¿Qué es un fantasma? Eso se preguntaba Federico Luppi en la infravalorada El espinazo del diablo. La respuesta a esta pregunta depende de dónde la hagas. En Occidente los fantasmas son los espíritus de los muertos atrapados en un momento de su vida. Almas en pena que generalmente se ponen en contacto con los vivos para que les liberen poniendo fin a una situación que no pudieron solucionar en vida.
En cambio, si le preguntamos a un oriental, posiblemente nos dirá que los fantasmas poco tienen que ver con nuestros lastimeros ectoplasmas. Los espectros orientales, por lo general, son unas presencias rencorosas y vengativas que intentan compartir su dolor haciendo que los vivos se unan a su club de ultratumba.
¿Por qué explico esto? Pues porque los fantasmas de La maldición (The Grudge) van a ser inexorablemente relacionados con Sadako, la pavorosa aparición de Ringu, al igual que la película puede ser acusada de copia barata y oportunista del exitoso film.
Si bien La Maldición ha sido realizada al amparo del nuevo boom del cine de terror japonés, su trama y su concepción de los espíritus siguen la tradición milenaria japonesa.
Sadako no fue la primera muerta vengativa de largos cabellos negros, al igual que el depósito de agua de Dark Water perpetuaba la concepción ominosa que se tiene del agua estancada en el país nipón. Dicho esto, y para que quede claro, poco más tienen que ver las excelentes películas de Hideo Nakata con esta sobredosis de escalofríos ideada por Takashi Shimizu.
Si Nakata elabora sus superiores películas como dramas de atmósfera enrarecida que desembocan en un final de terror extremo, Shimizu construye La maldición a base de escenas de terror, sin rodeos y directo al grano. Sin apenas desarrollo de personajes y mediante capítulos que se suceden en orden no lineal, La Maldición es una película de sketches basados en el acoso enervante que sufren los protagonistas por los grimosos aparecidos.
En este punto, el efecto que puede causar la película sobre el espectador depende de su concepción de “terrorífico”. Habrá quien no sienta el menor escalofrío al ver a unos japoneses pintados de gris azulado, pero los más miedosos tendrán nuevo material de tormento en sus noches de insomnio. Este cronista ha de confesar que la noche después de ver la película tardó un buen rato en dormirse.
Quien haya sufrido ese miedo irracional que alguna vez nos acosa estando solos en casa, sabrá que hay reglas para ahuyentar a los fantasmas invisibles. Encender la televisión o cubrirse con la colcha son respuestas defensivas que ningún coco puede contrarrestar. Pero… ¿y si al encender la televisión aparecen caras deformadas acompañadas de voces procedentes del averno? ¿Y si, en el colmo de la mala leche, al acurrucarnos debajo del protector edredón vemos que compartimos cobijo con un espanto que nos mira con los ojos como platos?
Este tipo de ideas se suceden en La maldición. Quizá la mayor debilidad de la película resida precisamente ahí, en un efecto de saturación que hace menos temibles momentos como el de las colegialas ectoplásmicas. También se puede acusar a la película de resultar algo confusa, tanto por sus saltos temporales como por una ligera dependencia con las anteriores entregas videográficas de la saga.
La maldición es la primera entrega cinematográfica, precedida de dos exitosas películas hechas para vídeo y de una secuela japonesa, que antecede a una entrega americana que Shimizu dirigirá bajo la producción del mítico Sam Raimi. Mientras tanto, que ustedes lo pasen mal con las apariciones del pequeño Toshio, ese Shinchan del inframundo.
Sinopsis
Un grupo de personas conectadas entre sí se ve atrapado por un fenómeno sobrenatural al contactar con los fantasmas de una vivienda encantada, formando parte de una cadena mortal que les lleva inexorablemente a la muerte más terrorífica.
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