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El presente crea el pasado

En cierto modo, se puede decir que la visión de la historia de Tucídides (c. 460 a. C.-Tracia, c. 396 a. C.) es más de delante hacia atrás que de atrás hacia adelante. “La reconstrucción que Tucídides ‒escribe José Alsina Clota‒ intenta del pasado homérico no se basa en un análisis objetivo de las condiciones de aquella época, sino que aplica circunstancias sólo válidas para la Atenas del siglo V”.

Es decir, es el presente, la Atenas del siglo V antes de nuestra era, lo que determina en cierto modo cómo ha sido el pasado.

Se trata, por supuesto, de un rasgo casi inevitable en cualquier historiador, pues, como decía Borges, somos nosotros quienes creamos a nuestro precursores, eligiendo  a aquellos que nos gustan o nos interesan, o nos resultan útiles, y sacándolos del olvido, pero dejando, al mismo tiempo, en el silencio a muchos otros. Y leyéndolos ahora de una manera nueva, como quizá nunca antes se habían leído.

Quien se dé una vuelta por las hemerotecas del pasado o rebusque en los catálogos de las editoriales de hace cincuenta, cien o doscientos años, descubrirá a un buen número de ilustres desconocidos… para nosotros, pero que en su época eran los autores más leídos.

Muchos hechos históricos casi habrían desaparecido de la memoria si no jugasen un papel importante en la justificación del presente. Pensemos, por ejemplo, en la resistencia de la fortaleza judía de Masada en tiempos de Roma: durante siglos fue olvidada, pero ese pequeño hecho histórico se recuperó cuando los judíos regresaron a Palestina, porque era un buen mito para un estado que vivía en una guerra permanente.

Cualquier batalla que haya dado origen a una nación es, por supuesto, recordada por su carácter fundacional, pero otras batallas que fueron trascendentales en su momento, por ejemplo porque significaron la desaparición de un reino del que ya no se volvió a hablar, han quedado enterradas en las arenas del tiempo, casi siempre de manera literal.

Aquí podemos recordar de nuevo aquella frase de Alexeiev (si recuerdo bien) que decía que en los tiempos de Stalin la tarea más difícil para los historiadores no era predecir el futuro a partir de los datos del pasado, sino predecir el pasado a partir de los datos del presente, es decir, teniendo en cuenta los caprichosos cambios de humor del dictador o su necesidad de eliminar no sólo físicamente, sino también de los libros de historia, a sus rivales.

Un ejemplo curioso de esta reescritura fue uno de los principios de la estrategia militar de Stalin: el uso del engaño y la sorpresa, que era en su opinión un aspecto absolutamente fundamental. Cuando Hitler rompió el pacto entre nazis y comunistas e invadió la Unión Soviética de manera sorpresiva, la invasión dejó a Stalin tan atónito (a pesar de que el espía Sorge había avisado de la invasión e incluso de la fecha exacta), que sufrió un colapso nervioso que le impidió reaccionar durante dos semanas.

A partir de ese momento, el concepto de engaño y sorpresa en los libros de estrategia militar fue relegado a un papel absolutamente secundario y se prohibió hablar siquiera de esa estratagema, que antes había sido tan querida por Stalin, hasta la muerte del dictador en 1953.

Lo anterior, por cierto, me recuerda una investigación que no llegué a terminar: la comparación entre los índices analíticos de libros de diferentes épocas: al hacerlo descubres que hay palabras que aparecen en unos y están ausentes en otros. Digamos (es un ejemplo inventado) que la palabra “fraternidad” no aparecía nunca antes de 1789, o que la palabra “experimento” no aparecía apenas antes de 1650.

No es que las palabras no aparezcan en esos libros: es que no aparecen en los índices analíticos. Este tipo de comparaciones nos permite hacer un retrato de una época a veces más certero que el atender a los grandes rasgos. Se podría comparar con la atención al detalle de Sherlock Holmes o de Giovanni Morelli, que cuento en No tan elemental.

Lo mismo, sin duda se puede aplicar a Tucídides cuando lee y selecciona pasajes o ideas de la Ilíada: su lectura no es la misma que la de Heródoto, porque las preocupaciones de su época tampoco son las mismas. Heródoto acogerá con interés los pasajes en los que se señala el conflicto entre los griegos y una potencia extranjera (Troya) porque le inquieta el conflicto entre griegos y persas; Tucídides tal vez atienda a los momentos en los que los griegos disputan entre sí, porque en su tiempo el asunto inquietante era la guerra entre griegos y griegos.

Imagen superior: «Stalin v kresle» (1930-1934), de G. Rublev.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.

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