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Delibes/Trapiello. El pulp tendrá que esperar

Estos días me he enzarzado en la lectura de El hereje, de Miguel Delibes y Al morir don Quijote, de Andrés Trapiello: necesitaba meterme en vena un buen castellano (pero no atino a encontrármela).

No soy delibesiano, aunque el hombre me cae bien, como a casi todo el país. Tampoco concibo la literatura como un oficio, requiero de bascas imprevistas que engatusen mi credibilidad para con el rito de fabular. Necesito conjurar la magia, no creo en la racionalidad como motor, me derrumbaría al primer folio. Eso me aleja mucho del concepto artesanal del Delibes narrador. Y de su solidez, claro.

El hereje es una novela agradecida. El escritor hace fácil lo difícil, que es hoy escribir con todas las posibilidades del idioma sin delación de jadeo. Cada página incluye un trazo de mi lápiz contorneando palabras jamás vistas ni intuidas. La historia que narra es interesante y, más que un canto a la tolerancia, es un lamento, quedo, a la intolerancia. A la de aquí, la que riega nuestras plantas desde siglos ha. La rúbrica de perro viejo me agrada: no hay atisbo en la novela de que cuente nada extraordinario o que el ánimo represor descrito vaya a minimizarse con el mundo avanzado. Ni personaje ni escritor se aturden ante la crueldad humana. Buen libro para leer como paseo.

Un pero que es casi poromponpón: el escrúpulo editor le hubiera ido bien a la versión publicada, con el fin de recortar alguna contradicción interna y randas estorbadoras, como esas fantasías eróticas que ponen demasiado en evidencia lo poco juguetón que es el chi de su autor.

Al morir don Quijote es otra cosa. Otra generación, otro anhelo. Creo que es una de las novelas españolas más ambiciosas a las que me he acercado. Me atrajo no solamente la recreación de un modo, también el aroma pulp de la propuesta. ¡Una nueva continuación al mito cervantino!

Rematar si es buena o mala es hacerle flaco favor, en cualquier caso. Por paisanaje simpatizo con Trapiello, pero no me esperaba este trabajo de Hércules. En cada frase se huele el esfuerzo, la tensión, el tesón, el exudado castizo de este tour de force. El nuevo cronista se aleja de la tragicomedia cervantina y elige el más confortable (y controlable) sendero de la novela intimista y sentimental. No me parece concesión, pues no baja la guardia expresiva: hay párrafos luminosos, reflexiones gloriosas, pasajes de muy altos vuelos, casi inalcanzables para ningún otro escritor español vivo (presiento). Leerlo y no creerlo; y creerlo: lo que cuenta.

Dos autores que tratan el idioma como animal vivo, no embalsamado. Dos experiencias.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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