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Ed Gein en el cine: la génesis del gótico americano

Prácticamente, casi todos los asesinos «famosos» han tenido su correspondiente libro o película. John Wayne GacyTed BundyAlbert DeSalvoManuel Blanco Romasanta o Andrei Chikatilo, entre otros nombres de una siniestra galería, han servido de inspiración a filmes de todo tipo, desde grandes clásicos u obras de culto hasta olvidables biopics realizados para la televisión o lanzados directamente al mercado doméstico.

Ed Gein no supone ninguna excepción a esta norma. Sus macabras apetencias y su peculiar trastorno mental llamaron la atención del escritor estadounidense Robert Bloch, cuya novela Psicosis, publicada en 1959, cristalizó en obra maestra de la mano del director Alfred Hitchcock.

Los crímenes cometidos por este granjero de Plainfield (una pequeña localidad de Wisconsin) convulsionaron a la sociedad estadounidense. En 1958 fue detenido y acusado de asesinar a dos mujeres. Su granja ocultaba un museo de horror: Gein profanaba tumbas y decoraba la casa con restos humanos, confeccionando además con la piel ropa, máscaras e incluso pantallas para lámparas.

Por si fuera poco, el cadáver de su segunda víctima fue encontrado colgado en el granero como una pieza de caza.

Gein fue recluido en un psiquiátrico, donde permaneció hasta su muerte. Su caso ilustra las monstruosas consecuencias de unas relaciones materno-filiales enfermizas y de marcados tintes edípicos. La demencia de Gein se precipitó tras la muerte de su madre, cristalizando en un odio extremo a la mujer y una obsesión malsana por el cuerpo femenino.

Psycho (Psicosis), la novela de Robert Bloch

Robert Bloch aprovechó el material relativo a estos truculentos crímenes para la génesis de su novela. El novelista ubicó a su personaje Norman Bates en un escenario distinto, un olvidado motel de una carretera secundaria en lugar de una granja aislada, pero conservando los rasgos que le parecieron más relevantes del verdadero asesino.

Así, la personalidad del vesánico protagonista está marcada por el maltrato al que le sometió su madre, una mujer desequilibrada, muy religiosa y extremadamente estricta que describe a su hijo como un «impotente» mientras tilda a las mujeres de «perras» que tientan a los hombres.

Si bien Bloch nunca llegó a trabajar con Hitchcock –el director británico contó con el guionista Joseph Stefano y sus comentarios sobre la calidad de la novela distaron de ser elogiosos–, el gran éxito del filme le hizo famoso y le introdujo en el mundillo del cine y la televisión. Entre otros, elaboró los guiones de The Night Walker y El caso de Lucy Harbin (Strait-Jacket), dos películas del denominado Grand Dame Guignol (también llamado psycho-biddy o hag horror), que fueron producidas y dirigidas por William Castle en 1964.

Psicosis de Alfred Hitchcock

Al contrario que la novelaPsicosis (Psycho, 1960) arranca con los problemas amorosos y monetarios de su protagonista femenina, Marion Crane (Janet Leigh), que comete un desfalco en su oficina para casarse con su amante.

Psicosis no presenta a su perturbado protagonista hasta pasados más de veinte minutos. Hitchcock juega con el suspense y «se divierte destrozando una a una las expectativas del espectador y tampoco titubea a la hora de matar a su protagonista en el primer tercio de la cinta. Gran parte del argumento […] se revelará como una simple maniobra de distracción» (1). Pasados poco más de cincuenta años desde su estreno, todo el mundo sabe que la historia inicial del robo del dinero no es más que un McGuffin que culminará en la famosa escena de la ducha, del mismo modo que son sobradamente conocidos los diversos sustos que salpican la trama. Pero la pérdida del elemento sorpresa no ha deslucido en ningún caso el valor de esta gran obra, una de las más experimentales de su autor y con mayor fuerza visual.

Para el papel de Norman, Hitchcock escogió al actor Anthony Perkins, un joven alto, tímido y con apariencia de «buen chico», cuya fragilidad despertaba simpatías hacia su personaje. Así, su comportamiento amable y sensible hace que una fugitiva y algo paranoica Marion se sienta confiada y llegue, incluso, a revelarle su verdadero nombre (cuando, en el registro del motel, había firmado con un nombre falso). Esto supone un importante cambio con respecto al original literario. En la novela, Bates es descrito como un tipo apocado, solitario, extraño y de aspecto poco atractivo (maduro, con gafas y sobrepeso).

