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‘Eugenio Oneguin’: desde Rusia con rigor

Cabría preguntarse cómo sería la ópera rusa sin la existencia, de apenas 37 años, del poeta Aleksandr Pushkin. Ya desde el llamado padre de la ópera rusa, Mikhail Glinka (con Russlan y Ludmila) aparece el escritor dando base literaria a los compositores. Un punto de partida generoso para obras muchas de ellas entre las más conocidas del repertorio eslavo. Van dos bien distinguidas: Boris Godunov de Mussogsky y El gallo de oro de Rimsky-Korsakov. Y las dos más representados de Chaikovsky: La dama de picas y Eugenio Oneguin, presente en la temporada 2024-2025 del Teatro Real.

Tras quince años de ausencia, Oneguin vuelve al Real, llamando de inmediato la atención por el equilibrado equipo reunido: todos los personajes centrales son de origen eslavo (rusos, ucranianos)lo que, sin duda, aporta un singular color.

Entre los occidentales asombra ver a Katarina Dalayman asumiendo Larina, ella que ha sido primera figura con un repertorio amplio y diversificado, de las Maries de Kongold y Berg a la Brünnhilde o Bragäne wagnerianas. Desde luego que su ejecución estuvo muy por encima de lo necesario. No tanto asombra, porque ¡ya nos hemos acostumbrado! a esa longevidad vocal inusitada de la que goza, Elena Zilio, imperturbable como una Filipevna de más de ochenta años que, para disfrute, está muy bien aprovechada escénicamente. Siguiendo con la estupefacción, de lujo se puede tildar la presencia del tenor sevillano Juan Sancho, un Triquet como cabía esperar exquisito.

Kristina Mkhitaryan no posee una voz especialmente bella pero sí con un buen registro del grave al agudo. Es un artista musical y sensible, capaz de regalar matices y pasar de la joven campesina, por muy noble provinciana que sea, a la dama sampetersburguesa, O sea del lirismo encendido a la tensión y desgarro dramáticos. Su escena de la carta fue modélica así como su participación en el dúo final

Un barítono lírico de buen registro es Iurii Samoilov, cualidades que le permitieron sacar adelante un Oneguin convincente y, por momentos, brillante.

Volkov desarrollo los bonitos cantables que el compositor le destinó, estuvo muy efectivo al final del cumpleaños de Tatiana y cantó su espléndida aria de manera tan exquisita exhibiendo una media voz especialmente adecuada para la situación que marcó uno de los momentos mejores de la velada.

Igual que sus compañeros, la Olga de Victoria Karkacheva se adecuaba por medios y disposición al personaje.

El bajo Maxim Kuzmin-Karavaev, que asumía asimismo a Zeretski, aprovechó la oportunidad de destacarse en su aria,

Gustavo Gimeno hizo una lectura importante destacando el lirismo de la partitura y la fuerza y potencia de algunas situaciones. Estuvo muy atento a la escena y al canto al mismo tiempo que extraía de la orquesta un auténtico color chaicovskiano. El coro, como de costumbre, a la altura de las circunstancias.

Se puede acudir a los montajes de Christof Loy, dada su conocida trayectoria, con reticencias anticipadas. Pero este nuevo trabajo echa por tierra esas expectativas preliminares. Dividida en dos bloques la escenificación, con un mismo decorado algo cambiante, la primera parte es un modelo origina de principios del siglo XIX a una época más cercana. El trabajo con actores, coro y bailarines-actores es extraordinario, de una minuciosidad asombrosa, con una narración clara y fiel a la obra, utilizando para ello incluso las partes orquestales (obertura e intermedios). La definición de los personajes es soberbia y para ello se suma la utilización del vestuario y el manejo de la luz.

Pero en el segundo bloque, a partir de la muerte de Lensky, el relato sufre un cambio radical, como si reflejara el estado anímico de Oneguin tras la muerte de su amigo. El escenario está desnudo, salvo la puerta siempre presente hasta entonces, y muy eliminado por una luz blanquecina y uniforme. Aun manteniendo su provechoso manejo actoral, ello no encaja demasiado con lo anteriormente visto y es discutible cómo plantea la polonesa, una especie de orgía ante un cadáver que acaba levantándose y yéndose por su propio pie. Tendrá toda su simbología pero no acaba de funcionar.

Sinopsis

La historia de amor y rechazo entre Eugenio y Tatiana, que finaliza en un duelo mortal tras el arrepentimiento de Eugenio de rechazar a su amada. La ópera explora temas de amor no correspondido y las repercusiones de decisiones impulsivas.  

Puede que el realismo pequeñoburgués –casi chejoviano– que constituye uno de los puntos fuertes de este título se deba no tanto a un giro estético deliberado, sino a la adaptación del compositor a unas condiciones relativamente modestas, dado que Eugenio Oneguin fue compuesto para una joven compañía de estudiantes del conservatorio de Moscú. Basada en una novela en verso de Aleksandr Pushkin y estrenada en esta institución en marzo de 1879, Eugenio Oneguin no reclama vestuarios históricos ni decorados exóticos u ostentosos; su acción –muy limitada– se desarrolla principalmente a través de simples conversaciones, pero a cambio se asoma al interior de sus personajes con una intensidad tan veraz como turbadora. Eugenio Oneguin llega en una sobria producción de Christof Loy, que encierra a sus protagonistas en un espacio minimalista, elegante y claustrofóbico sobre el que proyectarán –como si de una página en blanco se tratara– sus neurosis y sus heridas emocionales.

Música de Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893)

Libreto del compositor y Konstantin Shilovski, basado en la novela homónima (1931) en verso de Aleksandr Pushkin.

Estrenada en el Teatro Maly del Conservatorio de Moscú el 29 de marzo de 1879 y en el Teatro Bolshói el 23 de enero de 1881.

Estrenada en el Teatro Real el 7 de septiembre de 2010.

Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con Den Norske Opera & Ballett (Oslo) y el Gran Teatre del Liceu.

Teatro Real. Chaikovsky: Eugenio Oneguin. Kristina Mkhitaryan (Tatiana), Victoria Karkacheva (Olga), Iurii Samoilov (Oneguin), Bogdan Volkov (Lenski), Katarina Dalayman (Larina), Elena Zilio (Filipievna), Juan Sancho (Monsieur Triquet y otros. Director musical: Gustavo Gimeno. Director de escena: Christof Loy. Escenografía: Raymund Orfeo Voigt. Vestuario: Herbert Murauer. Iluminación: Olaf Winte. Coreografía: Andreas Heise. Director del coro: José Luis Basso.

Copyright del artículo © Fernando Fraga. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Teatro Real. Reservados todos los derechos.

Fernando Fraga

Es uno de los estudiosos de la ópera más destacados de nuestro país. Desde 1980 se dedica al mundo de la música como crítico y conferenciante.
Tres años después comenzó a colaborar en Radio Clásica de Radio Nacional de España. Sus críticas y artículos aparecen habitualmente en la revista "Scherzo".
Asimismo, es colaborador de otras publicaciones culturales, como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Crítica de Arte", "Ópera Actual", "Ritmo" y "Revista de Occidente". Junto a Blas Matamoro, ha escrito los libros "Vivir la ópera" (1994), "La ópera" (1995), "Morir para la ópera" (1996) y "Plácido Domingo: historia de una voz" (1996). Es autor de las monografías "Rossini" (1998), "Verdi" (2000), "Simplemente divas" (2014) y "Maria Callas. El adiós a la diva" (2017). En colaboración con Enrique Pérez Adrián escribió "Los mejores discos de ópera" (2001) y "Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD" (2013).