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Crítica: «Smash» (2012), de Theresa Rebeck

Desde hace más de medio siglo, vivimos admirados por la belleza, la sensualidad y esa personalidad inimitable que Norma Jean nos dejó en los escenarios. Todo empezó cuando, tras dejar su castaño enterrado, esa rubia curvilínea que hablaba entre suspiros inundó los estudios de la Fox. Desde aquel momento, el nombre de Marilyn Monroe sería conocido alrededor del mundo como un símbolo sexual, un “Bombshell” (en español puede traducirse como explosión, bomba  y también “bombón”), título muy adecuado para un show en Broadway.

Todos los que hayan visto Smash ya lo habrán relacionado; producida en 2012 y 2013, esta serie de televisión, constituida únicamente por dos temporadas, se centra en el día a día de la producción de un musical sobre la vida de Monroe.

Anjelica Huston encabeza el reparto como productora junto a Jack Davenport (Piratas del Caribe, El talento de Mr. Ripley) en el papel de director y Debra Messing (El día de la bodaWill & Grace) interpreta a la letrista del musical. Sin embargo, el punto fuerte reside en las jóvenes y estelares voces de Katharine McPhee (en el rol de Karen Cartwright) –una actriz y cantante que emergió gracias a su participación en American Idol– Megan Hilty (Ivy Lynn), las dos rivales que compiten por conseguir el papel de Marilyn.

En la primera temporada, la serie presenta a unos personajes sólidos, verosímiles, creíbles, fuertes y débiles, con sus claroscuros, y plasma a la perfección las telarañas que se tejen, entre sombras, en un mundo donde la competición puede llegar a límites insospechados.

Las canciones de “Bombshell”–debidas a Marc Shaiman y Scott Wittman, autores de Hairspray– recuperan, en algunas ocasiones, el aire nostálgico de los musicales de los cincuenta, como podemos observar con Mr. & Mrs. Smith (interpretada por Megan Hilty y Will Chase), o la magnífica e inteligente I Never Met A Wolf Who Didn’t Love To Howl (Nunca he conocido a un lobo al que no le gustara aullar).

Sin duda, Smash (producida por Steven Spielberg) tiene dos puntos fuertes innegables: una construcción consistente de los personajes y los esplendorosos números musicales. A diferencia de otras series –recordemos los cambios injustificados que van sufriendo los protagonistas en Cinco hermanos– Smash mantiene la esencia de sus personajes hasta el final, sin decaer en su evolución a lo largo de las dos temporadas.

Basada en la novela homónima del aclamado novelista Garson Kanin, la serie nos introduce no sólo en las maravillas de Broadway, sino también en los laberintos sombríos y la soledad que aguarda, sibilina, tras el telón.

Aunque inicialmente se había planteado la producción de una tercera temporada –esta vez, centrada en Hollywood– la NBC decidió cancelar la emisión a causa de los bajos ratings que alcanzó la segunda. ¿Qué pasó con Smash? Mientras que en la primera temporada la trama gira en torno al musical de Marilyn, en la segunda éste pierde protagonismo cuando se introduce “Hit List”, un nuevo musical que se representa en el Downtown de Nueva York. Así, lentamente, “Hit List” va robando el protagonismo a Marilyn, llevándose a algunos de los personajes más importantes de la serie e introduciendo a nuevos fichajes, entre ellos Jeremy Jordan (en el papel de Jimmy) o Andy Mientus (Kyle Bishop).

A medida que avanza la historia, el interés por “Bombshell” decrece estrepitosamente y los conflictos que rodean la obra acaban resultando demasiado repetitivos. Entre las canciones de “Hit List”, cabe destacar «Broadway, Here I Come!» –interpretada por varios de los protagonistas en un emotivo final– y «Caught In The Storm».

A pesar de los aciertos de Smash, la desaparición de personajes secundarios relevantes en la primera temporada y algunos finales inconclusos de determinados episodios dejan lagunas abiertas y difíciles de entender (como sucede, por ejemplo, con la relación amorosa y endeble entre Eileen, la productora del espectáculo, y Nick, un barman que mantiene negocios ilegales) junto a algunos apuntes del guión que quedan suspendidos en el aire.

Sin embargo, Smash consigue resolver el final con elegancia. En los últimos capítulos los aspectos más importantes quedan bien atados y los altibajos se compensan con números repletos de ritmo y la pasión de las voces de McPhee y Hilty, como sucede durante el número musical “That’s Life” (una canción que dio a conocer Frank Sinatra). De modo que, a pesar de algunas lagunas, Smash nos ofrece un espectáculo repleto de color que nos abre las puertas al país de las maravillas del mundo teatral. Un cóctel de desengaños, esperanzas e ilusiones con unas voces que no nos dejarán indiferentes.

Copyright del artículo © Silvia Coma. Reservados todos los derechos.

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Silvia Coma

Como escritora y periodista, Silvia Coma ha conocido a muchas de las principales personalidades de la cultura española. Parte de esa experiencia se resume en el libro de entrevistas "Voces de ahora" (Notorious Ediciones). Graduada en periodismo por la Universidad Ramon Llull, completó su formación en la London School of Economics and Political Science. Ha trabajado en la sección cultural del diario "ABC", en los informativos de Telecinco y como crítica literaria en el magazine online "Llums de la Ciutat". Asimismo, ha sido responsable de prensa y comunicación en la agencia Implementia Group, y en Film&Cook, Festival de Cine y Gastronomía de Barcelona. Trabajó en comunicación en Grupo Planeta, y en la actualidad, forma parte del equipo de Penguin Random House. Publicó su primer relato "El tango de los domingos olvidados" (2010), en la revista "Cel Obert". También ha participado en el libro "Las mejores películas de nuestra vida" del programa radiofónico "Cowboys de medianoche". En La Esfera de los Libros publicó las novelas "Aún está oscuro" (2018) y "Pioneras" (2020).