Aunque desde 1950 el humor sea el género predominante para el formato revista, aparecen algunos semanarios que prueban a introducir la aventura en sus contenidos, fórmula que hasta la década anterior ha demostrado su comercialidad en publicaciones como Chicos (1938) o Leyendas (1943). Precisamente el primero de estos títulos conoce una resurrección en Madrid (1950) de la mano de su editora Consuelo Gil, manteniéndose menos de dos años en los kioscos a pesar del interés que presentan muchas de sus historietas.
Pocos más son los intentos que en este sentido llegan a conseguir buena acogida por parte del lector durante los años cincuenta y sesenta. Germán Plaza, responsable de la revista El Coyote (1947) trata sin conseguirlo de repetir fortuna con cabeceras como Aventurero (1953) y Futuro (1957), un magazine especializado en la historieta de ciencia ficción cuyos planteamientos se revelan demasiado novedosos para el público de su tiempo, poco familiarizado todavía con esta temática.
El título más longevo entre este grupo de revistas de aventuras es El Capitán Trueno Extra (1960), explotación del éxito de la serie de cuadernos en cuyas páginas predominan las aventuras de este héroe, realizadas según encargo de Bruguera por una serie de autores distintos que acaban por otorgar al paladín medieval un carácter rutinario en argumentos cada vez más codificados.
Acompañan a Trueno otros personajes, a cargo fundamentalmente del veterano Martínez Osete; el éxito de este formato lleva a la editorial al lanzamiento de otras publicaciones similares que no llegan a cuajar. Hay que nombrar El Jabato-Extra (1962) y Bravo (1968), un frustrado ensayo de introducir la historieta realista de la escuela Pilote en la España del desarrollo. Junto a las entregas de los personajes franceses —El teniente Blueberry, Michel Tanguy— aparecen en Bravo creaciones autóctonas de interés, como las andanzas espaciales de Galax el cosmonauta obra de Víctor Mora y el dibujante Francisco Fuentes.
La fórmula representa un intento de continuación del espíritu del cuaderno desde presupuestos estéticos y formales de mayor actualidad. Es lo mismo que un poco antes ha pretendido la editorial Maga con las interesantes Pantera Negra y Flecha Roja (1964) que pese a su indudable calidad no consiguen implantarse en un mercado cada vez más reducido.
Imagen 1. Un intento de renovación que no llega a cuajar: la revista ‘Pantera Negra y Flecha Roja’. Portada de Miguel Quesada.
Valenciana, siguiendo los pasos de estas empresas, saca a la calle su Roberto Alcázar y Pedrín-Extra (1965), último de los títulos de este tipo. Junto a estereotipados episodios del detective español y su ayudante contiene interesantes historias ilustradas por Ambrós, el creador gráfico de El Capitán Trueno, además de historias de otros autores de trazo realista a los que la desaparición del cuaderno de aventuras ha dejado descolocados en un entorno profesional que hasta entonces ha ofrecido abundantes posibilidades de trabajo.
Capítulos siguientes
Cap. 1 La historieta española de 1951 a 1970
Cap. 2 Los cuadernos de aventuras en España
Cap. 3 Los cuadernos de aventuras de Bruguera
Cap. 4 Los cuadernos de aventuras de Ediciones Toray y la Editorial Valenciana
Cap. 5 Los cuadernos de aventuras de la editorial Rollán
Cap. 6 La editorial Maga y la evolución de los cuadernos de aventuras
Cap. 7 Las revistas de historietas: el caso del ‘TBO’
Cap. 8 Las revistas de historietas: la escuela Bruguera
Cap. 9 Las revistas de historietas: Editora Valenciana
Capítulo siguiente
Cap. 11 La historieta española entre 1966 y 1970. Perplejidades y mutaciones
Copyright del artículo ‘La historieta española de 1951 a 1970’ © Pedro Porcel. Publicado previamente en ‘Arbor’, nº 187, con licencia CC y editado en ‘Cualia’ con permiso del autor. Reservados todos los derechos.