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Critica: «Escape Room» (Adam Robitel, 2019)

Resulta curioso comprobar de qué modo convergen los clichés en el moderno cine de terror. Frente a la incertidumbre que conlleva el deseo de ser original, muchos creadores prefieren servir productos precocinados, cuya receta no es un secreto para nadie, y que sin embargo, funcionan bien en la taquilla.

Cuando veo este tipo de cintas, suelo pasar el rato recordando antecedentes. ¿Manías de alguien que ya lleva muchas películas en la memoria? Puede. Pero no me interpreten mal, disfruto como el que más con ese tipo de películas que, de forma subrepticia o descarada, reciclan elementos previos.

Escape Room es un buen ejemplo de esto último. Lo reconozco: me ha entretenido, y además noto que todo el equipo, desde el director a los actores, arrima el hombro para que el asunto funcione. No me preocupa su mínima ambición. Además, salta a la vista que nadie pretende que esta sea una película artística. Aquí nadie quiere darnos gato por liebre. Escape Room es lo que es: una obra menor, olvidable y pasajera.

Sin embargo, esa humildad es compatible con una factura eficiente. A veces, con eso basta. Dicho de otro modo: en el furgón de cola de Hollywood también hay buenos profesionales.

En descargo de Adam Robitel, debo decir que esta película cumple con su objetivo: distraer a un público quinceañero con algo de intriga, algún que otro susto y miedo de baja intensidad. No creo que se necesite más, dada la falta de pretensiones que se advierte en la propuesta.

¿Anda por ahí algún espectador que le encuentre a Escape Room parecidos razonables? Si les cuento el argumento, seguro que entenderán esta pregunta. Atentos: un grupo de personajes, cada uno con su pasado problemático a cuestas, coinciden en una escape room de alto presupuesto. Pero lo que al principio parece un simple juego de aventura, pronto se revela como una sucesión de trampas mortales, a cual más imaginativa.

A bote pronto, la película de Robitel me ha recordado títulos como Cube (1997), de Vincenzo Natali, The Killing Room (2009), de Jonathan Liebesman, Saw II (2005), de Darren Lynn Bousman, House on Haunted Hill (1999), de William Malone ‒nueva versión de la película homónima de 1959, dirigida por William Castle‒, Jugadores (The Call-Up, 2015), de Charles Barker, y The Belko Experiment (2016), de Greg McLean.

Por ciertos detalles, también podemos emparentarla con Destino final (Final Destination, 2000), de James Wong. Y puestos a encontrar escenas que son un calco de otras, incluso hay un momento idéntico a otro que me produjo escalofríos en La maldición de Damien (Damien: Omen II, 1978), de Don Taylor y Mike Hodges.

El espíritu de la serie B, al fin y al cabo, siempre ha sido este: plantar el campamento cerca de filones que ya fueron explotados por otros.

Sinopsis

Escape Room es un thriller psicológico sobre seis desconocidos que se ven involucrados en una situación que escapa a su control y deberán hacer uso de todo su ingenio para averiguar las pistas o morir.

Te encuentras en una sala. No tiene ventanas, hay una sola puerta y está cerrada. El loco que te ha encerrado ha creado una serie de complicados y diabólicamente ingeniosos puzles que, resueltos en el orden correcto, te guiarán hacia la llave y a tu salvación. Y para hacerlo más difícil aún, ha puesto un cronómetro de una hora para completar los puzles y escapar… o sufrir las consecuencias.

Lo que parece una película de miedo es uno de los entretenimientos que más está creciendo en el mundo: el fenómeno de los escape room. Armado sólo con tu ingenio, y de las destrezas de la gente que se encuentra contigo, los jugadores deben averiguar códigos, descifrar enigmas y descubrir escondites lo más rápido posible. Cada sala tiene una trama secreta, donde los jugadores van armando el puzle en una divertida experiencia de trabajo en equipo. Desde la creación del concepto allá en 2010, han surgido escape rooms por todo el mundo, satisfaciendo las necesidades de diversión y evasión de la realidad del público.

Cuando el productor Ori Marmur probó un escape room con su familia, vio el potencial para una película. Es además un concepto que se ha aceptado en todo el mundo y el tema tendría atractivo global. «Me pareció muy divertido, como un juego de mesa viviente» explica Marmur. El proyecto parecía encajar a la perfección con un misterio clásico de sala encerrada, y junto al productor Neal H. Moritz, empezó a trabajar en la idea. Rápidamente llegaron a un concepto en el que no sólo tendrían que escapar de una sala extremadamente peligrosa, sino que, cuando se acabase el tiempo, morirían.

«Tienes que usar el cerebro todo el rato cuando estás en estas habitaciones, ya que la gente que la creó quiere que muramos uno a uno» dice el actor Jay Ellis. «Estás constantemente intentando averiguar qué ocurre, dónde puedo o no pisar y cuál es la verdadera salida, con respecto a lo que sólo es una distracción».

