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«El Castigador. Hombre de piedra» (2006-2007), de Garth Ennis y Leandro Fernández

¿Creen que el Castigador podría cambiar? Pues no. Todo debe seguir en su sitio. A Castle sólo le importa la pedagogía preventiva. Es decir, liquidar al criminal e intimidar al que pretende serlo.

Hasta su misma furia es digna de un guerrero bárbaro, porque a la hora en que se supone que resulta adecuado mantener la disciplina y la contención, Frank Castle ya ha consumido su dosis de odio sanguinario, y todo acaba indefectiblemente en un charco de sangre, precedido de gritos y explosiones.

Garth Ennis es el guionista que mejor ha comprendido la psicología de esta máquina de matar. En sus cómics, el personaje considera que un disparo a quemarropa es un método plenamente legítimo de consuelo. Cualquier señuelo activa su deseo de venganza. Y desde luego, no faltan objetivos para la consecución de su máximo placer: enviar a la morgue o al hospital a todos los integrantes de la cofradía del mal.

De hecho, la altura del Castigador se mide en comparación con sus adversarios. Como el Eastwood de Sin perdon, lo suyo es hacer escala en los lugares más peligrosos del mundo, allí donde sólo un justiciero que no tenga nada que perder se atrevería a detenerse.

Con un imponente grafismo de Leandro FernándezHombre de piedra (noviembre de 2006-enero de 2007) es el ejemplo arquetípico de lo que vengo contándoles. Un cómic de primera categoría, escrito por Ennis en su mejor momento, y perfilando a Castle como un ángel de la muerte, dispuesto a acabar con todo aquel que le lance una mirada de recelo. Aventurero constante, sus retos son un producto de esa circunstancia.

¿El escenario? Ahí es nada: Afganistán. ¿Los villanos? Criminales de guerra a las órdenes de un genocida, el general ruso Nikolai Alexandrovich Zakharov, que encuentra un cómplice en el ex operativo Rawlins. ¿Aliados? Alguno encuentra Castle: en particular, el británico Yorkie Mitchell, del Special Air Service, y la agente Kathryn O’Brien, dispuesta a cobrarse un precio muy alto por sufrimientos del pasado.

Con todos esos ingredientes, Ennis y Fernández componen un tebeo excepcional, en el que no sobra ni falta una sola viñeta. Fieles a la esencia del personaje, se permiten añadir aquí y allá detalles de humor negro, sofocando así los momentos atroces que tanto abundan en estas páginas. No obstante, más allá de esa violencia, lo que nos brinda Hombre de piedra es una trama militar con detalles conspirativos, regulada por ese cinismo que parece haberse impuesto en esos países donde un kalashnikov es una divisa más segura que el dólar.

Sinopsis

Contiene MAX: Punisher 37-42 USA

Dar una secuela a Madre Rusia que repitiera los esquemas de thriller de espionaje del relato original no hubiera revestido excesivo problema, y a buen seguro que Ennis hubiera resuelto la papeleta con destreza. Pero parecía un desperdicio dedicar otro arco argumental a un tema que ya había tocado anteriormente. La nueva historia también recuperaría a Rawlins, un oficial corrupto de la CIA que había tenido importancia destacada en el relato original, y sumaría a Kathryn O’Brien, interesantísimo personaje surgido de En el principio. Había tantos ingredientes en la receta que el guionista optó por expandir horizontes, tomando como punto de partida, que no de destino, la rivalidad que había establecido entre El Castigador y el llamado Hombre de Piedra, apelativo que además dio nombre al nuevo ciclo. No costaba imaginar a Zakharov como uno de los tigres que Moscú había liberado. Ninguno de los bloques quería un enfrentamiento directo, por eso sus batallas tuvieron lugar en los escenarios que “no importaban a nadie”: en los países sudamericanos donde Washington impuso severas dictaduras a cambio de evitar el avance del comunismo, y también en Afganistán. Los primeros, emprendieron el difícil camino hacia delicadas democracias. Afganistán en cambio… Afganistán era otra historia. ¿Recuerdas? Nunca hay soluciones fáciles para problemas complicados. Y el de Afganistán quizás sea el más complicado de todos.

Con la invasión de 1979, la Unión Soviética había tratado de establecer una sucursal en el país asiático. Para evitarlo, Estados Unidos apoyó a los guerrilleros islámicos, alimentando una bestia que, al cabo de las décadas, se revolvería no sólo contra ellos, sino también contra el resto de la civilización occidental. La guerra se enquistó durante casi una década, hasta que finalmente, en 1989, ésta decidió retirarse del país, dejando atrás un territorio arrasado y una población empobrecida y hambrienta, caldos de cultivo perfectos para el terrorismo que habría de venir. La retirada roja, lejos de traer la paz a la zona, no sirvió sino como prólogo al siguiente conflicto, desatado por La Casa Blanca contra sus antiguos aliados una vez que los atentados del 11-S cambiaran una vez más las reglas. Ése es el país “viejo y lleno de batallas” que Zakharov contribuyó a reducir a polvo. Ése es el país donde se desarrolla este nuevo encuentro con El Castigador.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Marvel Comics, Panini Comics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.