Lo más admirable de esta película es su valentía a la hora de explotar el potencial que tiene la historia de nuestro país para el cine de género, algo que a veces nos ha dado vergüenza por un infundado complejo de inferioridad.
¿Por qué no hacer películas de gángsters y policías corruptos en la Barcelona de los años 20? No todo sucedió en Chicago, y cualquier urbe en la que hay dinero está repleta de corrupción, sucesos sórdidos y violencia.
Dicho esto, la jugada de La sombra de la ley, pese a su bizarría, no funciona. Por varias razones, pero en especial por la dichosa monoforma (1) y sus tentáculos que todo lo abarcan.
La puesta en escena deja mucho que desear, pese al notable esfuerzo de ambientación, que incluye la recreación digital de la Barcelona de antaño. El problema es ese descolorido y desangelado estilo visual de hoy, omnipresente en cine y televisión. Un aspecto inane que es acentuado por el uso y abuso del traqueteo de la cámara al hombro, vicio que parece estar remitiendo (muy) poco a poco en los últimos tiempos, pero que parece gustar al director Dani de la Torre, quien ya mareó al personal hasta decir basta en su anterior film, El desconocido (2015).
Las escenas de acción de La sombra de ley parecen, en algunos momentos, querer imitar las de películas recientes como The Raid o John Wick, con los protagonistas enzarzados en tanganas rodadas en planos de larga duración, pero la afición por el meneo de cámara echa a perder el esfuerzo coreográfico.
Por otro lado, los personajes son puro cliché, planos y poco creíbles, no tanto por la calidad de los actores (este es un reparto lleno de talento), sino por lo simplón de sus líneas. Explican sus motivaciones con discursos, no con acciones, como si fueran cromos con la descripción escrita al dorso. No se sienten reales y, por lo tanto, poco importan sus dramas.
Se intenta casar el retrato pulp y caricaturesco con el drama histórico, pero no funciona. Ernesto Alterio (lo mejor de la película), con un personaje similar a las comadrejas de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, no convive bien con las reflexiones sobre lo inevitable del conflicto armado en una España convulsa.
Por otro lado, en el espectacular Edén barcelonés, la estrella del show (Adriana Torrebejano) ejecuta el célebre número de «La Pulga» contoneándose con los movimientos una stripper actual, mientras que la verborreica sufragista anarquista encarnada por Michelle Jenner pelea y conduce como James Bond. Todo esto crea más desconcierto que diversión, e impide el impacto dramático.
De todos modos, se agradece el esfuerzo.
(1) La monoforma, según Peter Watkins, “es la forma interna de lenguaje (montaje, estructura narrativa, etc.) utilizada por el cine y la televisión comerciales para representar sus mensajes. Es el bombardeo denso y rápido de imágenes y sonidos, la estructura modular en apariencia “fluida” aunque fragmentada, que tan bien conocemos todos… Técnicas de montaje rápido, acción paralela, alternancia entre planos lejanos y cercanos, etc. En nuestro tiempo incluye una intensa superposición de elementos musicales, efectos sonoros y de voz, cortes bruscos para provocar gran impacto, música melodramática que satura las escenas, modelos rítmicos de diálogos y cámaras que se mueven sin cesar».
Sinopsis
1921: España vive un momento agitado y caótico, con enfrentamientos entre gánsteres y anarquistas. En este ambiente tenso, el policía Aníbal Uriarte (Luis Tosar) es enviado a Barcelona para esclarecer un importante robo de armas a un tren militar, y evitar que toda la ciudad se convierta en un polvorín. Aníbal tendrá que lidiar con sus compañeros corruptos, con mafiosos locales y con sus propios sentimientos al conocer a Sara, una joven luchadora y temperamental cuyo encuentro tendrá consecuencias inesperadas para ambos. Sus investigaciones le llevarán a descubrir que el robo forma parte de un oscuro plan que podría cambiar el rumbo del país.
Con guion de Patxi Amezcua, La sombra de la ley se inspira en hechos reales y narra una historia que nos ayuda a conocer, a través de acontecimientos pasados, cómo es el país en el que vivimos. Es una película de gánsteres, un thriller de suspense, surcada de momentos trepidantes. Con elementos de cine histórico y social, presta mucha atención al drama personal de los protagonistas, mostrándonos también una historia de amor en medio de un contexto socio-político complejo y adverso.
La sombra de la ley muestra un periodo apenas retratado en el cine español, una época de cambio, de luces y sombras y de avances para la mujer. Así, la película está ambientada en los “felices años 20”, etapa convulsa, revolucionaria y en la que se fraguaron muchos de los grandes avances del siglo XX, período de entreguerras, plagado de luchas sociales y territoriales.
