Mine atrapa a cualquiera que se atreva a ir más allá de los géneros, y sobre todo, acepte que su trasfondo bélico esconde un relato más próximo al realismo mágico. La película es, en este sentido, una muñeca rusa que va mostrando, capa a capa, los secretos y las emociones más profundas de su protagonista, un convincente Armie Hammer dispuesto a sostener todo el largometraje sobre sus hombros.
El punto de partida de Mine es original, aunque ni mucho menos se trata de un caso aislado en el cine reciente. Todo comienza con un francotirador, Mike Stevens (Hammer), que pisa una mina en medio del desierto. No les contaré lo que le va pasando a partir de ahí, pero si nos detenemos en ese detalle, podemos recordar otros largometrajes que también presentan a un protagonista solitario, enfrentándose a una carrera contra reloj por la supervivencia. Pienso ahora en 127 horas (2010), de Danny Boyle, en Buried (2010), de Rodrigo Cortés, o en otra cinta bastante inferior, Piégé (2014), de Yannick Saillet, asimismo centrada ‒con muy escaso mérito narrativo‒ en un militar con su bota atrapada sobre una mina, que obviamente lo matará en cuanto se mueva.
En principio, el film Fabio Guaglione y Fabio Resinaro sería catalogable dentro de esta categoría, dado que es una aventura de supervivencia, rebosante de adrenalina y enfocada en un solo personaje. Pero esa, recuérdenlo, es solo la primera matrioska. Muy pronto, descubrimos que en su interior hay otras historias, que van convirtiendo la trama en un apasionante proceso de introspección.
Debería añadir que esta riqueza psicológica del film puede llevar a equívocos. Aunque su premisa pueda insinuarlo, Mine no es una aventura trepidante ni un thriller efectista. Su ritmo, aunque no pierda nunca la tensión, se vuelve cada vez más pausado y requiere que el espectador se adentre en la mente de la figura principal.
Aislado en medio del desierto, amenazado permanentemente por el explosivo y por los peligros de ese mar de arena ‒la deshidratación, el cansancio, el sol abrasador, los depredadores‒, Mike Stevens comienza a bucear en sus recuerdos, y al mismo tiempo, es visitado por presencias y espejismos que van propiciando las distintas sorpresas que encierra el film.
La perpetua mutación interior de Mike es el verdadero motor de la película, que nos conduce a reflexionar ‒¡y de qué manera!‒ sobre asuntos tan consistentes como el perdón, el amor, la compasión o el compromiso. De paso, toda la cinta se va convirtiendo en un canto a la resiliencia: esa capacidad de sobreponerse a la adversidad que el ser humano muestra en las condiciones más extremas.
En este sentido, les aconsejo que acudan a la sala con la menor información posible sobre el argumento de Mine. Eviten, en lo posible, esas revelaciones indeseadas que, demasiadas veces, impiden que uno vaya disfrutando del relato sin anticiparlo a cada instante.
Producido entre Italia, España y Estados Unidos, este largometraje acredita el talento visual de Resinaro y Guaglione, pero sobre todo, a mi modo de ver, demuestra su gran habilidad como guionistas, tanto en la faceta más aventurera de la cinta como en sus aspectos filosóficos y emocionales. Dada la humildad de los medios de producción, sorprende el enorme partido que los directores extraen del escenario natural, de los efectos visuales y de cada reto físico que ha de afrontar el protagonista.
Vibrante, reflexiva y conmovedora, Mine es una película que no conviene pasar por alto.
Sinopsis
Primer largometraje de los directores Fabio Resinaro y Fabio Guaglione, Mine es una intensa historia de coraje y supervivencia en las condiciones más insospechadas a las que puede estar sometido un ser humano. Armie Hammer (Free Fire, Operación U.N.C.L.E., La red social), Annabelle Wallis (Annabelle, Peaky Blinders [TV]) y Tom Cullen (Downton Abbey [TV], El bailarín del desierto) protagonizan Mine.
