Aquel era uno de esos tebeos que dejaba boquiabierto a cualquier crío. Y eso que era uno entre tantos del montón, típico de aquellos días, en el que apilábamos ejemplares de TBO, Pulgarcito, El Guerrero del Antifaz, Purk el Hombre de Piedra… Lecturas a las que debíamos parte de nuestra sensibilidad, y a las que volvíamos sin miedo al tedio o la repetición.
Ahora sé que el cómic que me viene a la memoria, Novelas Gráficas de Hazañas Bélicas, empezó a publicarse en 1961. Sus portadas ‒casi un cartel cinematográfico‒ eran obra de Jorge Longarón, y el contenido, cortesía de la editorial Toray, se lo agradecíamos a maestros del bolsilibro como Clark Carrados (Luis García Lecha), Alex Simmons (Enrique Sánchez Pascual) o Elliot Dooley (Enrique Martínez Fariñas), y a dibujantes tan eficaces como Joan Boix y Chiqui de la Fuente, entre otros muchos.
«La nueva colección de Novelas Gráficas de Hazañas Bélicas ‒decía la propaganda de Toray‒, en un sugestivo volumen de 68 páginas totalmente ilustradas. Historias de guerra llenas de acción, humanidad y amor, argumentadas por los más expertos guionistas y realizadas por los más estupendos dibujantes. Un verdadero regalo de emoción, espectacularidad y buen gusto. Trescientas viñetas de ritmo cinematográfico que os apasionarán a vosotros y también a vuestros padres y hermanos».
Gracias a ese tebeo ‒y pese a disponer de pocos ejemplares‒ fui adentrándome, como quien no quiere la cosa, en el mundo de Hazañas Bélicas. Conocí a sus héroes recurrentes ‒el valiente capitán Johnny Comando y el entrañable cabo Gorila‒, aprendí a apreciar sus cambios de registro, desde el humor de andar por casa a la épica militar, y mucho después, también supe valorar a los profesionales que hacían posible todo aquello: guionistas como Eugenio Sotillos y dibujantes como Alan Doyer (Josep Espinosa), Jordi Longarón y tantos otros.
En realidad, la cosa venía de atrás. Al fin y al cabo, para cuando yo lo descubrí, Hazañas Bélicas ya llevaba muchos años en los kioscos, superando con creces la prueba del tiempo.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial influyó enormemente en la historieta internacional, incluso en países como España, que no participaron de forma directa en el conflicto.
Autor paradigmático del comic bélico español ‒y de nuestro tebeo en general‒, Guillermo Sánchez Boix, “Boixcar” (1917-1960), fue el responsable de la puesta en marcha de Hazañas bélicas, cuya primera serie se editó en 1948.
Editado al principio en cuadernos apaisados, el cómic se dividía en relatos que solían protagonizar militares de los distintos bandos. Por sus contenidos, se convirtió en el típico tebeo masculino, por oposición a las historietas femeninas que tanto abundaban en aquellas fechas. El perfil sociológico de los cuadernos, además de por el sexo de sus consumidores, venía dado por los valores ideológicos que transmitían, plenamente representativos de los defendidos en la cultura popular de aquellos días (y no solo en España, sino en todo Occidente).
En sus páginas, Hazañas Bélicas contiene muchos de los clichés difundidos por el Hollywood de los cuarenta, si bien se hace evidente una evolución a lo largo de los años. Durante ese periodo inicial, los personajes japoneses suelen ser extremadamente crueles y se presentan como los más encarnizados enemigos de los héroes, por lo común americanos.
El nivel de popularidad de Hazañas Bélicas se mantuvo hasta los años 60, gracias a dibujantes como Juan Mulero, que supieron mantener el interés que despertó la obra de “Boixcar”. La última etapa de la serie estuvo marcada por la nueva imagen de Japón y Alemania en el cine bélico, completamente alejada de la visión maniquea popularizada en la inmediata postguerra. También se introdujeron relatos ambientados durante la guerra de Corea. No obstante se mantenía la línea esencial de la serie, centrada en historias de superación humana, valentía y entrega a unos ideales.
Para alegría de los coleccionistas, este cómic conoció muy distintas ediciones y también diversas series, diferenciadas por una denominación particular. La primera serie convencional de Hazañas bélicas (1948) está compuesta de veintinueve cuadernos de 17 por 24 centímetros de tamaño. La primera serie “Álbum” (1949-1950) alcanzó los dieciocho números. Con el éxito de ambas tiradas, la editorial Toray imprimió una segunda serie convencional a partir de 1950, integrada por 321 números. En 1958 se puso a la venta la serie “Extra-Azul”, con un total de 371 cuadernos. Ese mismo año, “Boixcar”, desbordado por el trabajo de la colección, empezó a compartir las páginas de su historieta con otros dibujantes, desarrollando la serie “Especial-Roja”, de 160 números.
En 1961 aparecieron, con distinto formato, esas Novelas Gráficas de Hazañas Bélicas de las que hablé al principio, con dibujantes como el admirable Mulero.
En todo caso, las reimpresiones fueron constantes a lo largo de los años, perpetuando la popularidad de “Boixcar” y sus relatos. En 1987, la firma G4 Ediciones emprendió la reedición de la serie, una tarea que, años después, también puso en marcha Fondos Editoriales, y también Glénat, sello que asimismo editó las Nuevas Hazañas Bélicas, de Hernán Migoya, ambientadas en la Guerra Civil.
Entre los viejos cómics de guerra emparentados con la creación de “Boixcar” destacan su principal precedente, Episodios de guerra (1948), dibujado por los hermanos Blasco para la editorial Augusta; Sargento Macai (1952), de Oliver, Martínez y F. Amorós; y Comandos, publicado desde 1954 por la Editorial Valenciana. Aunque el favor del público español por estos tebeos bélicos ha decaído, el interés de los coleccionistas ha perpetuado su recuerdo. Y qué quieren que les diga: sigo sintiendo una nostalgia muy especial cuando hablo de ellos.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Los textos originales y citas del autor en los que se basa este artículo fueron publicados en la revista «Todo Pantallas», en la «Enciclopedia Universal Multimedia» (Micronet) y en los libros «Historia General de la Imagen» (Universidad Europea-CEES, 2000) y «La cultura de la imagen» (Fragua, 2006). Reservados todos los derechos.