Pese a todo, aún hay espacio para el cine adulto en Hollywood, como demuestra esta película… Bueno, vale, no es una película hollywoodiense, sino una coproducción entre Israel y Estados Unidos de expectativas comerciales modestas. Pero cuenta con la (¿ex?) estrella Richard Gere como protagonista y con la participación de notables secundarios, como los veteranos Steve Buscemi, Michael Sheen y Hank Azaria, o el cada vez más presente Dan Stevens.
Richard Gere nos recuerda que en algún momento fue algo más que un ídolo para damas maduras, y lleva a cabo su mejor interpretación en mucho, mucho tiempo. Aquí encarna a una suerte de charlatán y chanchullero que pulula por Manhattan buscando conexiones con las altas esferas, ejerciendo de “Celestina” entre personas importantes, mintiendo como un bellaco y ofreciendo “estrategias” que no se sabe muy bien en qué consisten.
Un tipo sin verdadera identidad, ni siquiera oficina o domicilio que los demás conozcan, siempre pateando las calles o colándose en lugares de interés (oficinas, actos públicos e incluso fiestas privadas). Un charlatán que, por circunstancias de la vida y de las corruptelas políticas, acaba transformándose en una suerte de redentor que se sacrifica por los pecados ajenos.
Los espectaculares escenarios neoyorquinos son utilizados con sabiduría por el director Joseph Cedar, creando una atmósfera no del todo realista, algo opresiva y con cierta cualidad onírica que nos ayuda a empatizar con el personaje, pero que también potencia su enigmática naturaleza.
Esta historia de un tipo ingenuo y generoso pero que quiere dedicarse a la profesión del tejemaneje sucio y traicionero está escrita, rodada e interpretada con estilo y atención por el detalle, y se aleja en aspecto y desarrollo de las habituales películas sobre el belicoso inframundo de la política y el poder.
Sin grandes campañas publicitarias, es fácil que muchos espectadores pasen por alto esta película (“una de Richard Gere”), pero sin duda, merece la pena echarle un vistazo.
Sinopsis
Un hombre de negocios de poca monta llamado Norman Oppenheimer se hace amigo de un joven político en un momento bajo y solitario de su vida.
Tres años más tarde, cuando ese político se convierte en un líder mundial influyente, la vida de Norman cambia dramáticamente. Para bien. Y para mal.
Joseph Cedar ha escrito y dirigido la historia de Norman Oppenheimer, un sencillo arreglador de Nueva York, en el que ha reimaginado un relato arquetípico que se repite a lo largo de la Historia y de la literatura desde hace miles de años: el Judío de Corte. «La historia de un Judío de Corte resigue una estructura clásica» ‒comenta Cedar‒. «Un judío se cruza con un hombre que finalmente resulta alguien poderoso, pero lo encuentra cuando se halla en horas bajas. El judío le ofrece al hombre un regalo o un favor, y cuando éste alcanza el poder, incorpora al judío a su corte. Éste prospera y se convierte en un asesor privilegiado, hasta que deviene objeto de rencores y antagonismos, en cuyo instante el duque o rey, o lo que quiera que sea, no tiene inconveniente alguno en deshacerse de él. Se ha convertido en una carga y es fácil desembarazarse del mismo».
El hecho de que hacerse banquero fuera una de las pocas carreras disponibles para los judíos en tiempos pretéritos creó a un tiempo experiencia y una red, dado que los judíos podían mover dinero de modos que el establishment no podía. Era un medio de supervivencia, tanto para el Judío de Corte personalmente como para los judíos que podía proteger. Desafortunadamente, su éxito atizó el resentimiento entre una población en la que ya anidaba antisemitismo, envidiosa de lo que se entendía una influencia indebida sobre el Rey por parte de él, lo que indefectiblemente le llevaba a su caída.
