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El arte fantástico de Frank Frazetta

El ilustrador Frank Frazetta falleció el 10 de mayo de 2010, a la edad de 82 años, en Fort Myers, Florida. Pocos artistas ha habido en la cultura popular tan convencidos de su envergadura. En este sentido, hablamos de un creador que, durante toda su vida, se burló de los lugares comunes de la crítica de arte.

Por desgracia, para que los críticos empezaran a tomarse algunas molestias a la hora de apreciar su labor, Frazetta habría tenido que dedicar sus óleos, acuarelas y lápices a géneros muy distintos de la fantasía y la ciencia-ficción. «Peor para ellos», dirá más de un admirador. Y no ha de faltarle razón.

Pero me pregunto si el hecho de que Frank Frazetta ilustrase fantasías tan fecundas como las que llevan la firma de Robert E. Howard o Edgar Rice Burroughs no nos pone también a la defensiva, como si esos cuadros dinámicos, carnales y exuberantes fuesen otra cosa: algo que no conviene defender en público por mucho que se disfrute privadamente.

No podemos acercarnos al arte de Frazetta limpios de conocimientos y de prejuicios, y sin embargo, su calidad incontestable nos hace creer que algún día merecerán la comprensión y el elogio que hoy se les niega en determinados círculos.

Mientras tanto, bien está que las nuevas generaciones descubran la magia de este virtuoso a través de portadas de libros y discos, en pósters o como ilustraciones de revistas.

Un artista precoz

Frazetta nació en Brooklyn el 9 de febrero de 1928. A sus admiradores nos gusta pensar que su talento ya estaba codificado en sus genes, y que por eso se manifestó muy tempranamente.

Sus profesores recomendaron a los padres de aquel pequeño prodigio que le matriculasen en la Brooklyn Academy of Fine Arts. A lo largo de ocho años, el muchacho aprendió allí lo esencial del dibujo y la pintura. Su principal guía fue un artista italiano, Michele Falanga, quien se convirtió en su tutor y en la persona que más confió en las posibilidades artísticas de Frazetta.

Con el paso del tiempo, también llegaron las distracciones. «En sus años adolescentes –escribe Arnie Fenner–, Frazetta se dedicó a sus tres ámbitos de interés: chicas, béisbol y arte. Destacó en deporte, batió varios récords en la escuela secundaria y, finalmente llamó la atención del entrenador de los Giants de Nueva York, un equipo profesional de béisbol. Le ofrecieron un puesto en el equipo de principiantes con posibilidades de pasar a la gran liga después de una temporada, pero él lo rechazó.»

Falanga quería que su pupilo viajase a Europa y desarrollase su técnica, estudiando bellas artes. Sin embargo, el destino repartió mal sus cartas: el maestro falleció en 1944, y un año después, la escuela cerraba sus puertas.

Con dieciséis años recién cumplidos, Frazetta se dedicó a ilustrar comic-books de fantasía, vaqueros y policías, en la más acendrada tradición del pulp. Aquel era un trabajo alimenticio, a la espera de tiempos mejores.

¿Sus influencias? El gran Howard Pyle y sus seguidores. Sumemos a ello las ilustraciones infantiles de Arthur Rackham, y desde luego, maestros del costumbrismo como Norman Rockwell. Para finalizar, hay tres titanes del cómic que dejan su impronta en FrazettaHal FosterE. C. Segar y Milton Caniff.

Es oportuno hablar de cómics, sobre todo porque, durante la década de los cincuenta, Frazetta tuvo ocasión de publicar sus historietas en editoriales como EC Comics, National Comics y Avon.

«Cuando empezó a trabajar para Magazine Enterprises and National (ahora conocido como DC Comics) –añade Fenner–, se pasó a las historias de aventuras e hizo dibujos para Durango KidManhuntAdventure Comics y Blackhawk. Sus portadas para Ghost Rider tuvieron un éxito tremendo, y en 1951 M.E. dio el visto bueno para que Frank creara su propio cómic, Thunda«.

Mientras tanto, ideaba una tira propia: Johnny Comet. Poco después, otro mago de las viñetas, Dan Barry le quiso como asistente para dibujar su daily strip más legendaria, Flash Gordon. Sin embargo, aquello duró poco tiempo.

Un peso pesado del cómic, Al Capp, lo contrató como ayudante en 1953, y Frazetta se dedicó durante ocho años dibujar Li’l Abner junto a Capp… o en su lugar. Finalmente, el tono de las discusiones se fue acalorando, y cuando su jefe intentó bajarle el sueldo, Frazetta se negó a continuar con aquello.

Para salir del paso, obtuvo algunos ingresos colaborando en las revistas de hombres CalcavadeGent y Dude, pero el horizonte parecía haberse ennegrecido de repente. Gracias a Harvey Kurtzman, empezó a editar en la revista Playboyun cómic cuyo contenido erótico era atenuado por el humor: Little Annie Fanny.

En octubre de 1964, incluyó una caricatura de Ringo Starr en la revista Mad. Una cosa llevó a la otra: esa ilustración despertó el interés de la United Artists, que convirtió a Frazetta en un renombrado cartelista cinematográfico.

