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Crítica: «Scott Pilgrim contra el mundo» (Edward Wright, 2010)

El exitoso cómic del canadiense Bryan Lee O´Maley llega al cine de la mano de Edgar Wright, un director que ha dado mucho que hablar en los últimos años, al menos entre el público llamado geekScott Pilgrim contra el mundo (Scott Pilgrim Vs. The World) es una comedia sobre asuntos muy reales, pero mostrados de manera peculiar.

Los anteriores films de WrightShaun of the Dead (llamada en España algo así como Zombies Party) y Hot Fuzz (retitulada Arma fatal), han servido para elevar a la categoría de «actor de culto» al actor Simon Pegg, y de paso para entusiasmar al público que por aquí se llama friki, a algún que otro moderno… y a esos pocos que no saben nada de tribus urbanas, pero simplemente les gusta divertirse con las películas, los videojuegos, los dibujos animados o los cómics, sin necesidad de ser marcados como el ganado.

Bien es cierto que el cine de Wright está lleno de referencias a todos estos mundos. De hecho, usa los clichés y los guiños como herramientas narrativas y hasta como lenguaje con el que hablan sus personajes, pero al final lo que cuenta son historias sobre el paso hacia el mundo adulto, ese desagradable lugar al que los que nacimos la década de los 70, o posteriores, nos cuesta tanto adaptarnos.

Si Shaun of the Dead Hot Fuzz trataban sobre treintañeros, en esta ocasión los personajes tienen veintipocos años, esa edad en la que hay que sacudirse la adolescencia, algo que Scott Pilgrim –un Michael Cera algo menos enervante que en anteriores trabajos– no tiene valor de hacer por falta de respeto hacia sí mismo.

La película, como se explica en alguna frase totalmente innecesaria, demuestra que preocuparse por el pasado arruina el futuro y, lo que es peor, no deja disfrutar el momento, que al final es lo único que cuenta en la vida.

La larga ristra de ex-parejas de su nueva novia se le viene encima, literalmente, y el antihéroe se deja la piel en combatirlas en lugar de pasar un buen rato junto a su pareja.

Diversas relaciones amorosas –o más bien obsesivas y egocéntricas– se entrecruzan en esta comedia romántica, en la que la sorprendente puesta en escena puede hacer que más de un espectador no vea el bosque.

En Scott Pilgrim, además de la característica narrativa fragmentada y dinámica de Edgar Wright, el público se encuentra con recursos estéticos del anime, los cómics y, sobre todo, los videojuegos de lucha, en especial los pertenecientes a las consolas de 16 bits –las de la década de los 90–, lo cual hace pensar que, pese a ser una película dirigida a veinteañeros, en realidad apunta sus miras a un público adolescente de 30 años para arriba.

El logo inicial de la Universal se transforma en esta película para parecer sacado de algún antiguo juego de Atari, los malos se transforman en monedas cuando son vencidos, y rótulos de Street Fighter II se cuelan en la acción sin que a nadie le parezca raro que todo el mundo sepa artes marciales o posea poderes místicos.

El realismo y la seriedad desaparecen de un film que utiliza las herramientas que le viene en gana para comunicar ideas y sentimientos, y más de uno se confundirá pensando que Scott Pilgrim contra el mundo es una modernez, como esas con las que realizadores como Guy Ritchie intentan seducir a los pipiolos impresionables.

Sin embargo, aquí no se trata de estilo sin sustancia. Como sucedió con ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004) –curiosamente ambas películas incorporan una adorable chica con pelo extravagante–, lo que en principio parece mero exhibicionismo posmoderno en realidad encierra temas de la vida real y situaciones reconocibles para prácticamente cualquier tipo de espectador.

Quizá se eche de menos un «enemigo final» algo más potente, o se eche de más tanto protagonismo de la música, pero sí es cierto que esta pequeña película es una curiosidad muy entretenida y nada desdeñable, una muestra más de que Edgar Wright es un realizador con imaginación y destreza. Y lo más importante, un cineasta que transmite el entusiasmo con el que hace sus películas.

Sinopsis

Scott Pilgrim (Michael Cera), es un encantador y desempleado bajista de un grupo “garage” de lo más corriente, los Sex Bob-omb. Este joven de 22 años acaba de conocer a la chica de sus sueños… la de verdad.

¿Cuál es el problema a la hora de conquistar a Ramona Flowers (Mary Elizabeth Winstead)? Los siete ex de la chica están decididos a matar a Scott. El cineasta Edgar Wright cuenta la asombrosa historia de un vago romántico en busca del amor.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © 2010 Big Talk Productions, Closed On Mondays Entertainment y Marc Platt Productions. Cortesía de Universal Pictures International Spain. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).