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Crítica: ‘La contadora de películas’ (Lone Scherfig, 2023)

El cine es esa maravillosa ilusión que por unas horas pinta arcoíris en el cotidiano cielo gris, ese avatar prestado que en la oscuridad de una sala nos convierte en héroes, soñadores, aventureros, justicieros y amantes. Es la píldora azul de Matrix sazonando con sabor a chuletón el caldo insustancial de la realidad.

Nuestra esforzada y alegre familia protagonista reside en una pequeña ciudad minera en pleno desierto de Atacama a mediados de los años 60, a mil millones de años luz de esas mágicas fantasías con las que sólo pueden soñar ante la pantalla del cine local. Es la vía de escape a una vida de trabajo duro, y a una precariedad que se intensifica dramáticamente cuando el padre sufre un accidente laboral que le deja impedido, y por tanto sin recursos para mantener dignamente a su esposa, sus cinco hijos y sus modestísimos lujos.

Las acostumbradas visitas dominicales al cine se reducen por fuerza a que un solo miembro de la familia pueda disfrutar de este privilegio, con el fin de que a su vuelta a casa narre la experiencia al resto del clan, como un aedo griego ante la hoguera. Por descarte, y por incompetencia generalizada, este papel acabará recayendo en la pequeña María Margarita, dotada de un don especial para la interpretación y la locuacidad, y para hacer vívidas las imágenes, y sensibles las emociones.

A partir de aquí, la historia irá avanzando a trompicones como retales de distintas telas cosidos en cadena, alternando algodón estampado con arpillera cruda sin solución de continuidad y para nuestro desasosiego táctil. Que la historia se desarrolle a lo largo de varios años en la vida de esta buena gente no hace sino desconectarnos del drama inicial, y que acabe convirtiéndose en un Cuéntame concentrado, al que sólo le faltan dos cosas: la abuela Herminia entre cazuelas, y que la risa y la lágrima pretendidas trasciendan de la intención al efecto, cosa que no llega a lograr en ningún momento.

La película se muestra como un menú degustación de la novela en la que está basada, mezclando los sabores de la comedia con el drama, y ofreciéndonos un postre de denuncia social que llega tarde y derretido, y que rompe el poco realismo mágico con el que se anunciaba en la carta.

Hay en este guiso un aroma como a un Cinema Paradiso algo rancio y empalagoso, en su fascinación naif por el hechizo del cine en butaca de madera y la vida coral de pueblo. Y vemos proyectadas en la Pequeña (y luego adulta) María Margarita, sombras difusas de ilustres soñadoras como Amelie o Matilda, pero sin el barniz ni el color de estas. El conjunto narrativo y plástico carece de definición y de identidad propia, y se pierde en subtramas episódicas, acaso por querer ajustarse con calzador el zapato literario que tantas veces aprieta en el pie cinematográfico. Y es que para llevar “Las uvas de la ira” al cine hay que ser muy “John Ford”.

Los “adorables” personajes no enamoran, y la pretendida simpatía hacia sus desdichas no cuaja. La película no divierte ni emociona como pretende, y por desgracia no cumple con la premisa del factor evasivo ante una pantalla de cine, por lo que se acaba haciendo deseable su final para lanzarnos a la prosaica y más amable realidad de una cervecita en una terraza viendo la vida pasar.

Sinopsis

Dirigida por Lone Scherfig y con guion de Walter Salles, Rafa Russo e Isabel Coixet, esta adaptación de la novela homónima de Hernán Rivera Letelier está protagonizada por Bérénice Bejo, Antonio de la Torre, Daniel Brühl, y las jóvenes actrices chilenas

Sara Becker y Alondra Valenzuela.

El film cuenta la cautivadora historia de María Margarita, una joven que vive en un pueblo minero en el corazón del desierto de Atacama en la década de 1960 y que tiene el don de contar películas desde niña.

Walter Salles (Estación Central de Brasil) es el impulsor del proyecto en el que viene trabajando desde hace más de una década, una historia que, ambientada en las mismas minas del desierto de Atacama en que Ernesto Guevara se convirtió en “el Che”, emparenta con su oscarizada Diarios de motocicleta. Salles firma el guión, junto con Rafa Russo (El año de la furia) e Isabel Coixet (La librería, La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí).

La directora danesa consiguió reconocimiento internacional en el 2000 con Italiano para principiantes, por la que obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín, además de la Espiga de Oro en Valladolid, donde regresará este otoño casi un cuarto de siglo después. En 2009 dirigió An Education, basada en el guion de Nick Hornby y protagonizada por Cary Mulligan. La película tuvo 9 nominaciones a los BAFTA y 3 al Oscar, incluida Mejor Película. Desde entonces, Scherfig ha dirigido el drama romántico One Day (2011) con Anne Hathaway y Jim Sturgess, The Riot Club (2014) y Su mejor historia (2017), entre otros.

Copyright del artículo © Fernando Mircala. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © A Contracorriente Films, Selenium Films, Altiro Films. Reservados todos los derechos.

Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).