«El mejor amigo de un chico es su madre«

Eso es lo que Norman afirma a Marion durante el breve refrigerio, con inofensiva excentricidad. Sin embargo, pronto se verá que el conflicto del chico con su madre va más allá de un mero choque generacional o de la senilidad de una madre enferma.

El filme incide explícitamente en la insana relación materno-filial, evidenciando los nocivos efectos de la educación represora y de la misoginia que la madre inculca a su hijo, a la vez que la sombra del incesto flota en el ambiente, sumándose a otros elementos sexuales perversos (voyeurismo, travestismo y necrofilia).

Psicosis pasa de mostrar a Bates acechando a su víctima a través del agujero del cuarto de baño a convertir al espectador mismo en un mirón. En el filme, el apuñalamiento de Janet Leigh desnuda en la ducha es representado como una violación perpetrada por un personaje incapaz de tener una relación sexual «normal», «una neurosis mortífera ligada a la frustración sexual […]. Visualmente, la significación fálica del largo cuchillo resulta clara» (2).

El tratamiento del personaje de Norman Bates hizo que Psicosis fuera considerada, junto con El fotógrafo del pánico (Peeping TomMichael Powell, 1960), un ilustre precedente de subgéneros como el slasher. Ambas películas «inauguraron una nueva era del terror cinematográfico al convertir a sus monstruos no solo en seres humanos, sino en personas psicológicamente reales. Los asesinos de estos filmes […] se ven impulsados por bajas pasiones y compulsiones irresistibles a asesinar mujeres sexualmente transgresoras» (3).

Asimismo, Psicosis influyó poderosamente en el posterior gótico americano, con su visión distorsionada del entorno rural y su tratamiento perverso de la familia. Un horror en el que ahondarían explícitamente rompedoras obras de culto como La matanza de Texas (The Texas Chain Saw MassacreTobe Hooper, 1974) o Deranged (Jeff Gillen y Alan Ormsby, 1974), que retomaron la malsana figura de Ed Gein para plasmar en la gran pantalla una violencia como no se había visto antes.

Psicosis representaba el horror con un aire insoportablemente familiar y cotidiano, una concepción alejada de la literatura gótica europea del XIX que había inspirado grandes clásicos del género, como los realizados por Universal.

En los años 70, una generación de nuevos cineastas como George A. Romero, Tobe Hooper, Wes Craven o John Carpenter incidirán en ese retrato bestial y atávico de la «otra América» que acecha a los incautos desde las sombras del sueño americano, dando forma al denominado american gothic (gótico americano).

De Drácula saliendo de su ataúd y de castillos y abadías de resonancias medievales se pasó a un nuevo tipo de escenarios: sórdidas gasolineras, puebluchos aislados y endogámicos, campos de maíz o granjas habitadas por ignorantes y perturbados rednecks.

Deranged y La matanza de Texas

Deranged (Jeff Gillen y Alan Ormsby, 1974) recrea bastante fielmente los crímenes de Gein, que aparece rebautizado como Ezra Cobb. Plasma de modo explícito y con tono de falso documental las obsesiones necrófilas del enmadrado asesino (Roberts Blossom), aderezando el conjunto con humor negro. Los efectos especiales fueron realizados por Tom Savini. El bajo presupuesto manejado en ningún modo supuso escatimar escenas perversas, entre las que destaca la de la cena con una aterrorizada víctima y varios comensales en avanzado estado de descomposición.

Al contrario que Deranged, una obra injustamente olvidada, La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) exhibe airosa su estatus de clásico del género. Dirigida por Tobe Hooper y escrita por este y Kim Henkel, presentaba un argumento luego típico: varios chicos de ciudad hacen una escapada al campo topándose con un grupo de degenerados. Tuvo varias continuaciones y remakes, además de influir poderosamente en otros filmes.

De un asesino solitario se pasó a una familia de desquiciados caníbales, todos varones, si bien se conservó la imaginería del caso original: el aspecto de pesadilla de la granja, con sus lámparas de piel, muebles y adornos elaborados con huesos y restos de cadáveres humanos y animales.

