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Crítica: «Érase una vez» («Once Upon a Time, 2011), de Adam Horowitz y Edward Kitsis

Somos niños, y no llegamos al metro y medio de altura. Nuestras madres aún señalan nuestra estatura en la pared porque temen que sus sueños infantiles dejen de tejerse con la ilusión de la inocencia. Por las noches, nos acunan con relatos de princesas y piratas, entonando estas dulces y ya familiares palabras: Érase una vez… Mientras su voz nos conduce a mundos remotos construidos de fantasía, todos soñamos con permanecer, aunque sea por unos instantes, en el país de Nunca Jamás con los niños perdidos, o dejarnos llevar por la magia del polvo de hadas que esconde una traviesa Campanilla en sus alforjas. Lugares donde la infancia se disfraza de atractivos villanos y reinas malvadas que anuncian los claroscuros de la condición humana.

¿Qué sucedería si esos mundos que habitan entre las páginas de los libros se colaran, como una sombra, por nuestras ventanas mientras dormimos? ¿Entrelazaríamos nuestros dedos con los suyos y volaríamos hasta la segunda estrella a la derecha, y seguiríamos todo recto hasta el amanecer?

Tras el éxito de Lost, los guionistas Edward Kitsis y Adam Horowitz nos devuelven la magia de los hermanos GrimmAndersen y Perrault, adentrándonos en los lados más tenebrosos del ser humano con Érase una vez (Once Upon A Time), la serie protagonizada por Ginnifer Goodwin (en el papel de Margaret Blanchard / Blancanieves), Jennifer Morrison (Emma Swan), Josh Dallas (David Nolan / Charming) y Robert Carlyle (Mr. Gold / Rumpelstilskin), entre otros.

Como toda historia, es mejor empezar por el principio. El relato comienza cuando Henry reaparece en casa de Emma Swan, su madre biológica que lo abandonó diez años atrás, con un libro de cuentos y una revelación: ella es la hija de Blancanieves y del Príncipe Encantador; y, como tal, debe deshacer el hechizo que ha sumido a Storybrooke –un pueblo que no aparece en los mapas y cuyos habitantes son personajes extraídos de los cuentos de hadas– en el olvido.

Si prestamos atención, encontraremos referencias a Lost escondidas en la magia que anida en los episodios. El reloj de Storybrooke permanece congelado a causa del hechizo, y las agujas marcan las 8:15; una clara referencia al vuelo 815 de Oceanic. Posteriormente, cuando éste vuelve a funcionar, las agujas avanzan y se detienen en los números 8:16 y 8:23 (los números de Lost). Y así sucesivamente.

Érase una vez gira en torno a la orfandad, madres separadas de sus hijas al nacer, padres que vagan eternamente en busca de sus hijos desaparecidos y piratas que anhelan vengar la muerte de su amada. Todos los cuentos se entrelazan y, con un guión muy original, cruzan sus caminos, introduciéndonos en nuevas versiones de las historias que creíamos conocer y ahondando en los deseos que, bajo nuestra piel, palpitan con fuerza.

Ante todo, que quede claro que no hablamos de una serie para niños. Las princesas que conocimos acurrucados en nuestras camas de pequeños ya han dejado de soñar; las historias de amor no surgen ni consiguen siempre sus finales felices. Todo lo contrario. Si nos adentramos en los relatos clásicos y los mezclamos con las vueltas de tuerca de Érase una vez, asistiremos a un baile de dolor, pérdidas y esperanzas, cargado con una fuerte dosis de realidad.

Con la orfandad como tema central, despedidas y encuentros dan sentido a las vidas desperdigadas de los habitantes de Storybrooke. Hablamos de un tiempo que no entiende de relojes ni de calendarios, donde los piratas que nos atemorizaban cuando jugábamos de niños dejan entrever su lado más romántico y sus vulnerabilidades emergen de los océanos más tumultuosos.

Si nos remontamos al último capítulo emitido en España, recordaremos cómo héroes y villanos se unen para rescatar a Henry. Y, al final, el barco del Capitán Garfio se hunde, surcando los mares, en un torbellino, para luego desaparecer en las profundidades del océano. Promesas, triángulos amorosos suspendidos en el aire, traiciones y abandonos que se remontan siglos atrás vuelven a tambalear la existencia de los personajes que creímos encerrados en las páginas de un libro. Pero los cocodrilos no son siempre lo que parecen; los corsarios esconden secretos oscuros de amores perdidos y las princesas han dejado de esperar, sentadas en sus habitaciones de algodón, la llegada de su príncipe azul.

Copyright del artículo © Silvia Coma. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes de Érase una vez © ABC Studios, Kitsis/Horowitz, Disney-ABC Domestic Television. Reservados todos los derechos.

Silvia Coma

Como escritora y periodista, Silvia Coma ha conocido a muchas de las principales personalidades de la cultura española. Parte de esa experiencia se resume en el libro de entrevistas "Voces de ahora" (Notorious Ediciones). Graduada en periodismo por la Universidad Ramon Llull, completó su formación en la London School of Economics and Political Science. Ha trabajado en la sección cultural del diario "ABC", en los informativos de Telecinco y como crítica literaria en el magazine online "Llums de la Ciutat". Asimismo, ha sido responsable de prensa y comunicación en la agencia Implementia Group, y en Film&Cook, Festival de Cine y Gastronomía de Barcelona. Trabajó en comunicación en Grupo Planeta, y en la actualidad, forma parte del equipo de Penguin Random House. Publicó su primer relato "El tango de los domingos olvidados" (2010), en la revista "Cel Obert". También ha participado en el libro "Las mejores películas de nuestra vida" del programa radiofónico "Cowboys de medianoche". En La Esfera de los Libros publicó las novelas "Aún está oscuro" (2018) y "Pioneras" (2020).