Adam Robitel, quien anteriormente dirigió el éxito del terror Insidious: La Última Llave, se sumó a la dirección. «Los buenos escape rooms son muy cinematográficos: entras en un frío bunker de guerra y rebuscas entre carpetas de la CIA, entonces aprietas un botón y de repente se enciende un proyector escondido que te muestra un mapa» añade Robitel. «Estas habitaciones tienen una buena dirección de arte, así que vi el potencial visual de la película al instante».

En la película, todos los personajes han decidido formar parte de la experiencia de un escape room y acabarán descubriendo que hay algo que les conecta. «Todos deciden estar ahí. No les han secuestrado o forzado» aclara Marmur. Aunque pronto descubrirán la realidad. «Todos llegan esperando una cosa y se encuentran con algo totalmente distinto».

A medida que resuelven los puzles y las tramas de cada sala, empiezan a ver que hay un enigma aún más grande que resolver. Resulta que todos tienen algo en común. «La idea de juntar a desconocidos por una razón misteriosa, meterles en este entorno y hacerles trabajar en equipo era algo que nos atraía mucho» dice Robitel.

Puesto que cada personaje tiene una historia distinta e independiente, el objetivo de los cineastas era encontrar un reparto ecléctico. «Queríamos juntar personalidades diversas y enérgicas con distinta apariencia, historia y perspectivas» dice la productora ejecutiva Rebecca Rivo.

Primero nos encontramos con Zoey, interpretada por Taylor Russell. Zoey es una tímida e introspectiva estudiante de ciencias que ha sobrevivido a un accidente de avión en el que murió su madre. «Era importante que Zoey pareciese muy vulnerable, pero que también pudiese darle la vuelta a todo» dice Robitel. «Taylor Russell lo borda. Tiene todo lo que queríamos. Puede parecer desvalida, aunque también muestra como su personaje es increíblemente inteligente».

Ben (Logan Miller) es un joven que vive la vida en modo de auto destrucción para bloquear el trauma que le causó ser el único superviviente de un horroroso accidente de coche.

«Ben es un personaje muy sólido» dice Miller. «Le ha pasado algo trágico en la vida y le cuesta mucho aceptarlo. Sus amigos han muerto, no le queda nada, así que tiene una actitud muy pasota que le lleva a convertirse en un extraño antihéroe mientras lidia con sus traumas».

Amanda (Deborah Ann Woll) es una soldado que fue herida en acción durante una explosión y ahora vive traumatizada.

Para interpretar a una veterana de guerra, Woll tuvo que visitar grupos de apoyo y hablar sobre el estrés postraumático y la culpabilidad del superviviente. «Fue una fuente de información muy útil para mí» dice Woll.

Jason (Jay Ellis) es un ejecutivo financiero carismático, competitivo y egocéntrico. Utiliza el lujo para no pensar en su pasado.

Mike (Tyler Labine) es un camionero de West Virginia y el mayor del grupo. Siendo un antiguo minero dirías que está acostumbrado a estar en espacios reducidos, aunque resulta que es todo lo contrario.

Danny (Nik Dodani) es un joven adicto a los ordenadores y un entusiasta de los escape rooms. El equipo necesitará todas sus habilidades y experiencia para sobrevivir.

El veterano actor Yorick van Wageningen se une al reparto como WooTan Yu, el Maestro de Juegos, quien trabaja para la siniestra Maze Corporation. «Él es el Maestro de Juegos que controla todo» dice van Wageningen. «Controla lo que está pasando en todas las habitaciones, él es el intermediario y acaba involucrándose cuando todo va mal».

Para la creación de las invenciones del Maestro de Juegos, Robitel formó equipo con el diseñador de producción Edward Thomas y el resto de sus jefes de departamento. El supervisor de efectos especiales confiesa que todos tuvieron la misma reacción al leer el guion. «¿Cómo diablos vamos a hacer esto?» Como cualquier buen reto, las soluciones empezaron a salir poco a poco.

«Cada una de las habitaciones requería la colaboración de todo el mundo desde el principio, e hicimos algo único en la preparación de la película» dice la productora ejecutiva Rebecca Rivo. «En una serie de reuniones antes de diseñar los decorados, juntamos al director, al director de fotografía, al diseñador de producción y a los supervisores de efectos visuales y especiales para analizar el guion y diseñar la producción en equipo».

«Los decorados estaban tan bien hechos que cuando los vimos nos quedamos todos alucinados» dice Taylor Russell. «Los actores pasamos mucho tiempo en estas habitaciones, así que acabas familiarizándote mucho con el espacio y los elementos que hay. Parece que cobran vida de verdad».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Columbia Pictures, Original Film, Sony Pictures Releasing. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.