Una mujer de edad avanzada con el cabello recogido, áspero y gris, fuma en el asiento trasero de un coche oficial de diseño americano. La cámara nos la presenta de espaldas, unas espaldas anchas, también en sentido figurado, pues pronto vamos a ser testigos del peso que carga sobre ellas. Son las espaldas lastradas de Golda Meir (Helen Mirren), primera ministra de Israel, poco antes de comparecer ante la Comisión de Investigación para dar testimonio de las decisiones tomadas durante la guerra de Yom Kipur en octubre de 1973, en la que hubo de repeler el ataque sorpresivo lanzado contra su país por la alianza entre Siria y Egipto.
La película nos cuenta con detalle el proceso de esta histórica guerra, desde el punto de vista subjetivo del alto mando político y militar israelí. Valiéndose de la figura de Golda como sujeto catalizador, la cinta transmite al espectador toda la insostenible tensión, el vértigo, y la atronadora cacofonía a muerte y destrucción que taladran el alma de la totémica mujer, y su lucha contra aquello que amenaza con aniquilar a su pueblo.
A los diez minutos del metraje hemos perdido la cuenta de los cafés ingeridos y los cigarrillos fumados por la señora Meir. Este hábito exacerbado le hace padecer las consabidas dolencias que acarrea el tabaquismo. Asistimos a su tratamiento médico, y al «paseíllo» que, camino del quirófano, ha de recorrer en sucesivas escenas atravesando estantes donde se almacenan los cuerpos sin vida que llegan del frente. Los ceniceros y la morgue se van saturando de colillas y cadáveres. Humo, cenizas, y vidas consumidas, van enturbiando la pantalla y tiñendo nuestros ojos con una pátina parduzca de desasosiego y asco.
Asistida por su secretaria Lou Kadarr (Camille Cottin) ‒quien debe asumir las tareas de asistenta social, enfermera y hombro sobre el que llorar‒, Golda se estremece y lucha por sostener la descomunal responsabilidad que el destino le ha impuesto. No obstante, la fragilidad de un organismo enfermo en guerra interna que hace tambalear su cuerpo fornido de anciana sola ante el peligro, no doblega su férrea firmeza ni su carácter astuto y decidido, agraz y a la vez compasivo, en ese mundo masculino y beligerante en el que no puede mostrar la más mínima debilidad ni grieta.
Ese aura de astucia que refleja el brillo de sus ojillos prospectores y su actitud contenida, parece proporcionarle un escudo magnético, o una fuerza telúrica que nutre de energía silenciosa y sabia cada uno de sus medidos actos. Cabe destacar el inmenso trabajo interpretativo de Helen Mirren para adoptar la «fea belleza» de Golda, para asumir su fortaleza, su angustia, su porte, y su quebranto, para contener en sí toda la película, como una alegoría artística del personaje real y su portentosa capacidad.
Aparece la figura de un dubitativo y nervioso Moshé Dayán (Rami Heuberger) en horas bajas ‒ministro de Defensa y hombre de confianza de Golda‒, desmitificando un tanto el recuerdo de ese sonriente “Nick Furia”, que recordaba a un Yul Brynner piratesco en aquellos viejos telediarios, y que parecía investido de un carácter legendario propio de otra época, alguien cuyo poster colgarías de la pared aún sin saber de quién se trata.
Avanza la trama, y a medida que las cosas se complican, los muertos se multiplican, y la debacle parece inminente, la mediación en el conflicto del secretario general de los Estados Unidos, Henry Kissinger (Liev Schreiber, el hermano malo de Lobezno en X-Men), añade al film otra tonelada de sobria elegancia, y de solidez estructural y narrativa, echando aún más hormigón armado en la construcción de esta ‒ya de por sí‒, árida y compactada historia.
La atmósfera opresiva y hostil, que se palpa y se masca cruda de principio a fin, evoca el tono de El hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004), salvando las cósmicas distancias simbólicas y morales, pero con su paralelismo escénico y dramático. La puesta en escena, la elección de los planos y un meticuloso montaje, nos encierran en una espiral de pesadilla claustrofóbica, atrincherándonos, junto con los protagonistas, en despachos mal ventilados y búnkeres precariamente iluminados, entre mapas de desiertos, neblinosos monitores en blanco y negro, y radiotransmisiones que suenan a horror y agonía.
El director, Guy Nattiv, nos ofrece una visión inevitablemente partidista, aunque no propagandística, de un momento histórico, de un conflicto secularmente enquistado en el tiempo, pero centrándose fundamentalmente en el drama interior de su protagonista, Golda Meir; una mujer serena a quien vemos caer por momentos en la ofuscación y en la paranoia, que amenaza con desmoronarse, apenas sostenida por los zapatones blancos que calzan sus gruesas piernas, y por su inmenso coraje y el poder de una ancestral resistencia al sufrimiento.
La banda sonora resuena como un mausoleo al borde del colapso, inundando de gravedad el soporífero e inmasticable ambiente, pintando a rodillo un mundo sin color ni brillo posibles con el tono pardo y gris de los uniformes, de lo utilitario, y de un tiempo prosaico con sabor a acero y a tierra quemada. Malos tiempos para la lírica, aquellos como los actuales, en los que la lucha por la tierra entierra tantas vidas y tantos sueños.
Cuando el cine no va de caramelos y fantasías, que nos siga regalando bombones de café amargo como esta poderosa Golda.
Sinopsis
Golda es un thriller a contrarreloj en el que se narran los dramáticos acontecimientos, las responsabilidades de alto riesgo y las controvertidas decisiones a las que se enfrentó Meir, también conocida como la «Dama de Hierro de Israel», durante la Guerra del Yom Kippur de 1973. Sus acciones, en circunstancias imposibles, acabarían decidiendo el destino de millones de vidas.
Golda está dirigida por el ganador del Oscar® Guy Nattiv (Skin). La película narra la historia de Golda Meir, a quien da vida la ganadora de un Premio Oscar®, tres Globos de Oro® y dos Premios Bafta® Helen Mirren, que fue la Primera Ministra mujer de Israel, y enfrentó responsabilidades y decisiones intensamente dramáticas y de alto riesgo durante la Guerra de Yom Kippur, de la cual se cumplen ahora 50 años.
En el reparto destacan Camille Cottin (Call My Agent) en el papel de Lou Kaddar, asistente personal de Golda durante muchos años, quien estuvo a su lado durante toda la guerra, Liev Schreiber (Spotlight), como Henry Kissinger, el Secretario de Estado de EE.UU. durante la guerra, Rami Heuberger (La lista de Schlinder), quien interpreta al Ministro de Defensa de Meir, Moshe Dayan, y Lior Ashkenzi como el Jefe del Estado Mayor, David Elazar. Ashkenzi, uno de los actores de teatro, televisión y cine más destacados de Israel, ganó el premio al Mejor Actor en los Premios Ophir (la versión israelí de los Oscar) por su interpretación de Michael Feldmann en Foxtrot, de Samuel Maoz. Completan el reparto Ellie Piercy (Black Mirror), Ed Stoppard (El pianista, La juventud), Rotem Keinan (Infiltrada), Dvir Benedek (Barash), Dominic Mafham (Ofelia), Ben Caplan (El pasajero), Kit Rakusen (Belfast) y Emma Davies (Timadoras compulsivas).
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