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«Historia de las magias» (1948), de Kurt Seligmann

Este libro tiene tanto significado para mí que podría hacer un monográfico, en exclusiva, sobre él. ¿No os ocurre que un libro llega en un momento determinado de vuestras vidas y todo lo que entonces ocurría queda asociado, de forma ineludible, a su lectura? Pues eso es lo que me pasa con la Historia de las magias de Seligmann.

Kurt Seligmann, el mago del surrealismo, escribió un único libro: éste. Porque él no era escritor, sino pintor, dibujante y decorador de teatro. Nació en Basilea el 20 de julio de 1900. Estudió su arte en Suiza, y llegó a París en 1929, donde el escultor Jean Arp lo presentó al grupo de surrealistas. Emigró a los Estados Unidos en 1935, donde su obra y su pensamiento hallaron nuevos horizontes, y allí vivió hasta su muerte, el 2 de enero de 1962. Seligmann se apasionó por el patrimonio intelectual más antiguo de la humanidad: la tradición mágica. Había reunido los documentos esenciales sobre el ocultismo, el esoterismo y las artes adivinatorias: un total de más de 300 volúmenes que no cesaba de releer. Pasaba mucho más tiempo en su biblioteca de mago que en su estudio de pintor, pues sus cuadros no eran para él más que la prolongación de sus estudios.

Publicado originalmente en 1948, The History of Magic de Kurt Seligmann es la muestra evidente de la importancia que tuvo la magia en el movimiento surrealista. Mi edición, publicada por Plaza y Janés en 1971, dentro de la mítica Enciclopedia Horizonte, es un ejemplar nuevo, aunque presente las marcas evidentes del paso del tiempo. Una edición que comienza con una frase de Mary Shelley, tomada de su mítico Frankenstein: “El campesino ignorante observa los elementos que le rodean y conoce su uso práctico. El más grande filósofo no sabe mucho más. Ha vislumbrado parcialmente el aspecto de la naturaleza, pero sus formas inmortales quedan siempre para él como un enigma y un misterio.”

En su breve introducción, Seligmann expone la razón que le ha llevado a escribir este libro: “La magia ha sido estudiada principalmente según dos métodos. Los trabajos especializados de los sabios están limitados a tipos, aspectos y épocas determinadas; están escritos, en general, para el lector informado. Por otra parte, se encuentran innumerables publicaciones de dudoso valor que exponen ideas raramente basadas en hechos, alternando la verdad para hacer un sistema estrecho al gusto de un público especial: el de los sectarios del ocultismo. Pocos autores han escrito sobre la magia para el profano, y esto es lo que, si puede ser, justificará la presente publicación.”

El libro está dividido en dieciséis capítulos, el décimo de los cuales se dedica a la caza de brujas. Y es en ese capítulo dónde leí una de las hipótesis más fascinantes respecto a las razones principales que motivaron este fenómeno propio de la Edad Moderna. Una hipótesis que sólo recientemente se ha considerado y que Seligmann adelantó a sus lectores hace casi ocho décadas:

«La caza de brujas no tardó en convertirse en una ‘industria’, que daba trabajo a jueces, carceleros, verdugos, exorcistas, carpinteros, escribanos y expertos, y la abolición de los procesos hubiera provocado una verdadera crisis económica. Todos aquellos para quienes la persecución era un medio de vida tenían interés en que ésta continuase. No había ninguna otra alternativa: las brujas debían confesar. Les obligaron a adoptar una actitud tan desesperada, que preferían una muerte abominable a tener que defender su causa. Uno de los adversarios más inteligentes de estos procesos, el jesuita Friedrich von Spee (1591-1635), declaró: ‘He pensado a menudo que la única razón de que no seamos todos brujos es que no todos hemos sido torturados. Encierra una gran verdad lo que un inquisidor se ha atrevido a manifestar en tono jactancioso, a saber: que si él pudiese echarle las manos encima al Papa, le obligaría a confesar que él también es brujo’. El canónigo Loos afirmó que esta guerra librada en nombre del idealismo estaba inspirada por intereses materiales. Tachaba a los procesos de brujería de alquimia de nuevo género, que convertía la sangre humana en oro y plata.»

Recuerdo: 1948. Fecha de la primera edición. Este párrafo, en si mismo, es una joya. Una auténtica joya historiográfica.

Copyright del artículo © Mar Rey Bueno. Reservados todos los derechos.

Mar Rey Bueno

Mar Rey Bueno es doctora en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó su tesis doctoral sobre terapéutica en la corte de los Austrias, trabajo que mereció el Premio Extraordinario de Doctorado.
Especializada en aspectos alquímicos, supersticiosos y terapéuticos en la España de la Edad Moderna, es autora de numerosos artículos, editados en publicaciones españolas e internacionales. Entre sus libros, figuran "El Hechizado. Medicina , alquimia y superstición en la corte de Carlos II" (1998), "Los amantes del arte sagrado" (2000), "Los señores del fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias" (2002), "Alquimia, el gran secreto" (2002), "Las plantas mágicas" (2002), "Magos y Reyes" (2004), "Quijote mágico. Los mundos encantados de un caballero hechizado" (2005), "Los libros malditos" (2005), "Inferno. Historia de una biblioteca maldita" (2007), "Historia de las hierbas mágicas y medicinales" (2008) y "Evas alquímicas" (2017).