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Estructura y susperestructura

Arnaldo Momigliano, en relación con la imagen de Heródoto como “padre de la mentira”, como historiador inventivo y poco riguroso, señala que es que es precisamente Tucídides el responsable de la mala fama de Heródoto: “Es hasta demasiado obvio que Tucídides determinó en definitiva el veredicto de la antigüedad sobre su predecesor” (Momigliano, 137).

Por otra parte, para terminar con el tema de la veracidad de Heródoto, resulta que no es en los relatos coetáneos a él (como yo suponía) donde se ha podido comprobar que Heródoto ‘merece confianza’, sino que ha sido en su faceta de historiador de Oriente, gracias a los descubrimientos arqueológicos. Dice Momigliano que los orientalistas han escudriñado en este último siglo a Heródoto y “han establecido que describía de acuerdo con la verdad lo que veía, y refería honestamente lo que escuchaba”. Para la historia de las guerras médicas, continúa Momigliano, “no estamos en condiciones tan favorables porque nuestra fuente principal es justamente Heródoto”.

No sé cuál es la originalidad, o las originalidades, de Tucídides pues aún no he leído toda su obra [en el momento de hacer esta investigación, en 1991]. A primera vista, me parece que uno de sus rasgos más originales es precisamente el dedicarse a narrar con todo detalle el presente, que con el tiempo se convertirá en pasado, en historia, y el incorporar la franqueza de los sofistas al tratar los acontecimientos humanos. También el destacar la influencia de la estructura, lo que le ha valido ser equiparado con los marxistas, aunque,  sin embargo, va en detrimento del absoluto desprecio que muestra por la superestructura, privándonos de informaciones sobre la cultura ateniense y de otros lugares, que habrían sido simplemente maravillosas y muy útiles para comprender las verdaderas causas de la guerra. Tan sólo le interesa, como dice Otto Regenboen “el factor político–militar del poder, no los cuadros etnográfico-geográficos en que abunda Heródoto) en su característica multiplicidad”.

Nota en 2016: Naturalmente, cuando hablo de estructura y superestructura me estoy refiriendo a la distinción marxista infraestructura-estructura-superestructura en su versión popular. Digamos que no de un modo muy riguroso. Simplemente, lo que todo el mundo entendía entonces, y que escuchabas una y otra vez: la superstructura es la cultura, la filosofía, la religión y todo el sistema simbólico de la sociedad; la estructura comprende las políticas económicas y cosas como las relaciones de parentesco; la infraestructura son los medios de producción y la fuerza de trabajo, la tecnología, etc. Pero insisto, que este uso que yo hacía era el popular, sin entrar en grandes detalles o precisiones y a veces, por ejemplo, no teníamos muy claro si cosas como las instituciones sociales (tribunales, escuelas, etc) eran estructura o superestructura, probablemente porque la verdadera diostinción era entre infraestructura (o base) y superestructura, así que la estructura quedaba ahí en un terreno de nadie.

La decadencia del marxismo como teoría dominante en los círculos intelectuales había comenzado un tiempo antes, pero se había desmoronado de manera brusca, y al parecer definitiva, tras la caída del muro de Berlín, en 1989. Lo que unos días antes todavía era para muchos una ciencia llena de deslumbrantes leyes, se vino abajo como los ladrillos del célebre muro.

Eso impidió, por cierto, que yo mismo llevara a cabo otra investigación que le prometí a mi amigo Marcos, acerca del marxismo, porque ya no parecía razonable perder el tiempo en ello, ahora que de pronto ya nadie creía en su verdad irrefutable. Es una pena, porque en ese momento podría haber escrito algo interesante, y aunque ahora en ciertos círculos el marxismo ha reverdecido un poco, ya no tengo ánimos ni tiempo para leer todo lo que leí entonces acerca del tema. Además de que, excepto algún pasaje aquí y allá, es un tipo de lenguaje y método científico extremadamente aburrido, pedantesco y fatuo.

Hoy resulta difícil creer que cualquier intelectual o persona que se preciara de tener algo de cultura repetía las fórmulas marxistas con absoluto convencimiento y de una manera dogmática inatacable, a pesar de que, en muchos aspectos, ni siquiera las llegaban a entender.

Naturalmente, hay otros materialismos diferentes del histórico y el dialéctico, como el materialismo cultural de Marvin Harris, y el hecho de que el marxismo no sea una ciencia no invalida todos sus aportes teóricos: no estoy seguro de si los términos infraestructura, estructura, superestructura fueron creados por Marx, pero tienen cierta utilidad, como es obvio. Karl Popper, en las antípodas de Marx, como es obvio, en su vejez adoptó una distinción en ciertos aspectos semejante, con su teoría de los Tres Mundos, que conozco sólo de manera ligera.

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Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.