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Imitando a la medusa

En su novela Todos los hombres son mortales narra Simone de Beauvoir la historia de un imaginario conde Mosca que inventa el elixir de la inmortalidad imaginando la incontable felicidad que aguarda a individuo inmortal. La empresa, no obstante, es decepcionante. El buen señor ve que, a su alrededor, todos nacen, crecen, envejecen y mueren, de modo que él se convierte en un privilegiado isleño y solitario que no puede compartir el destino de sus congéneres. Sus empresas triunfan pero no les son propias o, al revés, le son ajenas al no ser de los demás. Sus fracasos nunca resultan definitivos y el futuro, perpetuamente poblado por eventos infinitos, se le torna un infinito hastío. Sufre de inhumanidad, de ese aburrimiento mortal de la inmortalidad del que habla Jean Cocteau. Finalmente consigue lo que cualquiera y, aparentemente, nunca él mismo: morir. Ha comprendido que la tarea de vivir, para el individuo humano, está esencialmente asociada a la finitud por la muerte.

En tono, no ya patético sino irónico, Aldous Huxley propone en Mono y esencia una fábula similar. Un matrimonio dieciochesco se vuelve inmortal y el proceso es el de una interminable vejez. Sus descendientes acaban por encerrarlos en un aposento subterráneo, donde se han convertido en una especie de simios aún vestidos de miriñaque, casaca y peluca. El programa glorioso se ve rematado por la parodia: la inmortalidad es un regreso a lo ancestral.

En nuestros días, algunos biólogos trabajan en un experimento similar. Han observado que ciertas medusas, llegadas a la ancianidad, producen en su cuerpo una réplica juvenil y se desprenden de todos sus órganos caducos. Son, en efecto, inmortales. No parecen desconformes con su destino. La vida, entendida como fenómeno genérico, propende a la permanencia, huye de la muerte.

Es claro que no somos medusas. Nuestra historia, es decir el relato de las historias de cada uno de nosotros desde que la especie humana existe, tiende a lo individual. Un rasgo común a todas las culturas es la nominación. Tenemos un nombre para cada quien porque cada cual es alguien. Enfatizo: Alguien.

Describamos un supuesto. A un chico de ochenta años se le ofrece descontarle veinte, es decir volver a sus verdes sesenta. Optimista, esperaba vivir dos décadas y, de golpe, el futuro suma cuatro de ellas. Ha de convertirse en contemporáneo de sus hijos y como un hermano mayor de sus nietos. Su pasado cambia de medida tanto como su porvenir. Nada digamos de sus vivencias. Es cierto que su salud ha de mejorar y su rostro borrará algunas huellas incómodas.

Lo más probable es que, mirándose al espejo, se pregunte: ¿Quién soy? A esa altura, quizás los biólogos triunfantes le hayan preparado un tratamiento psicológico que le facilite su honda transformación antropológica. Su tiempo vital, evidentemente, no sigue una línea progresiva, itinerante, sino que da un respingo de veinte años. ¿Y si volviendo a los ochenta, quisiera repetir el truco? Los personajes de Beauvoir y Huxley dejarían de ser ficticios. Por ejemplo: cesarían de atormentarse por la inflación pues tendrían tiempo de ver bajar los precios. Pero se verían obligados a soportar las inflaciones futuras. Los amenazaría el tedio mortal de la inmortalidad según lo adjetiva Cocteau. Como siempre, la última palabra la tiene un poeta.

Imagen superior: Pixabay.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")