Notas de los directores
«Mine es nuestra ópera prima como directores. Llevábamos mucho tiempo buscando una historia que representara nuestras personalidades y nos permitiera expresar nuestra visión y nuestro enfoque a la hora de contar una historia. Tras intentarlo con varios proyectos, decidimos centrarnos en producir una película que fuera factible de hacer con un presupuesto mínimo, con un concepto sólido y un papel estimulante que atrajera a un actor principal de prestigio.
Después de ver numerosas películas ambientadas en espacios reducidos (una casa, una habitación, etc.), buscábamos un concepto que proporcionara una sensación alternativa de tiempo y espacio. Era imposible encontrar un ejemplo más extremo y original del género que el filme de Rodrigo Cortés Buried (Enterrado). Decidimos buscar otro concepto que se saliera de lo convencional: un hombre atrapado en un entorno infinito, desolado, hostil. Clic; un soldado que ha pisado una mina. Supimos al instante que nos daría la oportunidad de crear muchas situaciones interesantes y proporcionar un vehículo para el lucimiento de una estrella.
Una película sobre un hombre atrapado en una situación extrema de supervivencia es una metáfora muy apropiada para nuestra experiencia como cineastas cuando empezamos a dar forma a la historia. No creemos que sea coincidencia pero, al igual que nuestro protagonista, tuvimos que abrimos camino por territorio desconocido y tener mucho cuidado de no dar un paso en falso. Fue como si necesitáramos pisar nosotros mismos una mina para encontrar el valor de seguir adelante y entender mejor nuestro camino como directores y como seres humanos. La película es por tanto una obra muy personal y casi autobiográfica.
(…) El mayor reto consistía en mantener la tensión escena tras escena y mantener a los espectadores interesados en la supervivencia de Mike Stevens. Necesitábamos algún tipo de giro o suceso aproximadamente cada cuatro páginas. Aunque intentamos estructurar la película como cualquier otro viaje del héroe arquetípico, la narración de nuestra historia se va desviando poco a poco hacia los acontecimientos externos que tienen una influencia cada vez mayor en la mente del protagonista. Pretendíamos aportar nuestra voz a una película que empieza como un thriller y acaba convirtiéndose en un verdadero drama. El aspecto existencial del filme siempre fue fundamental: sin él nos habríamos encontrado trabajando en una simple historia de supervivencia que, por interesante que fuera, no nos habría permitido expresar plenamente nuestra visión. Nuestra postura determinó la dicotomía de la película desde el principio, al situarla exactamente a medio camino entre el cine de género y el cine de autor. Este hecho no siempre nos ayudó, ya que la industria del cine tiende a categorizar sus productos. Pero ha logrado sin duda que la película sea única.
Mine se diseñó, escribió y filmó con un claro énfasis en el uso de símbolos. Cada elemento de la historia adquiere por tanto un doble sentido: el soldado, la mina, el desierto, la línea que separa el cielo de la tierra, la arena, el juguete, el uniforme, la misión, el pozo, las criaturas de la noche… Ese uso psicomágico de la narración pretende llegar a lo más profundo de los espectadores: el subconsciente. Nos encontramos buscando elementos que tuvieran lugar dentro y fuera de la cabeza de Mike, difuminando así los límites entre lo real y lo alegórico. Cuando se nos ocurrió la imagen de un soldado desesperado, perdido y solo en mitad de un enorme desierto, el desarrollo psicológico de la historia y sus similitudes con la condición humana corriente surgieron de forma casi espontánea.»
(…) Armie Hammer se preparó concienzudamente para la película. Estudió cientos de páginas de libros y contactó con asesores de los Marines para que le aconsejaran sobre su personaje. Armie se documentó sobre los efectos psicológicos del problemático pasado de Mike y cómo reacciona el cuerpo a la deshidratación o la inmovilidad después de más de 24 horas. Juntos, pudimos realizar cambios estéticos que transmitieran el carácter defensivo y atormentado de Mike, tan opuesto al del propio Armie. Al final de un día caluroso y agotador, filmando escenas sumamente complicadas, Armie ayudaba a llevar las sillas del equipo de rodaje de vuelta al campamento. Su energía positiva era contagiosa. A menudo, tuvimos que pedir un poco de orden a todos, porque se estaban divirtiendo demasiado.
