Relajémonos, apaguemos las luces y dejémonos envolver por «Did I Make The Most Loving Of You?», la melodía que abre los títulos de crédito de una de las mejores series de los últimos años: Downton Abbey.
Ambientada en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX, nos traslada, con maestría, a los aromas, las costumbres, los vestidos y las normas más características de un principio de siglo semilla de un nuevo mundo.
La historia arranca con el trasfondo histórico del hundimiento del Titanic (abril de 1912), cuando el heredero de Downton desaparece en el naufragio; y evoluciona paseándonos a través de las atrocidades de la Primera Guerra Mundial, los cambios de mentalidad, la revolución feminista y la aparición del sufragio universal.
Después de conseguir el Emmy a la mejor miniserie o película de televisión en 2011, Julian Fellowes –ganador del Oscar al mejor guión en 2002 por Gosford Park– y todo su equipo no han dejado de sorprendernos. Actualmente, Downton Abbey se erige como una de las series de mayor éxito en televisión, con varios premios Emmy –entre los cuales destacan: mejor serie o película de televisión, mejor actriz secundaria en una miniserie o película de televisión (Maggie Smith en el papel de Lady Grantham); mejor director en una miniserie o película (Brian Percival); mejor guión (Julian Fellowes); mejor fotografía (David Katznelson), y el premio al mejor vestuario. Paralelamente, ha sido galardonada con un Globo de Oro, totalmente merecido, a la mejor miniserie (Best Miniseries – Television or Film).
De hecho, podríamos decir que nos encontramos ante una joya de la televisión, con un guión repleto de ironía, dramatismo y grandes dosis de realidad que nos transportan a una época perdida en el tiempo.
La contraposición –o quizás, en algunos casos, podríamos decir yuxtaposición– de los de arriba (la familia Crawley) y los de abajo (la servidumbre) aparece representada con juegos de palabras laberínticos y un buen elenco de personajes que se mueven en sus claroscuros, luchando, sobreviviendo y aceptando los cambios que asolan sus existencias: embarazos inicialmente no deseados, la Primera Guerra Mundial, la revolución irlandesa, la pérdida de seres queridos, amores destinados al fracaso, la homosexualidad a principios de siglo, la mezcla de clases sociales… todos ellos temas que, vistos desde la perspectiva actual, aparecen magistralmente retratados en la psicología de unos personajes ambiguos, sumidos en las dudas ante el cambio de una época.
Entre el repertorio de actores, cabe destacar la extraordinaria interpretación de Maggie Smith (Gosford Park, Harry Potter) como condesa de Grantham, cuya inteligencia y, en ocasiones, avanzadas opiniones sorprenden gratamente al espectador, siempre envueltas con la ironía que la caracteriza.
En segundo lugar, Hugh Bonneville deslumbra con una de sus mejores interpretaciones como Robert Crawley, el jefe de la familia protagonista, que tras la Primera Guerra Mundial observa cómo la sociedad y las reglas que habían regido toda su existencia se desmoronan, dando paso a una nueva etapa.
No olvidemos a Michelle Dockery, cuya interpretación de Mary Crawley la ha dado a conocer por todo el mundo, y a su pareja en la ficción, Dan Stevens como Matthew Crawley.
A lo largo de las cuatro temporadas de Downton Abbey, encontramos diversas escenas que fulguran con evocaciones del cine clásico; un claro ejemplo es la (emocionante) secuencia donde, en plena guerra, Mary canta a los soldados la famosa canción de 1916 “If You Were The Only Girl In The World” (música de Nat D. Ayer y letra de Clifford Grey).
Lentamente, la cámara va siguiendo los rostros de cada uno de los asistentes y, de repente, la protagonista alza los brazos, animando a los oyentes a acompañarla en su canto. Y es entonces cuando su delicada voz se funde, al unísono, con las voces desgarradas y esperanzadoras de los soldados, de la servidumbre y del resto de la familia Crawley en un instante único en la vida, metáfora de la disolución de las fronteras en un mundo que se estaba preparando para un nuevo rumbo sin retorno.Una escena casi fordiana, conmovedora desde la primera nota hasta el último suspiro.
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