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«El caballo de Lord Byron», de Vanesa Pérez-Sauquillo

A través de su obra y de lo que sabemos de su vida, Lord Byron refleja el pulso de su época. La del apasionamiento es una virtud enteramente byroniana, y seguramente por ello hemos idealizado al escritor con otros detalles románticos: la búsqueda de la libertad y la belleza, el individualismo a ultranza, el refinamiento estético, la raíz oscura del deseo…

Ese retrato busca un acuerdo con la identidad del retratado, y sin duda lo encuentra en episodios tan conmovedores como el que protagonizaron Byron y su hija Allegra. En este sentido, resulta difícil no emocionarse al conocer las circunstancias en que creció la pequeña y su trágico destino.

En la Biblioteca Bodleiana se conserva una carta que Allegra le escribió a su padre, a la edad de cuatro años, desde el convento de San Juan Bautista, en Bagnacavallo, cerca de Ravenna, donde las monjas la sometían, según relató Percy Bysshe Shelley, a una crianza extremadamente severa.

Shelley procuró que Byron la sacase de allí, y también lo intentó su madre, Claire Clairmont, hermanastra de Mary Shelley. Por desgracia, la pequeña enfermó de tifus y murió cuando sólo tenía cinco años y tres meses, el 20 de abril de 1822.

Sin duda, hoy nos cuesta entender la frialdad con la que el escritor se apartó de la niña, dejándola en ese lugar, y también resultan penosos los motivos que incomodaban a todos los citados a la hora de asumir la custodia de Allegra: una cría cuya maldición fue haber nacido fuera del matrimonio en un tiempo en el que los hijos «ilegítimos» tenían la vida cuesta arriba.

Antes de llevarla al convento, Byron había dejado a la pequeña al cuidado de distintas familias. También permitió que se encariñase con su amante Teresa, la condesa Guiccioli, y sin embargo, se negó a que su madre, Claire, la viera. Por otro lado, no confiaba en el matrimonio Shelley a la hora de proteger a la niña, dado que sus tres primeros hijos habían muerto ‒como era frecuente en la época‒ en fecha muy temprana.

En realidad, que Allegra creciera con las monjas era, en su opinión, un modo de brindarle un futuro mejor. No en vano, la propia condesa Guiccioli había recibido su educación en un convento. Por lo demás, resulta muy perturbador el hecho de que Byron no visitara a la pequeña ni respondiera a la cariñosa carta que ella le escribió desde Bagnacavallo.

Les cuento todo esto porque esa trágica historia sirve de contrapunto real a un libro que, desde su primer capítulo, es todo lo contrario: un relato juvenil, mágico, luminoso y entrañable, escrito por Vanesa Pérez-Sauquillo.

Con finura narrativa y buen conocimiento de los personajes y de su época, la autora reconstruye la vida de Byron en su palacio veneciano, a través de una peripecia que protagonizan la pequeña Allegra y otro chaval, Marco, hijo de los sirvientes del escritor.

Pérez-Sauquillo domina el sentido de la maravilla y logra que los lectores más jóvenes se sientan cómplices de los protagonistas en su aventura. Y aunque el lector adulto conozca lo que pasó verdaderamente con Allegra, los niños accederán aquí a una versión alternativa ‒y decididamente feliz‒ de su vida con Byron.

A la elegancia del volumen contribuyen las hermosas ilustraciones de María Espejo: delicadas, imaginativas y muy fieles al tono del romanticismo. En este sentido, Espejo se adueña también del relato y lo convierte en un soporte de su extraordinaria creatividad como artista.

Sinopsis

Desde su lámpara, un poderoso genio nos cuenta esta sorprendente historia donde la realidad se cruza con la magia…

Marco está fascinado con el poeta que va a vivir en el palacio donde trabajan sus padres. Se llama Lord Byron ¡y trae una barca llena de animales! Monos, zorros, pájaros… ¡Qué alegría cuando Lord Byron le dice que su hija Allegra pasará allí unos meses, así no se aburrirá entre tantos adultos!

En un verano luminoso e inolvidable, Marco descubrirá con Allegra los pasadizos secretos del palacio veneciano; juntos buscarán tesoros y se asombrarán con los extraordinarios objetos que guarda el poeta en baúles y cajas. Pero las aventuras pueden traer también desventuras, y la magia puede resultar peligrosa.

A veces el mayor de los tesoros está al alcance de nuestra mano. Solo hay que saber distinguirlo.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © María Espejo, Ediciones Siruela. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.