En un panorama de secuelas, remakes, reboots, precuelas y demás reciclajes, es agradable el estreno de un film serio y original destinado al público adulto.
La deuda cumple casi a medias esos deseos, ya que es el remake de un reciente film israelí, y su interesante planteamiento no logra desarrollarse satisfactoriamente.
Ambientada en dos épocas distintas, La deuda regresa a los tiempos del Telón de Acero y al momento en el que los israelitas decidieron dejar su histórica condición de víctimas para reclamar su lugar según las reglas de este despiadado mundo, empezando por la detención y juicio de los criminales nazis fugitivos.
Por su ambientación y por tratarse de thriller dramático con el Mossad de fondo –quizá también por la aparición del gran intérprete Ciarán Hinds–, La deuda ha sido comparada con el Munich de Spielberg, si bien nunca llega a alcanzar su elevada altura.
Basada en el film homónimo de 2007, dirigido por Assaf Bernstein, La deuda desprende todo el aroma de un best seller, combinando temas históricos con suspense y drama, y revistiendo de seriedad lo que bien podría ser el argumento de cualquier novelita de entretenimiento y espionaje, de las tradicionalmente destinadas al consumo rápido y al bolsillo escaso.
Con un reparto formado por grandes actores consolidados –Helen Mirren, Tom Wilkinson– y jóvenes en alza –Sam Worthington, Jessica Chastain–, La deuda basa su atractivo no en los efectos especiales, sino en los personajes, sus traumas y sus decisiones, alzándose como la alternativa Hollywoodiense al cine reinante para adolescentes, con vampiros sin colmillos enamorados, robots destructores o superhéroes acorazados.
Pero, a pesar de contar con piezas de tensión tanto narrativa como dramática indiscutiblemente destacables –en especial las escalofriantes visitas de la joven agente del Mossad al despreciable ginecólogo nazi–, lo cierto es que hay que achacarle a La deuda el ser un perfecto ejemplo de lo que hoy en día se considera cine adulto y complejo, mucho más simplón y evidente de lo que solía ser en tiempos pretéritos.
La deuda, como muchos otros films recientes bien recibidos por público y crítica, sufre del mal de la sobre-explicación. Los personajes no sólo se definen por sus actos, sino que no dudan en explicar sus motivaciones a base de diálogo, y además en más de una ocasión, para que le quede claro hasta a ese espectador que está más pendiente del iPhone que de la pantalla.
Cada uno de los integrantes del trío protagonista encarna cierta actitud de Israel frente al demonio del nazismo –revanchismo violento, terror y sentido del deber–, alegoría de escasa sutileza, que en realidad no llega a interesar tanto como la fragilidad de los secuestradores frente a un enemigo malvado y manipulador.
En este sentido, la película –al menos durante la parte ambientada en el pasado– termina por aproximarse en mayor medida a un film de humor malévolo como Secuestrando a la señorita Tingle (Kevin Williamson, 1999), curiosamente protagonizada por Helen Mirren, que a las novelas de John le Carré o los thrillers políticos de Costa–Gavras.
Una vez abandonada la zona de flashbacks, y tras un comienzo que hace esperar un intenso y complejo argumento de espionajes, traiciones y hecatombes emocionales, La deuda se precipita hacia un desenlace tan brusco como poco verosímil, haciendo que alguna mente calenturienta se imagine qué habría sido de una historia así si hubiera caído en las juguetonas garras del Brian de Palma más delirante en lugar de haber optado por la seriedad formal, algo fría, de John Madden.
Sinopsis
Incluso los mejores agentes secretos tienen una deuda pendiente con misiones pasadas. Y ahora, Rachel Singer debe enfrentarse a la suya…
John Madden, nominado por la Academia (Shakespeare in Love), dirige el thriller de espionaje La deuda, rodado en decorados naturales en Tel Aviv, Reino Unido y Budapest. El guión, escrito por Matthew Vaughn, Jane Goldman y Peter Straughan, es una adaptación de la película israelí Ha–Hov (La deuda, 2007).
La historia empieza en 1997, cuando dos agentes del Mossad ya retirados, Rachel (interpretada por la oscarizada Helen Mirren) y Stephan (Tom Wilkinson, nominado en dos ocasiones por la Academia), reciben una noticia sorprendente acerca de su antiguo compañero David (Ciarán Hinds).
Se convirtieron en figuras muy respetadas en Israel después de una misión que realizaron entre 1965 y 1966 cuando los tres (interpretados en ese periodo por Jessica Chastain, Marton Csokas y Sam Worthington respectivamente) localizaron al criminal de guerra nazi Dieter Vogel (Jesper Christensen), el temible “Cirujano de Birkenau”, en Berlín Este.
Rachel tuvo que superar una atracción sentimental mientras servía de cebo para que sus compañeros cerraran la pinza alrededor de Vogel.
El equipo arriesgó mucho y pagó un considerable precio para cumplir la misión, pero ¿de verdad la cumplieron?
El suspense crece, pasando de un periodo a otro, y las revelaciones son cada vez más sorprendentes. Rachel no tendrá más remedio que ocuparse personalmente del asunto.
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