Uno de los grandes logros de La matanza de Texas es la elaboración de un villano tan icónico como inmisericorde. «Leatherface» o «Cara de cuero» (interpretado por el actor islandés Gunnar Hansen) se ha convertido en una imagen mítica del género. Torpe, robusto, con un retraso mental evidente y un rostro deforme siempre oculto tras varias máscaras (elaboradas toscamente con piel humana), es despiadado con los extraños a la vez que obediente y sumiso con su familia. Ataviado con un delantal de matarife, ejecuta impasible a sus víctimas con un mazo o con su arma favorita, una sierra mecánica.

Si bien ya se daba un uso letal a esta herramienta en La última casa a la izquierda (The Last House on the LeftWes Craven, 1972), no fue hasta la aparición de «Leatherface» que la motosierra se popularizó. Será empleada como arma en filmes tan diversos como Motel Hell (Kevin Connor, 1980), El ejército de las tinieblas (Army of DarknessSam Raimi, 1992) o American Psycho (Mary Harron, 2000).

La mujer moderna y el redneck

Al contrario que el asesino real, que buscaba mujeres parecidas físicamente a su madre, el protagonista de Deranged se fijaba en féminas particularmente atractivas. Igualmente, en La matanza de Texas las víctimas predilectas son jóvenes, una generación de urbanitas hijos de la revolución sexual y ajenos al mundo rural anquilosado ideológicamente.

En el american gothic, la mujer moderna y sexualmente deshinhibida está en el punto de mira de los anacrónicos e ignorantes rednecks, que intentarán mutilarla, violarla (como sucede en los rape & revenge) y asesinarla.

Los asesinos en serie, personificación del terror cotidiano

Claro que estas no fueron las únicas películas inspiradas en este asesino. El exploit Three on a Meathook (William Girdler, 1972) también se basó parcialmente en Gein y Thomas Harris lo aprovechó en su famosa novela, llevada al cine en El silencio de los corderos (The Silence of the LambsJonathan Demme, 1991), para el personaje del asesino en serie «Buffalo Bill» –interpretado en el celuloide por Ted Levine–. En el biopic «oficial» Ed Gein (Chuck Parello, 2000), Steve Railsback se metió en la piel del granjero y Carrie Snodgress en la de su maltratadora madre.

«Lo interesante de la repercusión del caso de Gein en la cultura popular es que, hasta entonces, el monstruo venía siempre de fuera; de Transilvania, de Egipto, de remotas junglas o del espacio exterior. A partir de Gein, el monstruo podía ser el chico de la puerta de al lado» (4).

Como afirmó Tobe Hooper, «Mothra no me daba miedo, tampoco Godzilla. Es la gente lo que me asusta» (5). Y es que el daño más atroz es el que puede infligir un humano a un semejante.

Citas

(1) Steffen Haubner (edición de Jürgen Müller), Cine de los 50, Madrid, Taschen, 2005, p. 492.

(2) Gérard Lenne, Erotismo y cine, Madrid, Alcoexport, 1998, p. 217.

(3) Jonathan Penner, Steven J. Schneider y Paul Duncan, Cine de terror, Madrid, Taschen, 2008, p. 13.

(4) Manuel Moros Peña, Historia natural del canibalismo, Madrid, Nowtilus, 2008, p. 288.

(5) Declaraciones del cineasta en el documental The American Nightmare (Adam Simon, 2000).

Copyright del artículo © Lola Clemente Fernández. Reservados todos los derechos.

Mª Dolores Clemente Fernández

Mª Dolores Clemente Fernández es licenciada en Bellas Artes y doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid con la tesis “El héroe en el género del western. América vista por sí misma”, con la que obtuvo el premio extraordinario de doctorado. Ha publicado diversos artículos sobre cine en revistas académicas y divulgativas. Es autora del libro "El héroe del western. América vista por sí misma" (Prólogo de Eduardo Torres-Dulce. Editorial Complutense, 2009). También ha colaborado con el capítulo “James FenimoreCooper y los nativos de Norteamérica. Génesis y transformación de un estereotipo” en el libro "Entre textos e imágenes. Representaciones antropológicas de la América indígena" (CSIC, 2009), de Juan J. R. Villarías Robles, Fermín del Pino Díaz y Pascal Riviale (Eds.). Actualmente ejerce como profesora e investigadora en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).