Invocar el término literatura gótica nos introduce en un mundo de mansiones, oscuros misterios y espectros victorianos. Puede que la novela en la que se basa esta película sea una excelente muestra del género, pero lo cierto es que el largometraje de James Watkins no se queda atrás. De hecho, nos encontramos ante una magnífica historia de fantasmas, bien interpretada y de inmejorable ambientación.
Un joven abogado londinense, Arthur Kipps (bien encarnado por Daniel Radcliffe), se despide de su hijo de tres años porque debe viajar al lejano pueblo de Crythin Gifford. Allí, entre rumores sobre niños muertos en extrañas circunstancias, se hace cargo de los asuntos del difunto propietario de Eel Marsh House: una mansión que no sólo está plagada de telarañas, sino también de espíritus nada afectuosos.
A partir del magnífico guión de Jane Goldman, el realizador James Watkins aprovecha como nadie la oscuridad, las maderas que crujen, las sombras en las ventanas y las velas que se apagan. Recursos todos ellos de la ghost story de toda la vida, pero reunidos en un artefacto elegante, turbador, destinado en especial a los admiradores de Hammer Films, una productora legendaria que reverdece su sello con esta exquisita película.
Watkins no aspira a ninguna patente de originalidad, pero su sensibilidad clásica y la fuerza mágica de su puesta en escena bastan para contentar a cualquier devoto de los terrores british. Por otro lado, el maravilloso diseño de producción luce especialmente en las habitaciones de Eel Marsh House, un edificio entre cuyas paredes se descifran todos los significados del miedo. Un estupendo elenco de secundarios, encabezado por Ciarán Hinds, hace el resto.
Se produce así el pequeño milagro de una película que, a estas alturas del siglo, revive la tradición ilustre de escritores como M.R. James y de cintas como Suspense (The Innocents, 1961), de Jack Clayton, o La mansión encantada (The Haunting, 1963), de Robert Wise.
Lo cual, por cierto, me lleva a terminar con esta advertencia: La mujer de negro no es una película de terror al uso, aunque su autor se empeñe en mencionar el J-Horror como inspiración. Aquí no hay cuchilladas, ni criaturas de látex. Tampoco aparecen psicópatas o demonios vengativos. El ritmo no es frenético y la cámara no se mueve como si el operador estuviera en medio de un tiroteo.
Descartemos todo eso, y nos queda una pieza distinguida, de ritmo pausado, que acaso defraude a quienes prefieren los escalofríos más contundentes, pero que disfrutará enormemente ese público adulto que un día –por desgracia, ya lejano– aprendió a temer la oscuridad con los clásicos de la Hammer y la Universal.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.
Copyright de las imágenes © Alliance Films, Hammer y The Uk Film Council. Cortesía de Aurum Producciones. Reservados todos los derechos.