A pesar de sus irregularidades y de alguna decisión narrativa muy discutible, El Hobbit: La desolación de Smaug se convierte en una aceptable película de aventuras gracias al modo tan colorista en el que Peter Jackson interpreta el mundo de Tolkien. La cinta proporciona, además, algunas secuencias espectaculares, idóneas para servir de ejemplo de lo que ha de ser la fantasía heroica.
Los nombres de Ian McKellen, que nuevamente da vida a Gandalf el Gris, y de Martin Freeman, en la piel de Bilbo Bolsón, no necesitan presentación. Se suman al elenco Richard Armitage, a quien ya conocimos como Thorin Escudo de Roble, Benedict Cumberbatch proporcionando su voz a Smaug, Evangeline Lilly como la elfa Tauriel, Stephen Fry, dando vida un indecente gobernador, y Luke Evans como el intrépido Bardo. Cada uno de ellos marca con su oficio una película en la que todos, sin estridencias, dan lo mejor de sí.
Supongo que será por la técnica digital, y también por la belleza de los enclaves neozelandeses, pero lo cierto es que la escenografía de esta segunda parte de la saga parece hecha para proporcionar un continuo placer visual. Eye-candy, como dicen en inglés.
Como narrador, Jackson vive pendiente de su reloj. El ritmo nos lleva de un episodio a otro, a lo largo de dos horas y cuarenta minutos, con una agradable sensación de ligereza. Y eso que se empeña en estirar como un chicle un relato que no da para tanto.
Obviamente, el párrafo anterior no conmoverá en absoluto a quienes piensan que Tolkien es un autor menor, y por consiguiente, aislarían todas estas adaptaciones bajo una campana de vacío, las arrojarían al océano, o solo Dios sabe qué más. El gusto y los juicios pueden diferir, pero quedan advertidos: si no se sienten fascinados por la Tierra Media, aquí les aguarda una sobredosis de magia y espadas.
Resulta algo extraño para los lectores de El Hobbit –pienso que esto les sucede a todos los lectores de Tolkien– ver cómo Jackson ha expandido el universo de la novela original con la idea de completar una trilogía. Me parece importante no caer en el purismo. Jackson ha tenido un efecto muy profundo sobre quienes admiramos a Tolkien, no solo por su rigor, sino también por su entusiasmo. Este último es palpable en El Hobbit: La desolación de Smaug, una película que, de una u otra forma, hace mención a todas las cosas que nos apasionan: la épica, el sentido de la maravilla, el gusto por la belleza, la buena mitología y los reptiles gigantes (¿Estás ahí, Guillermo del Toro?).
¿Sigue conservando Jackson la frescura? Digamos que la recupera a ratos. Como dijo Chesterton, «el temperamento artístico es una enfermedad que ataca a los aficionados».
Al igual que sucede en la versión de la Trilogía del Anillo, este largometraje también es meticuloso desde el punto de vista de los diálogos. Los guionistas utilizan el ritmo y el vocabulario tolkienianos, no muy distintos de los empleados en las sagas escandinavas y en la novela caballeresca. Al mismo tiempo, los autores de esta versión intentan expresar sentimientos contemporáneos. De ahí que el film transmita una pizca de terror e incluso humor, cuando corre el riesgo de caer en un kitsch pasado de moda.
Aunque aquí predominen los efectos, las maquetas, los malabarismos en el combate y la ampulosidad del 3D, resulta muy grato que Jackson no deje de lado el lirismo en secuencias muy destacadas.
Por lo demás, la adaptación de una novela al celuloide es un trabajo que siempre deja sitio a la invención. De ahí que Peter Jackson también aporte a la mezcla los ingredientes que caracterizan a su filmografía desde los tiempos de Bad Taste: criaturas repugnantes, golpes de efecto y horror cargado de ironía.
