Antes de esta, otras muchas películas han reflejado la pasión destructiva de Godzilla. El tema principal de la saga es fácil de resumir: una bestia antediluviana, nacida de la pesadilla atómica japonesa, sembraba el caos en los primeros filmes, y luego, en una larga lista de secuelas, empezó a enfrentarse a otros leviatanes, defendiendo tangencialmente a la humanidad.
El británico Gareth Edwards, director de la nueva entrega de esta franquicia, parece empeñado en desmentir al escritor Herman Melville cuando éste, al justificar la escritura de Moby Dick, señalaba que «para producir un gran libro hay que elegir un gran tema. Nadie podrá escribir nunca ninguna obra grande y perdurable sobre las pulgas, aunque muchos lo hayan intentado».
¿Es nuestro tiranosaurio de serie B un tema menor? Depende de a quién se lo preguntemos. En todo caso, está claro que Edwards se toma a Godzilla muy en serio. Su película, además de épica, es realista, dramática, sutil y ocasionalmente solemne. Todo lo contrario de Pacific Rim, donde Guillermo del Toro apostaba por la faceta más ligera, divertida y pop del kaiju-eiga, el cine de monstruos a la japonesa.
El guión de Max Borenstein, David Callaham, Drew Pearce y Frank Darabont presenta a Godzilla como una fuerza de la naturaleza, activada de acuerdo con un desarrollo evolutivo que la cinta explica de forma pormenorizada. La credibilidad parece el santo y seña del equipo de guionistas, que dan por amortizadas las escenas de demolición urbana y se concentran en la interrelación sentimental de los personajes.
Siguiendo la lección de Spielberg en Tiburón, Edwards procura que el monstruo sea una presencia intuida a lo largo del primer acto. Por supuesto, en el último tramo del film hay escenas de lucha entre criaturas colosales, pero el foco está puesto en los humanos y en sus motivaciones personales. Es obvio que el rigor y el dramatismo post-Dark Night también caracterizan a esta producción.
Para dar verosimilitud psicológica a sus personajes, el cineasta cuenta con un reparto excepcional, que saca oro de sus papeles: un espléndido y conmovedor Bryan Cranston viene acompañado por Ken Watanabe, Juliette Binoche y David Strathairn. Todos ellos tienen una brújula dramática que los guía, y no son los típicos secundarios de lujo que suelen adornar –con más frivolidad que otra cosa– el típico cine de catástrofes.
Un estoico Aaron Taylor-Johnson da vida al teniente Ford Brody, especialista en desactivación explosivos, enamorado de su esposa (Elizabeth Olsen, desaprovechada en este caso), padre de un hijo de cinco años, y muy preocupado por su padre, el físico nuclear Joe Brody (Cranston).
Brody lleva quince años obsesionado por algo que no les adelantaré, y que sucedió en la central nipona donde trabajaba con su esposa, Sandra (Binoche).
Todo ello, según intuimos, guarda relación con las investigaciones de un misterioso científico, Ishiro Serizawa (Watanabe), cuya intervención en la trama será decisiva.
Más allá de los excelentes efectos especiales y de la parafernalia 3D, Godzilla es una película que se toma en serio a sí misma, y que precisamente por ello, sustituye los típicos fuegos artificiales por la baza de la empatía emocional. En este sentido, Edwards se mueve en el mismo registro que ya empleó en su estupenda Monsters (2010). De hecho, en los momentos en que ha de reflejar operaciones militares, el director se olvida de los modernos blockbusters y prefiere homenajear al Coppola de Apocalypse Now.
Desde el punto de vista estético, la cinta contiene momentos excepcionales, muy evocadores del estilo de Spielberg. Pese al uso de efectos CGI, la mayoría de las secuencias están resueltas en decorados reales. Planos como el de Godzilla saliendo de la niebla o el de unos paracaidistas adentrándose en un abismo de oscuridad son auténticos hallazgos, y dan la medida de un film que, partiendo de una premisa archiconocida, pone en juego toda la ambición creativa de sus creadores.
Sinopsis
Esta aventura, que llega de la mano de Warner Bros. Pictures y Legendary Pictures, es un épico renacimiento de las películas de la productora japonesa Toho.
Gareth Edwards dirige Godzilla, protagonizada por Aaron Taylor-Johnson (Kick-Ass – Listo para machacar), el actor nominado al Oscar® Ken Watanabe (El último samurái, Origen), Elizabeth Olsen (Martha Marcy May Marlene), la ganadora de un Oscar® Juliette Binoche (El paciente inglés, Cosmópolis) y Sally Hawkins (Blue Jasmine). También intervienen en la película el actor nominado al Oscar® David Strathairn (Buenas noches, y buena suerte, El legado de Bourne) y Bryan Cranston (que ha participado en Argo y es protagonista de la serie de televisión Breaking Bad).
Edwards dirige un guion escrito por Max Borenstein. El guion está basado en una historia original de David Callaham, que se basa a su vez en el personaje Godzilla, creado por la compañía Toho, que es también propietaria de los derechos del personaje.
Thomas Tull y Jon Jashni, junto a Mary Parent y Brian Rogers, son los productores de la película. Patricia Whitcher y Alex Garcia ejercen de productores ejecutivos junto a Yoshimitsu Banno y Kenji Okuhira.
El equipo creativo de la película cuenta entre sus miembros con el director de fotografía Seamus McGarvey (nominado al Oscar®, y que ha participado en películas como Anna Karenina y Expiación: Más allá de la pasión), el diseñador de producción Owen Paterson (de la trilogía Matrix), el montador Bob Ducsay (Looper), la diseñadora de vestuario Sharen Davis (Dreamgirls, Ray, Django desencadenado) y Jim Rygiel, supervisor de efectos visuales y ganador de un Oscar® por las películas de El señor de los anillos. Alexandre Desplat, compositor de las bandas sonoras de Argo y El discurso del rey, así como nominado al Oscar®, se encarga de la partitura que acompaña a Godzilla.
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