Surgidas sin apenas promoción de la parte más humilde del cine comercial, The Raid (2011) y, sobre todo, John Wick (2014) no solo se ganaron la admiración de los aficionados del género de acción, sino que acabaron influyendo en el mismo, revitalizándolo y haciendo más visible una variedad de película de mamporros que solo disfrutaban los que no perdían ojo a los títulos de interés que producía el sureste asiático y Corea del Sur (Hong Kong cayó en declive tras su reabsorción por China), así como el mercado videográfico, con directores como Isaac Florentine o John Hyams manteniendo la llama de la calidad con presupuestos de risa.
Variaciones, imitaciones y homenajes de este ¿nuevo? cine de acción han brotado no solo en Hollywood, sino en todo el planeta, incluyendo España. Hemos podido ver thrillers «a la asiática» en nuestra cinematografía, casi siempre ecos del policíaco surcoreano serio (La isla mínima como ejemplo más claro), pero también algún intento de reinterpretar la faceta más bruta y adrenalínica en alguna que otra película del subgénero Mario Casas con las que este Monkey Man comparte cierto parentesco.
En un momento de este debut en la dirección del actor Dev Patel, el protagonista (inevitablemente interpretado por él mismo) va a comprar un arma y el vendedor le intenta colocar una pistola de las que usa John Wick en las películas, según las propias palabras del mercachifle. El protagonista pide algo más sencillo y efectivo, a modo de declaración de intenciones del propio cineasta, pero, pese a sus intentos de que la película sea más ruda, emocional y «realista», al final no puede evitar la imitación en más de un momento, con tanganas en clubs y garitos acompañados de música electrónica, neones y demás «wickismos» sanguinolentos.
Sabiendo esto, Patel opta por «deswickizar» su película componiéndola -y no solo en sus momentos de acción- a base de primeros planos rodados con una cámara meneada. A veces resultan eficientes, pero en la mayoría de los casos se pierde la intensidad que se busca con cierta desesperación, y casi se podría decir que es un regreso al peor estilo visual de la década de los 2000.
Que un actor principalmente relacionado con películas de prestigio, y ligado en exceso a su ascendencia india, se lance a dirigir una clásica película de venganza y tollinas puede sorprender, si bien es cierto que Patel también posee una trayectoria notable como artista marcial. En todo caso, el film trata de «elevar» su historia, propia de cualquier película de Van Damme o Tony Jaa, añadiendo altas dosis de misticismo hindú y comentario social sobre el apenas mutado sistema de castas, disfrazado ahora de capitalismo, así como el auge del populismo y el papel pionero de los hijram en la nueva sexualidad, con la opresión resultante en un país donde la brutalidad aflora con su peor cara.
Curiosamente, la película funciona mejor en su trecho inicial, antes de que el héroe se ponga a repartir leña. Ese retrato de una urbe india a medio camino entre el realismo y el cómic se siente más intenso y gozoso que lo que viene detrás, ya que, pese a la gran cantidad de violencia, la publicitaria puesta en escena, los bruscos cambios de tono y la trama deslavazada acaban por desinflar el globo demasiado pronto.
Sinopsis
Monkey Man nos sitúa en la India y apoyándose en la mitología del Hombre Mono, nos sumergirá en la búsqueda de venganza de nuestro protagonista, y en su heroica batalla por defender a los que no pueden luchar por sí mismos. Un símbolo de esperanza, una película llena de adrenalina e intensa acción cinematográfica, que está producida por el ganador del Oscar® Jordan Peele (Déjame Salir).
Kid (Dev Patel) es un delincuente que acaba de salir de prisión y vive en la India, intentando adaptarse a un mundo marcado por la avaricia y carente de valores espirituales. Allí luchará por buscar venganza
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