Seguramente recuerdan sus creaciones. Entre sus afiches más conocidos, figuran ¿Qué tal, Pussycat? (Clive Donner y Richard Talmadge, 1964) y El baile de los vampiros (Roman Polanski, 1966).

El retorno de Conan

En los sesenta, algunas editoriales comenzaron a republicar viejas novelas de la edad dorada del pulp. Ello permitió a Frazetta ganar dinero como portadista de esas ediciones de bolsillo, impresas en papel barato.

«A principios de los sesenta –dice Fenner–, había ilustrado varios libros de [Tarzán, de] Edgar Rice Burroughs para Canaveral Press, una pequeña editorial, y cuando su amigo Roy Krenkel recibió la propuesta de pintar portadas para las reimpresiones de las obras de Burroughs en la editorial Ace, Frank quiso unirse al proyecto».

En 1964, el inefable James Warren, editor de Famous Monsters of Filmland, también quiso reverdecer las glorias de los viejos cómics de horror, y brindó a Frazetta la ocasión de diseñar las portadas de una memorable cabecera, Creepy. Como portadista, también se hizo notar en las demás revistas de WarrenEerieBlazing Combat y Vampirella.

Al advertir el buen rendimiento de Ace con las novelas de Burroughs que lucían portadas de Frazetta, Lancer quiso repetir la jugada con otro personaje: el bárbaro Conan. Contratado por el doble de dinero de lo que obtenía en Ace, el ilustrador inició su trabajo de inmediato.

Sin embargo, ocurrió algo inesperado, y es que su fabulosa portada para el volumen Conan the Adventurer, con textos de Robert E. Howard y L. Sprague de Camp (Lancer 1966), despertó una enorme atención por parte de los lectores.

En poco tiempo, los libros de Conan con cubiertas de Frazetta también se convirtieron en éxitos de ventas, como si el contenido fuera algo secundario y lo importante fuera la fantasía primitiva que se concentraba en aquellas cubiertas.

Al mismo tiempo que continuaba creando portadas para las reediciones de Howard –con un estilo flexible y amplio de recursos–, vio cómo triunfaban sus óleos para otra serie de novelas. En este caso, se trataba de un ciclo narrativo debido a Edgar Rice BurroughsBarsoom, con portadas pintadas por nuestro artista entre 1970 y 1972.

De ahí en adelante, Frazetta reflejó en sus cuadros el doble filo de la aventura, sin atender a las modas, y con esa mezcla característica de peligro, sensualidad, violencia, exotismo y tensión física. A ojos del espectador, era imposible no caer rendido ante semejante propuesta.

Hielo y Fuego

En 1983, Ralph Bakshi llevó a la pantalla Tygra: Hielo y Fuego (Fire and Ice), un largometraje de dibujos animados inspirado en personajes de Frazetta. Pese a que los resultados comerciales fueron decepcionantes, la película se convirtió en una obra de culto, admirada por realizadores como Robert Rodríguez, quien llegó a plantearse un remake.

En todo caso, para entonces, el arte de Frazetta había alcanzado fabulosas cotizaciones en el mercado, y sus acuarelas, óleos y bocetos a lápiz se vendían en subastas y galerías por miles de dólares. George Lucas y otras celebridades adquirían sus cuadros por sumas astronómicas, pero los críticos, al encararse con su tarea, eran menos generosos, y catalogaban esas obras bajo la etiqueta del kitsch.

Reconozcámoslo: hubiera sido un milagro que unos cuadros con bárbaros sanguinarios, princesas deslumbrantes y feroces tiranosaurios llegasen a aparecer en las revistas académicas o en los suplementos culturales.

«Frazetta –escribe el pintor Rick Berry– trasciende la ilustración y la convierte en arte. Ya sé que habrá gente que levantará los ojos al cielo y dirá: «Venga ya. Este tío pinta demonios alados, magos, espadachines y tipos mitológicos». Sí, claro, igual que hicieron LeonardoMiguel ÁngelTiepoloGoya y Picasso. Lo que para algunos es reprochable es el éxito comercial en la cultura de masas. O el sentido de la oportunidad. El gran arte no se ocupa de un tema ya determinado de antemano. El gran arte no teme ningún escenario.»

Por desgracia, una afección en la glándula tiroides minó cruelmente la salud del artista, quien poco a poco perdió el vigor de antaño. Ese deterioro físico ya se reflejaba en el documental Frazetta: Painting With Fire (2003), en cuyo metraje era obvio que el artista no pasaba por su mejor momento.

Con todo, el espíritu luchador de este italoamericano le llevó a conservar la confianza, incluso en ese momento terrible en el que, incapacitado y sin tono muscular, se vio obligado a pintar con la mano izquierda. Acaso era consciente de que, a esas alturas de su carrera, ya tenía garantizada la inmortalidad.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las ilustraciones © Herederos de Frank Frazetta. Reservados todos los derechos. Citas de Rick Berry y Arnie Ferner procedentes del libro «Frank Frazetta. Maestro del Arte Fantástico» (Taschen, 1999)

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.