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Crítica: «Odd Thomas: Cazador de Fantasmas» (2013)

Confieso mi devoción por Stephen Sommers. Así ha sido desde mi primer visionado de Deep Rising (1998).

Su carrera habría podido brillar a la altura de las de J.J. AbramsZack Snyder o Michael Bay, pero desgraciadamente quedó truncada tras el fracaso en taquilla de Van Helsing (2004). Ese desastre financiero interrumpió la progresión alcanzada gracias a éxitos como la mencionada Deep RisingLa momia (1999) o El regreso de la momia (2001).

Tras lo sucedido con Van Helsing, la carrera de Sommers ha ido cuesta abajo, y sus trabajos apenas se cuentan con los dedos de una mano: la prescindible G.I. Joe (2009), algún episodio de la serie televisiva Max Steel y Odd Thomas: Cazador de fantasmas (2013), su último y accidentado trabajo hasta la fecha.

Interpretado por Anton Yelchin, Odd Thomas es un joven cocinero en un modesto dinner de Pico Mundo, una pequeña localidad del desierto californiano. Divertido, sencillo y carente de ambiciones, posee el don de poder ver entidades sobrenaturales, invisibles a la vista del ser humano común. Dentro de su catálogo de visiones, figuran los espíritus de los muertos, en ocasiones víctimas de asesinatos que recurren a él en busca de justicia, o los bodach, una suerte de peligrosos carroñeros espectrales que se alimentan del sufrimiento y el derramamiento de sangre.

Un día, mientras Odd trabaja en el restaurante, irrumpe en el local un sujeto estrafalario, rodeado de bodachs, señal inequívoca de que algo terrible se cierne sobre Pico Mundo y que el protagonista intentará impedir.

Como suele ser habitual en su filmografía, Sommers simultanea la labor de dirección con la escritura del guión, en este caso la adaptación de una novela de Dean KoontzMi nombre es Raro Thomas (Suma de Letras, 2007).

Nos hallamos ante un libreto con pocas sorpresas, cuyos temas que remiten a cintas como Agárrame esos fantasmas (The FrightenersPeter Jackson, 1996) y El sexto sentido (The sixth senseM. Night Shyamalan, 1999), o a series de televisión como Médium o Entre fantasmas.

Pese a lo aparentemente trillado de la propuesta argumental, el resultado final es un equilibrado y bien mezclado cóctel de sustos y acción, aderezado con dosis de humor, romance y drama.

Destaca el mencionado Anton Yelchin, encabezando el reparto. El actor se dio a conocer con su papel de Pavel Chejov en el reboot de la saga Star Trek y como Kyle Reese en Terminator: Salvación (Terminator: SalvationMcG, 2009). Ya dio muestras de lo que es capaz de hacer cuando le dan un papel protagonista en el notable remake de Noche de miedo (Fright NightCraig Gillespie, 2011).

El papel de Odd Thomas le viene como anillo al dedo, y el espectador rápidamente siente empatía con él: un working class hero de apariencia mediocre, que no tiene un cochazo, no tiene pinta de guaperas tipo duro y dispara lo justo (la antítesis de los protagonistas de, por ejemplo, Sobrenatural). Sin duda, todo un acierto de casting.

Especial mención merece Addison Timlin como Stormy Llewellyn, la novia de Odd, cuya excelente química con Yelchin es otro de los pilares de la cinta.

Entre los secundarios se cuentan Willem Dafoe, que lleva años apuntándose a cualquier bombardeo fílmico y que aquí nos regala una comedida interpretación, y Arnold Vosloo, que aparece en un cameo, como integrante de la inexistente compañía de repertorio de Stephen Sommers.

Por razones de presupuesto –según fuentes oficiales, sólo veintisiete millones de dólares–, habría que ubicar la película en los límites de la serie B, aunque esto no redunde en el resultado final.

Sommers sabe administrar ese presupuesto tan magro –famélico si se compara con el resto de su filmografía–. Dota al film de unos efectos especiales más que conseguidos y reúne a un reparto conocido y con talento. En el terreno estético, la película posee un registro sobrio y luminoso, alejado de las estridencias visuales y narrativas de sus anteriores cintas, proclives a la sobredosis de CGI.

Se trata, pues, de una honesta y notable propuesta, de un tono blanco que no cae en la gazmoñería y que podría significar una oportunidad para el repunte de la carrera del director.

Desgraciadamente, el film ha tenido un accidentado devenir. Pese a rodarse en 2011, seguía inédito en 2013, si excluimos su pase en algún festival. El motivo de tal situación se concreta en las disputas legales, por desavenencias económicas, entre algunos de los productores.

Aunque parece que ese litigio ha sido solventado y se anuncia el estreno en 2014 (en España, directamente en DVD), es de temer que no redunde de manera positiva en el futuro fílmico de Stephen Sommers, pese a que algunas fuentes le colocan al frente de un anunciado remake de Cuando los mundos chocan (When worlds collideRudolph Maté, 1951). El tiempo lo dirá.

Sinopsis

Thomas es un hombre que no trata de cambiar el mundo, pero que utiliza sus poderes para tratar de ayudar al jefe de policía local a resolver los crímenes, porque Thomas tiene la capacidad de poder ver y hablar con los fantasmas.

Pero también puede ver Bodachs, espíritus malignos que se regodean en el dolor y cuya presencia significa la probabilidad de violencia inminente. Su preocupación empezará cuando descubra a cientos de estos espíritus revoloteando alrededor de un solo hombre, un extraño en el pueblo. Pronto descubrirá que este hombre ha construido un santuario para asesinos y un peligroso complot parece se ha puesto en marcha, así que Thomas empezará una carrera contra el tiempo para tratar de detener a este hombre.

Copyright del artículo © José Luis González Martín. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Fusion Films, The Sommers Company. Cortesía de La Aventura Audiovisual. Reservados todos los derechos.

José Luis González Martín

Experto en literatura, articulista y conferenciante. Estudioso del cine popular y la narrativa de género fantástico, ha colaborado con el Museo Romántico y con el Instituto Cervantes. Es autor de ensayos sobre el vampirismo y su reflejo en la novela del XIX.