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«No tan elemental. Cómo ser Sherlock Holmes», de Daniel Tubau

Holmes acaba de llegar al escenario del crimen. El pasado, ambiguo y múltiple, se retrata en los detalles. Casi nada se sabe aún, todo es posible. Pero el lector encara la investigación como un reto del que también es partícipe. ¿La recompensa? Ahí es nada: encontrar sentido al mundo. O en otras palabras, seguir junto a Sherlock esa pista inesperada que, además de resolver el misterio, ha de ofrecernos una síntesis científica de la realidad.

Un movimiento en la arena. Una tela deteriorada. Una grieta imperceptible. Son rastros, signos fugaces, cuyo desciframiento equivale a un proceso experimental. Y es ese juego de la mente lo que Daniel Tubau describe en este libro apasionante, una monografía en la que el autor, cruzando saberes, averigua la unidad de medida del pensamiento holmesiano.

Hay bibliotecas enteras sobre el detective e incluso quienes no se han interesado por él conocen el alcance de su figura. Sin embargo, Tubau escapa de los caminos trillados y nos conduce a un territorio fascinante, en el que vemos la actividad de Holmes como la de un sabio que traza sus descubrimientos con pinceladas muy coherentes y precisas, que a su vez nos remiten a la criminología, la ciencia forense o la neuropsiquiatría.

En cierto modo, el problema enmascarado en cada uno de sus casos acaba siendo un MacGuffin. El verdadero prodigio es el propio mecanismo cerebral de Sherlock, examinado por Tubau desde todas sus perspectivas, con una amenidad y un rigor envidiables.

¿Podemos parecernos a este investigador que pone en marcha todo su talento para interpretar la realidad? ¿Son un secreto inalcanzable sus estrategias mentales? «Cuando seguía un rastro como aquel ‒leemos en El misterio de Boscomboe Valley‒, Sherlock Holmes se transformaba. Los que solo conocían al tranquilo pensador y lógico de Baker Street habrían tenido dificultades para reconocerlo. Su rostro se acaloraba y se ensombrecía (…) su mente estaba tan concentrada en lo que tenía delante que toda pregunta o comentario caía en oídos sordos o, como máximo, provocaba un rápido e impaciente gruñido de respuesta».

La esencia de la investigación, en el caso de Holmes, no es solo la recapitulación de indicios, al estilo policial, ni el relato de la mejor versión de la verdad posible, como si fuera un periodista, sino el recorrido por un laberinto espacioso e intermitente que, bajo sus pasillos, cruces y patios, alberga una estructura natural y lógica.

Los signos casi nunca son obvios. Aparecen, desaparecen y reaparecen. Podemos indagar en ellos por medio de los métodos de diagnóstico clínico ‒Conan Doyle otorgó a Holmes cualidades del doctor Joseph Bell, de quien fue secretario en la Royal Infirmary of Edinburgh‒, y también podemos someterlos al método científico ‒de ahí que Tubaucite repetidamente a Francis Bacon como otro antecesor de Holmes‒. Pero acaso el espacio más propicio para la actividad holmesiana sea, precisamente, la semiótica, como ya se encargaron de indicar Umberto Eco y Thomas A. Sebeok.

En esta línea, el autor nos propone otro paralelismo: el filósofo, inventor, cientítico y matemático estadounidense Charles S. Peirce, un genuino hombre del Renacimiento, pionero de la psicología experimental y contemporáneo de Conan Doyle. «Muchos expertos ‒escribe Tubau‒ han llegado a la conclusión no solo de que las semejanzas entre Holmes y Peirce hacen que podamos considerar al detective como uno de los padres de la semiótica, sino también que Peirce fue quien mejor definió el método de Holmes».

El repertorio de conocimientos y habilidades que desvela el libro también incluye la criptografía, el mentalismo, la ciencia de la deducción y la filosofía de la ciencia, entre otros muchos.

Ténganlo en cuenta: usar todo ese caudal en nuestro beneficio es parte de su atractivo.

Entre las singularidades del pensamiento de Sherlock, Maria Konnikova menciona su capacidad para separar lo crucial de lo incidental. Pienso que no es una mala definición del propio Daniel Tubau como ensayista.

No tan elemental no solo es una lectura divertida y sofisticada. También es un estudio muy preciso de las dotes de observación de Holmes más allá del contexto cultural de su época, con constantes observaciones psicológicas del personaje y un sólido conocimiento de los últimos avances en varias disciplinas científicas.

Un libro imprescindible para cuantos vistamos imaginariamente el 221B de Baker Street.

Sinopsis

Estimado lector. Observe a su alrededor. ¿Qué es lo que ve? Probablemente nada resaltable. Una imagen cotidiana, trivialidades, insignificancias. Una estampa costumbrista.

Ahora póngase en la piel de Sherlock Holmes, el maestro de la deducción, el más hábil de los investigadores, un precursor de la semiótica, del método científico, de disciplinas como la criptografía, la medicina y la hipnosis. Y con esas habilidades trate de descubrir cuál es la profesión de cualquiera que pase a su alrededor. Trate de saber de dónde viene, adónde se dirige, qué le perturba. Elucubre sobre cuáles son sus intenciones, qué esconde, si miente o es honesto.

No es una tarea sencilla. Pues bien, este es el objetivo que nos plantea Daniel Tubau, conocer cuál es el método utilizado por el más célebre de los investigadores. Aprender a leer los rostros, a identificar signos de aspecto banales, a descifrar enigmas y resolver retos mentales. Todo, en definitiva, para ver más allá de las apariencias, para conocer qué mundo se oculta tras lo evidente

Ficha técnica

Fecha de publicación: 20/01/2015

368 páginas

Idioma: Español

ISBN: 978-84-344-1903-2

Código: 10098393

Formato: 14,5 x 23 cm.

Presentación: Rústica con solapas

Editorial: Ariel

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de la portada y la sinopsis © 2015 Planeta. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.