Sinopsis
Del director ganador de un Oscar® Peter Jackson llega El Hobbit: la desolación de Smaug, la segunda parte de una trilogía que adapta la popular obra maestra de J.R.R. Tolkien, El Hobbit.
Las tres películas narran una historia lineal que se desarrolla en la Tierra Media 60 años antes de El Señor de los Anillos, trilogía de gran éxito que culminó con la oscarizada El Señor de los Anillos: el retorno del Rey y que tanto Jackson como su equipo de realización llevaron a la gran pantalla.
El Hobbit: la desolación de Smaug narra la continuación de la aventura de Bilbo Bolsón en su periplo junto al mago Gandalf y trece Enanos liderados por Thorin Escudo de Roble, en una épica búsqueda para recuperar la Montaña Solitaria y el Reino Enano de Erebor.
Tras sobrevivir al inicio de su inesperado viaje, la Compañía sigue hacia el este y se encuentra por el camino con Beorn, el cambiador de piel, y con un enjambre de Arañas gigantes en el peligroso monte Mirkwood. Tras evitar que los Elfos del Bosque los capturen, los Enanos prosiguen su viaje hacia Ciudad del Lago, y finalmente llegan a la Montaña Solitaria, donde tienen que enfrentarse al mayor de los peligros, una criatura más terrorífica que cualquier otra que pondrá a prueba no solo lo profundo de su valentía sino también los límites de su amistad y la sabiduría del viaje: el dragón Smaug.
Ian McKellen regresa como Gandalf el Gris, acompañado de Martin Freeman, desempeñando el papel protagonista de Bilbo Bolsón, y con Richard Armitage como Thorin Escudo de Roble. A la cabeza del elenco internacional se encuentran Benedict Cumberbatch, Evangeline Lilly, Lee Pace, Luke Evans, Ken Stott, James Nesbitt y Orlando Bloom como Legolas.
En la película también actúan John Bell, Manu Bennett, Jed Brophy, Adam Brown, John Callen, Ryan Gage, Mark Hadlow, Peter Hambleton, Stephen Hunter, William Kircher, Lawrence Makoare, Sylvester McCoy, Graham McTavish, Dean O’Gorman, Mikael Persbrandt y Aidan Turner.
El guión de El Hobbit: la desolación de Smaug es una adaptación basada en la novela de J.R.R. Tolkien y ha sido realizado por Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson y Guillermo del Toro.
Junto con Jackson, los productores de la película han sido Carolynne Cunningham, Zane Weiner y Fran Walsh. Los productores ejecutivos son Alan Horn, Toby Emmerich, Ken Kamins y Carolyn Blackwood, con Philippa Boyens y Eileen Moran como co-productoras.
El equipo creativo de “detrás las cámaras” está formado por el director de fotografía Andrew Lesnie, el diseñador de producción Dan Hennah, los diseñadores conceptuales Alan Lee y John Howe, el editor Jabez Olssen y el diseñador de maquillaje y peluquería Peter Swords King. El diseño del vestuario quedó a cargo de Bob Buck, Ann Maskrey y Richard Taylor; quien además ha sido el encargado de supervisar el diseño de las armaduras, armas, criaturas y el maquillaje especial que, una vez más, quedó en las manos de la galardonada empresa Weta Workshop.
Weta Digital, por su parte, se encargó de los efectos especiales de la película, capitaneados por el director de supervisión de efectos especiales Joe Letteri.
El supervisor de efectos especiales fue Eric Saindon y los de animación, David Clayton y Eric Reynolds. La música es de Howard Shore.
Bajo la dirección de Jackson, la grabación de El Hobbit: la desolación de Smaug se ha realizado en 3D en 48 fotogramas por segundo y se proyectará en 3D HFR, 2D, 3D e IMAX® en los mejores cines.
La producción se ha llevado a cabo en las propias instalaciones que Jackson posee en Miramar, Wellington, y en exteriores de toda Nueva Zelanda. La postproducción se ha desarrollado en Park Road Post Production, en Wellington.
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