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«La más grande aventura» («The Greatest Adventure», 1929), de John Taine

En 1939, John Taine (seudónimo literario de Eric Temple Bell), escribía un editorial para el número de marzo de la revista pulp Startling Stories . En él sugería que la ciencia-ficción era una forma de introducir a la gente a la ciencia y, quizás, atraer a un público generalista hacia los misterios de aquélla. En otras palabras, endulzar un tema escasamente popular entre la mayor parte de la población.

La preocupación por salvar la creciente brecha entre la gente y la ciencia que en cada vez mayor medida dirige y condiciona nuestras vidas, ha sido común entre muchos científicos, entre ellos Bell. Matemático y profesor en el Instituto Tecnológico de California, institución para la que realizó importantes aportaciones, desempeñó además una decidida labor como divulgador científico publicando varios libros tanto de su especialidad como de otros campos de la ciencia. Pero, además, mantuvo una segunda vida completamente separada de la académica –hasta el punto de que muchos de sus amigos y familiares sólo tuvieron noticia de ella tras su muerte en 1960– como autor de obras de ficción. Una de sus mejores novelas fue The Greatest Adventure .

Es una historia fuertemente influenciada por Julio Verne y estructurada en buena medida siguiendo el esquema de Viaje al centro de la Tierra (1864) aunque incluyendo más personajes y modernizando los temas. Dos marinos acuden a la residencia de un acaudalado científico, Eric Lane, para consultarle acerca de algunas extrañas capturas que han realizado y de la existencia un gran mar de petróleo. El capitán Anderson afirma que la criatura estaba todavía caliente cuando fue sacada de las aguas antárticas. El sabio, intrigado, accede a financiar una expedición a la Antártida de la que todo el mundo espera obtener beneficios: los marinos del petróleo y el científico de sus investigaciones biológicas con las que pretende «rastrear la vida hasta su fuente secreta y revelar su misterio». Al equipo se unen su inteligente y bella hija y el atractivo joven destinado a convertirse en su yerno. Las aventuras comienzan nada más llegar a los mares del Sur en la forma de dinosaurios, esporas asesinas, fuentes de gas caliente… y un secreto que podría significar el fin de la humanidad.

Sin ser nada extraordinario, La más grande aventura es un libro de lectura rápida y amena que cuenta con algunos elementos interesantes. Para empezar, el personaje femenino no es tan insufrible como muchas de sus contemporáneas literarias. Taine la aparta del estereotipo de damisela en peligro a la que el héroe debe rescatar y, de hecho, la convierte en la mejor piloto del grupo. El sentido del humor es también de agradecer, pero en otros aspectos, el relato es menos original. La Antártida, por ejemplo, ya había sido utilizada como escenario exótico en obras como Symzonia, de John Cleves SymmesLa narración de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe, En las montañas de la locura, de H.P. Lovecraft, o La nube púrpura, de M.P. Shiel; y posteriores autores seguirían acudiendo al continente helado para situar sus especulaciones, desde John W. Campbell (¿Quién hay ahí?) hasta Kim Stanley Robinson (Antartica, 1997).

También tenemos los dinosaurios, que a pesar de llevar extinguidos 65 millones de años siguen atrayendo el interés más allá del ámbito estrictamente paleontológico, fascinando al público como pocas cosas en este mundo. Esa fascinación, no obstante, comenzó mucho antes de que Taine los incluyera en su libro (recordemos el mencionado Viaje al ventro de la Tierra de Verne, la Trilogía de Caspak de Edgar Rice Burroughs o El mundo perdido de Conan Doyle, por nombrar sólo los ejemplos más destacados). Nuevos descubrimientos han mantenido en el candelero a estos magníficos animales y esa ininterrumpida devoción se ha manifestado también en la ficción mediante obras como Parque Jurásico (1993), de Michael Crichton, quizá la más popular de las últimas décadas dentro del conjunto de novelas de Mundos Perdidos. De hecho, los escritores de ciencia ficción han recurrido a estas criaturas tantas veces y bajo tantas variaciones que casi se puede decir que estos relatos forman un subgénero propio: viajes en el tiempo, regreso de los dinosaurios, dinosaurios alienígenas, mundos perdidos,…

En fin, un libro de mundos perdidos y evolución enloquecida que mezcla todos los ingredientes clásicos del relato de aventuras: peligro, riesgo, romance, bestias letales, revelaciones asombrosas… narrada con un ritmo ágil y equilibrado. Uno de los mejores dentro de este subgénero tan popular hace un siglo.

Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".