carrera académica, es conocido por ser el creador de El Hobbit, El Señor de los Anillosy El Silmarillion.
Christopher Tolkien es el tercer hijo de J. R. R. Tolkien y fue elegido por su padre para ser su albacea literario. Tras la muerte de éste se consagró a editar y publicar sus escritos inéditos.
John Ronald Reuel Tolkien nació el 3 de enero en Bloemfontein en el Estado Libre de Orange. A principios de 1895, su madre, agotada por el clima, regresó a Inglaterra con Ronald y su hermano pequeño, Hilary. Tras el fallecimiento de su padre, a causa de unas fiebres reumáticas, él y su familia se establecieron brevemente en Sarehole, cerca de Birmingham. Esta hermosa zona rural causó una honda impresión en el joven Ronald, y sus efectos pueden verse en su escritura y en algunos de sus cuadros.
Mabel falleció en 1904, y los hijos quedaron a cargo del padre Francis Morgan, un sacerdote del Oratorio de Birmingham. En el King Edward’s School, Ronald desarrolló su amor por las lenguas; más adelante inventaría sus propios idiomas. También por esta época conoció a Edith Bratt, con quien se casó en 1916.
Cuando estalló la primera guerra mundial en 1914, Ronald era todavía un estudiante en Oxford. Se graduó al año siguiente, con un sobresaliente en Inglés y poco después fue enrolado como teniente en los Lancashire Fusiliers. En 1916 combatió en la batalla del Somme, pero cayó víctima de la fiebre de las trincheras y fue devuelto a casa como no apto para el servicio.
Tolkien fue uno de los mejores filólogos de su época y gran parte de su vida laboral transcurrió en Oxford, primero como profesor de anglosajón y luego como profesor de lengua inglesa y literatura. Al mismo tiempo, en privado, trabajaba en el gran ciclo de mitos y leyendas que más adelante se publicaría con el título de El Silmarillion.
Edith y él tuvieron cuatro hijos, y en parte fue para ellos por lo que escribió el cuento El Hobbit, publicado por Allen & Unwin en 1937. Tuvo tanto éxito que el editor quiso tener en seguida una secuela, pero no fue hasta 1954 que apareció el primer volumen de la obra maestra de Tolkien, El Señor de los Anillos, con un éxito inmediato. Su enorme popularidad sorprendió a Tolkien.
Ronald y Edith Tolkien se mudaron a Bournemouth al llegar a la vejez, pero cuando Edith murió en 1971, Tolkien regresó a Oxford. Ronald Tolkien falleció el 2 de septiembre de 1973, tras una breve enfermedad.
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