Siguiendo la tradición de las series de terror de serie B, Saw estrena una película cada año, y ya van siete. También mandan las leyes no escritas del terror barato que toda serie ha de tener una entrega en 3D, algo todavía más inevitable en el nuevo renacimiento de esta moda, aunque sea sin gafas de colores.
Sorprende que, a estas alturas, la saga Saw siga estrenando sus películas en cine y no directas a vídeo, como suele suceder con este tipo de series. En cierto modo, es algo que nos alegra.
En realidad, la mayoría de las personas no adolescentes ya se había olvidado de estas películas –quien esto escribe se quedó en la tercera entrega– hasta que Saw VI tuvo una ligera repercusión en los medios españoles por ser cabeza de turco en el vergonzoso regreso de la censura cinematográfica a España.
Más por cuestiones político–comerciales que por su contenido, Saw VI no fue censurada tal cual –siempre hay truco–, sino que su exhibición quedó relegada a los cines X por su violencia –no mayor que, digamos, la de Balada triste de trompeta–. Teniendo en cuenta que en España no quedan ni diez cines de ese tipo y que el público objetivo de esta clase de terror es el adolescente, la distribuidora se vio obligada a estrenar una copia censurada.
Las quejas por este hecho –o el trato dado por las autoridades a la brutal A Serbian Film– no han sido ni de lejos tan sonoras como las provocadas por el tema de las descargas en Internet, y es que a los nuevos «luchadores por la cultura» no parece importarles demasiado otra cosa que no sea el poder ver películas gratis.
Saw 3D no tiene aspecto de haber sido censurada, y ofrece lo que se espera de ella: dos o tres tramas tontorronas y enrevesadas y el plato principal: gore tan ridículamente sádico que no puede ser tomado en serio.
No se trata de uno de esos films que dejan mal cuerpo –la citada A Serbian Film o la francesa Martyrs–, sino más bien de un grand-guignol de tebeo, más cercano a las ocurrencias malévolas de Fu Manchú o el Joker que a la tortura realista. Claro está, los estómagos poco tolerantes con la sangre acabarán más que revueltos.
La diferencia entre la saga Saw y cualquier otro ciclo sanguinolento, pongamos por ejemplo Viernes 13, es que el primer film basaba su atractivo no sólo en las extravagantes torturas del asesino, sino en una trama policiaca retorcida y con sorpresa final.
A estas alturas, la historia ha dado tantas vueltas que casi es imposible recordarla, y los pobres guionistas han de hacer el paripé de seguir dando vueltas de tuerca, si bien se les nota menos esforzados al respecto, ya que el público lo que en realidad quiere ver son destripamientos ingeniosos, no muy alejados a los que se ven en los dibujos de Rasca y Pica que aparecen dentro de la serie Los Simpson.
El derroche de gore adquiere mayor protagonismo en este film en 3D, y es que el subgénero de casquería se presta especialmente bien a esta tecnología por su naturaleza de atracción de feria, con cachitos de gente volando hacia la cámara y demás delicias para complacer al adolescente con ganas de juerga.
Hay que volver a citar a los Los Simpson para hablar del reparto, ya que está íntegramente compuesto por mujeres sicalípticas salidas de alguna revista picante y actores fracasados al más puro estilo del Troy McClure de la serie de Matt Groening.
En Saw 3D un Cary Elwes con sobrepeso regresa a la serie, y también podemos ver a promesas incumplidas de la televisión de los 90 como Costas Mandylor (Picket Fences) o Sean Patrick Flanery (Las aventuras del joven Indiana Jones).
Gran parte de la película se basa en una gymkana preparada por el asesino al ex–joven Indiana, y bien podría ser el guión de uno de los videojuegos de Saw que aparecen de cuando en cuando en el mercado. El suspense de las primeras películas sobre si las víctimas sobrevivirían o no a las trampas de Jigsaw ya es un mero trámite, y el espectador está deseando que no sobrevivan –apenas son personajes de verdad, e incluso se elige como carnaza a escoria como neonazis– para ver cómo los destrozan de las maneras más extravagantes.
Saw 3D no es cine bueno, ni siquiera buen cine de terror, pero hay que reconocer que sus estrambóticas muertes y la ingenuidad de sus historietas despiertan la sonrisa, siempre que la película se vea desde la perspectiva adecuada, que no es otra que la del humor negro más básico.
Sinopsis
Mientras se libra una mortal lucha en torno al legado de Jigsaw (Tobin Bell), un grupo de supervivientes de sus juegos se reúne para buscar el apoyo de Bobby Dagen (Sean Patrick Flannery), gurú de la autoayuda y también superviviente de Jigsaw. Sin embargo, los oscuros secretos de Dagen desencadenarán una nueva oleada de terror…
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