Dani de la Torre, quien con su primera película El desconocido fue aclamado por público y crítica, comenta: “Rodar una película de gánsteres en España no se había hecho antes. La sombra de la ley es un film de aventuras y acción, pero con corazón: retrata una etapa histórica poco conocida pero apasionante. España era entonces un auténtico polvorín. Con mi película quiero, por encima de todo, entretener al espectador: que el público viaje con nosotros y se emocione con nuestra historia”.
A nivel técnico, todo ha sido cuidado con minucioso detalle. La fotografía ha plasmado las diferentes atmósferas recreadas por la compleja dirección de arte. Es una película con una potente carga visual, la propia época marca una estética auténtica y dota a la historia de una personalidad propia. Un film con un alto nivel de producción, especialmente en todos los aspectos visuales: fotografía, dirección de arte, peluquería y vestuario, que también marcará esa diferencia de clases, ese sueño por alcanzar el poder y la gloria, de perdurar en el tiempo, inspiración de lo que hoy se denomina moda vintage.
“Respecto al equipo técnico” afirma De la Torre, “contamos con grandes profesionales con trayectorias avaladas y con los cuales ya hemos podido trabajar anteriormente, como el director de fotografía Josu Incháustegui, el director de arte Juan Pedro de Gaspar, el montador Jorge Coira, el músico Manu Riveiro, la jefa de vestuario Clara Bilbao, la jefa de maquillaje Raquel Fidalgo o el jefe de sonido David Machado. En definitiva, el objetivo es trasladar al espectador a la Barcelona de 1921: a sus lujosos palacios y viviendas burguesas, las lúgubres pensiones, los concurridos burdeles, las imponentes fábricas, las calles donde tranvías, coches, bicicletas y carros tirados por caballos conviven y luchan por no perecer y hacerse un hueco entre el barro de una época pasada y el asfalto que marca el inicio del futuro”.
Nota de Patxi Amezcua
«Hace unos veinte años leí la biografía de Abel Paz sobre el legendario anarquista leonés Buenaventura Durruti. En aquel libro había decenas de historias, anécdotas y apuntes sumamente interesantes. Pero hubo un dato que llamó poderosamente mi atención: el 22 de enero de 1921, 36 cadáveres fueron ingresados en el Hospital Clínico de Barcelona. La mayoría eran anarquistas, pero también había policías, matones de la patronal e incluso algún empresario. Todas esas personas habían sido asesinadas en apenas cuarenta y ocho horas en una misma ciudad.
Me dediqué a investigar más sobre aquellos años y llegué a la conclusión de que la Barcelona de los años 20 era como el Chicago de los años 30, aunque los crímenes y ajustes de cuentas no eran motivados por la prohibición del alcohol, sino por los conflictos políticos y sociales que sacudían la España de la época.
Barcelona se había llenado de pistoleros, matones, mafiosos, buscavidas, tramposos, chivatos, policías corruptos, políticos avariciosos, pistoleros anarquistas, matones de la patronal… Una “jungla humana” peligrosa pero fascinante. Desde el principio tuve claro que los años veinte era la época perfecta y Barcelona el escenario ideal para una historia de gánsteres, para una película de cine negro. Una época oscura y dramática con personajes que luchan por sus ideales o por satisfacer sus deseos de poder o dinero. Y todo ello con un trasfondo histórico muy potente dramáticamente.
Con una guerra en África que culminaría en el desastre de Annual; con una lucha de clases entre los aristócratas, empresarios y privilegiados que pretendían mantener su estatus, y una clase obrera que reivindicaba derechos y mejoras en sus condiciones de trabajo y en su nivel de vida; con un movimiento anarquista cada vez más numeroso y poderoso, y en cuyo seno se producía un fuerte debate entre partidarios y contrarios al uso de la violencia como arma para conseguir la revolución; con una clase política incapaz de hacer las reformas políticas y administrativas que modernizaran el país.
La sombra de la ley arranca con el asalto y robo de un cargamento de armas que viajan escoltadas por un grupo de soldados en un tren de la compañía MZA (Madrid, Zaragoza, Alicante). A partir de ahí se desarrolla una trama policial para descubrir a los autores del atraco, antes de que los militares se harten de la situación y decidan actuar por su cuenta.
Los protagonistas de la historia son Aníbal Uriarte, un policía misterioso de la Brigada Social de Madrid que acaba de ser trasladado a Barcelona, y Sara, una joven anarquista idealista y valiente. A través de ellos he intentado escribir un guion con tramas propias del género policial y del cine de suspense más moderno, pero con unos personajes y un trasfondo propio de las películas de cine negro clásico».
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