Esta historia se remonta cuando menos a tiempos bíblicos con el relato de José y el faraón. Otros personajes, como el Shylock shakespeariano de El mercader de Venecia; el Fagin del Oliver Twist de Charles Dickens: y el Leopold Bloom del Ulysses de James Joyce no resiguen esta específica historia, pero esos hombres comparten ciertas características. «Cada uno de ellos son un intento de comprender quién es ese personaje judío» ‒comenta Cedar‒. «¿Por qué se le odia tanto? ¿Por qué nos fascina su papel en el mundo?»
Cedar comenzó a considerar la narración del Judío de Corte mientras trabajaba en una película que nunca se finalizó acerca de Veit Harlan, el director del film nazi El judío Suss, la más infame de las cintas antisemitas jamás realizada: una distorsión llena de odio sobre la vida de Joseph Süss Oppenheimer, un banquero alemán del siglo XVIII que devino Judío de Corte para el Duque Carlos Alejandro de Württemberg, y al que se arrestó y ejecutó tras la muerte de dicho noble.
Otras aproximaciones a la vida de Süss, como El judío Jud Süss, la novela de Lion Feuchtwanger de 1925, y la adaptación británica al cine de la misma, de 1934, protagonizada por Conrad Veidt, resultaron más empáticas. Podrá discutirse si Süss abusó o no mientras estaba en el poder, pero lo que está claro es que su historia acaba en redención cuando se le da la oportunidad de salvar la vida si se hace cristiano, ante lo que prefirió ser fiel a su credo.
Durante su investigación, Cedar dio con documentos que describían una conversación entre él y su rabino en su celda el día antes de ser ejecutado, en la que hablaron de su compleja personalidad y de su duda acerca de si procedió bien o mal para con el mundo y los judíos.
«Me sorprendió lo próximo que me pareció Oppenheimer» ‒comenta Cedar‒. «Al tratar de entenderlo, me pregunté si esos personajes se llevan la peor parte del acuerdo y acaban con la injusta reputación de procurar sólo por su interés y ser manipuladores. Por medio de Norman, trato de corregir parte de eso, o cuando menos ofrecer otra perspectiva acerca de este tipo de persona».
Mientras buscaba un equivalente moderno al Judío de Corte, a Cedar le sobrevino la idea del «arreglador», alguien que ayuda a gente poderosa para que logre cosas que quieren; para ello, el arreglador afronta las acciones que aquéllos no se atreven a afrontar abiertamente. Este tipo de persona sigue existiendo en la actualidad como siempre, porque son necesarios, aun siendo objeto de escarnio a menudo. La incógnita está en ¿por qué alguien querría un rol como ése? En el caso del héroe de la película, Norman Oppenheimer (Richard Gere), la respuesta es que no tiene más remedio.
«Norman sabe que si no ofrece algo a alguien no hay motivo para que nadie se mantenga en contacto con él» ‒comenta Cedar‒. «Es extremadamente triste imaginar a alguien consciente de eso, o simplemente que lo sienta sin plena conciencia».
Gere añade: «Norman está fuera, y trata de dar con el modo de mantenerse dentro. Encuentras tipos así pululando por la periferia de todo negocio que dicen: ‘¿Qué puedo hacer para ayudarle? Puedo conseguirle una mejor mesa en el restaurante. Puedo lograrle un descuento’. Así es cómo Norman procura hacerse valioso».
Norman Oppenheimer está muy lejos del tipo de papel que Richard Gere interpreta habitualmente. Gere y Cedar empezaron a trabajar juntos casi un año antes del rodaje: discutieron cuál podía ser la versión de Norman con Gere. «Transformar a Richard en Norman era muy delicado» ‒dice Cedar‒. «No queríamos jugar demasiado con su apariencia, pero no renunciábamos a ofrecerle algo que cambiara el lenguaje de su cuerpo, su propia percepción de sí mismo». Gere comenta: «En Norman hay toda otra fisicidad distinta. No es un macho alfa, no flirtea con mujeres, está como atado. Siempre hay cosas con él: abrigo, sombrero, auriculares, y un maletín; el abrigo y el sombrero siempre están ajustados. Hice algo con mis orejas para que sobresalieran bastante más de lo que lo hacen habitualmente. Parecía así que lo arrebujaran más dentro de sí mismo de un modo divertido».
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