Hernán Migoya
Soy tan bruto que me pensaba que el escritor británico popularmente conocido como Saki era un autor de aforismos orientalistas idóneos para mansos y Mansons, o sea, fans de Coelho y Benedetti, mayormente.
Y leyendo mi macroantología universal de cuentos de terror (The Greatest Ghost & Horror Stories Ever Written), descubro que con Saki (pseudónimo de Hector Hugh Munro) nos hallamos nada menos que ante un precapote de la literatura satírica y de horror de hace un siglo. Me ha tocado leer «Gabriel-Ernest» (1909): si os gusta el homoerotismo y los hombres lobo, éste es vuestro cuento. Un muchacho de 16 años campa en cueros por la propiedad de un arrobado pijo rural, perturbado no tanto porque el chico parece alimentarse de bebés y gallinas, como por la desnudez impúdica del chaval.
El relato es exquisito, de una desfachatez sexual y moral sorprendente para el país y la época (pero la miopía de los biempensantes a veces resulta enternecedora, ¿no es cierto?) y con un colofón delicioso de humor negro.
Por cierto, Saki acabó fatal: ya cuarentón, se empeñó en enrolarse en la Gran Guerra, aunque por edad se libraba, y no paró hasta que un francotirador alemán se lo peló a los 45 años…
Una pena.
Imagen superior: el relato apareció en las páginas de «The Westminster Gazette» y posteriormente Saki lo incluyó en la colección de cuentos «Reginald in Russia» (1910). También ha formado parte de antologías como «The Supernatural Reader» (1958), editada por Groff Conklin y Lucy Conklin, y «Unnatural Creatures» (2013), de Neil Gaiman. Los lectores españoles descubrieron el cuento de Saki gracias a dos antologías: «Narraciones terroríficas» (Acervo, 1961) y «Selección de Relatos Policíacos y Terror Vol. IX» (Ediciones Cedro, 1977).
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Guzmán Urrero
Manuel Rodríguez Yagüe
