Muchos autores han señalado que las crónicas que nos proporciona Tucídides son un antecedente de los reportajes enviados por los periodistas actuales desde la zona en conflicto.
Cuando leemos La guerra del Peloponeso, nos parece asistir, y de hecho lo hacemos, al desarrollo progresivo de la guerra, al día a día. Tucídides no parte del resultado final y se remonta hacia atrás, entre otras cosas porque su historia, como la Iliada, no llega a contarnos el final de la guerra; tampoco anticipa lo que va a suceder, excepto de una manera más o menos subrepticia (hay alguna excepción muy importante, como se verá más adelante).
A pesar de que se trata de una cuestión controvertida, a mí me parece bastante evidente que Tucídides no miente cuando dice que empezó a escribir cuando se inició el conflicto (muchos sostienen que lo escribió todo después): tomando notas, entrevistando a testigos, reconstruyendo discursos y batallas que había presenciado o que le habían contado, etcétera.
El matiz que habría que poner a todo lo anterior es que al parecer Tucídides tenía primero la intención de contar sólo la guerra arquidámica, pero después los acontecimientos se precipitaron y se inició el gran conflicto entre Atenas y Esparta.
Los discursos
El método de intercalar en su historia discursos que a menudo no han sido escuchados personalmente, como el propio Tucídides confiesa, pues debido a su exilio a partir de –424 no pudo presenciar la política interna ateniense, plantea muchos problemas de veracidad:
¿Hasta que punto Tucídides expresa sus propias opiniones a través de los diversos oradores? ¿Qué fiabilidad merece la selección misma de los discursos? Estas son dos cuestiones que han sido muy debatidas. Algunos autores, como Blass, Croiset, Rittelmeyer y Ross consideran anacrónicos, ya en su propia época, los discursos ‘transcritos’ por Tucídides. Estos autores opinan que los atenienses (y sobre todo los no atenienses) de aquella época no pronunciaban discursos a la manera tucididea, que parece más cercana, dicen, a una concepción teatral de la política, a la manera de Sófocles o Esquilo, que a la realidad.
Es curioso que el método de intercalar discursos también sea empleado en una de las primeras crónicas o anales chinos, el Zuozhuan (Comentario de Zuo o Tradición de Zuo), un libro quizá coetáneo de Tucídides. En este caso la verosimilitud es todavía más improbable, porque al autor chino le separan a veces cientos de años de los acontecimientos que relata. Lo curioso es que, quizá porque temía las posibles críticas acerca de su fiabilidad, el cronista aprovecha un hecho histórico para destacar el cuidado que los historiadores ponían en trasmitir con exactitud los acontecimientos. Sucede en la historia del asesinato del Duque Zhuang de Qi a manos de su primer ministro Cui Shi:
“Se nos dice que, en primer lugar un historiador y, más tarde, dos de sus hermanos, escribieron Cui Shi mató a su señor, lo que les acarreó su propia ejecución, uno detrás de otro. Y entonces llegó otro hermano y escribió la misma frase en la crónica, e incluso se nos dice que había otra persona preparada para asegurarse de que el acontecimiento quedará registrado.”
Como dice Geoffrey Lloyd, no podemos saber si nos están contando un hecho histórico que muestra el rigor de los historiadores o si más bien están aprovechando ese hecho histórico para inventarse una anécdota que probaría el rigor de los historiadores, en general, como el propio autor del Zuozhuan.
[El Zuozhuan se ha considerado tradicionalmente un comentario a los áridos Anales de Primaveras y Otoños (Chunqiu) que Confucio quiso conservar a toda costa, aunque últimamente cobra fuerza la hipótesis de que se trata de un texto independiente. En la última traducción al inglés se ha preferido traducirlo como Tradición de Zuo y no Comentario de Zuo].Imagen superior: Tony Robert-Fleury (1837-1911), «Le dernier jour de Corinthe».
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