(…) Desde el primer momento, supimos que un personaje principal clave de Mine tenía que ser el desierto. Y necesitábamos que ese desierto tuviera sentido tanto en términos logísticos como económicos. Siempre tuvimos intención de utilizar una localización subsahariana de arena. El único desierto de arena de Europa se encuentra en la isla de Fuerteventura, en Canarias, parte del territorio español. Así es como se involucraron en el proyecto el productor ejecutivo Miguel Faura y su productora, Roxbury. Nos trasladamos a España, donde se iniciaron los debidos preparativos. Uno de los momentos más vitales y fundamentales fue encontrar la localización perfecta… en la que pudiéramos filmar casi toda la película. Necesitábamos encontrar “nuestra duna”, lo que suponía caminar durante horas bajo el sol abrasador e intentar no perdernos, como el protagonista de nuestro filme. Teníamos que tener en cuenta muchas variables distintas: la vista en 360º, paisajes que encajaran con los storyboards, accesibilidad de los vehículos del set y del equipo, la distancia entre cada localización, la continuidad visual… Fue emocionante ver por fin el lugar que habíamos visualizado en nuestras mentes. La localización perfecta en todos los sentidos. Nuestra duna.
Cuando llegamos a Fuerteventura, nos presentaron a los jefes de departamento, elegidos con sumo cuidado por nuestro productor delegado y productor ejecutivo Miguel Faura, puesto que se trataba de una coproducción internacional con Italia y España. No nos conocíamos ninguno, pero logramos encontrar un equilibrio entre mantener nuestra visión y permitir al equipo expresar sus respectivos talentos. Nuestro compositor musical era Andrea Bonini, amigo nuestro desde el instituto. La música es un lenguaje clave que el cine utiliza para comunicarse con los espectadores, así que Andrea resultaba esencial. Es necesario hacer una mención especial al increíble departamento de vestuario y al equipo de maquillaje. Trabajamos juntos para crear los distintos “niveles de deterioro” del estado físico de Mike, mostrando los cambios graduales de su piel quemada por el sol, sus labios deshidratados y sus heridas que se van coagulando. Fue la pasión del equipo por el guion lo que nos permitió superar las dificultades físicas y logísticas de trabajar en una producción tan pequeña.
(…) Desde el principio, queríamos que la película tuviera un aspecto lo más realista y natural posible. Nuestro director de fotografía, Sergi Vilanova, se mostró de acuerdo enseguida con nosotros en que la mejor solución era utilizar luz natural siempre que fuera factible. Y eso fue lo que hicimos, pese a que mantener la coherencia en la fotografía resultara más difícil de lo normal, por culpa de las particulares condiciones meteorológicas de Fuerteventura.
El entorno desértico fue un recurso fundamental a la hora de ampliar la épica escala de la película. El contraste del vasto telón de fondo del desierto con un único personaje inmóvil nos permitió crear composiciones icónicas, simbólicas, casi estilizadas. Nuestra idea era convertir el entorno en un personaje por derecho propio, y tratar a Mike como a un astronauta atrapado en un paisaje alienígena. Llamamos a las escenas en las que Armie no es más que un punto lejano que solo puede comunicarse a través de una radio militar “planos del hombre en la Luna”.
Como la película gira en torno a un escenario estático, ideamos toda clase de trucos, tanto visuales como narrativos, para mantener al espectador constantemente entretenido. Según la situación, utilizamos cámaras portátiles, steadycams, travellings, cambios de plano entre cámaras fijas, planos largos, saltos de montaje… Intentamos en todo momento convertir las emociones que estaba sintiendo Mike (y, a su vez, los espectadores) en imágenes.»
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.
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