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Crítica: «Cazafantasmas: Más allá» («Ghostbusters: Afterlife», 2021)

En el panteón nostálgico de nuestra época, las dos primeras entregas de Cazafantasmas (1984 y 1989) se han convertido en fetiches. Esa glorificación explica, entre otras cosas, aquel descarrilamiento tan aparatoso al que asistimos en 2016, cuando se estrenó el reinicio protagonizado por Kristen Wiig, Melissa McCarthy, Kate McKinnon y Leslie Jones.

Vivimos presos de los recuerdos, y el juego predilecto del siglo XXI consiste en adentrarse en ellos y rescatar, cuando conviene, alguna franquicia cristalizada en ámbar.

Quizá todo ello sucede porque esta nostalgia actual no es tan genuina como parece. De hecho, anunciar el eterno retorno de los ochenta es algo que apasiona, muy especialmente, a quienes no vivieron esa década. La tecnología nos permite recuperar cualquier película a golpe de clic, así que supongo que eso contribuye a construir falsas memorias, enriquecidas artificialmente gracias a internet.

De forma inevitable, la idealización del pasado se ha convertido en un negocio rentable, y por eso las productoras dedican esfuerzo y dinero a revivir personajes que tuvieron sentido hace décadas. Por supuesto, no todos resisten el viaje en la máquina del tiempo, y los éxitos se alternan con los fracasos.

Dado que los seguidores de los Cazafantasmas no podían conformarse con la secuela de 2016, llega ahora una cinta perfilada de forma milimétrica para satisfacer a ese público: Cazafantasmas: Más allá.

Lo llamativo es que, a pesar de ser un producto diseñado con ese propósito, la película resulta muy entrañable y posee esa ligereza que nos remite al cine familiar de hace cuarenta años.

Dirigida por Jason Reitman con su padre, Ivan Reitman, revisando el resultado de cada secuencia, Cazafantasmas: Más allá funciona como un puente generacional, tanto para los personajes de la cinta del 84 como para los espectadores veteranos que vamos a verla junto a nuestros hijos.

La acción transcurre en una pequeña ciudad de Oklahoma. En este caso, los protagonistas pertenecen a la familia de Dr. Egon Spengler (encarnado en su día por el difunto Harold Ramis). Como verán, su hija adulta, Callie (Carrie Coon), y los dos hijos de esta, Trevor (Finn Wolfhard) y Phoebe (Mckenna Grace), descubren los fantasmales secretos que dejó Spengler tras su muerte. Unos secretos que también involucran a otro par de chavales, Podcast (Logan Kim) y Lucky (Celeste O’Connor), y al maestro de la escuela local, el Sr. Grooberson, interpretado con su gracia habitual por Paul Rudd.

Realizada con evidente cariño, Cazafantasmas: Más allá lucha para hacer feliz al espectador, y para ello, recurre a todo tipo de trucos: desde los más nobles a los más previsibles. No obstante, su buena factura y el encanto de los actores consiguen que hasta el espectador más ceñudo acabe esbozando una sonrisa.

Si nos concentramos en su análisis, puede que adivinemos a qué se reduce su mecanismo interno. Pero eso importa poco ‒o más bien nada‒ cuando lo que cuenta es escuchar ese latido nostálgico que acaba llevándonos justo donde quería el director.

Un consejo final: en la medida de lo posible, eviten informarse sobre esta película. Así disfrutarán plenamente de ese torrente de emociones que el film concentra en su tramo final (incluidas varias escenas post-créditos).

Sinopsis

Del director Jason Reitman y el productor Ivan Reitman, llega un nuevo capítulo del universo original de Cazafantasmas. En Cazafantasmas: Más allá, una madre soltera y sus dos hijos se van a vivir a un pequeño pueblo donde descubrirán su conexión con los orígenes de los Cazafantasmas y el legado secreto que su abuelo les ha dejado. La película está escrita por Jason Reitman y Gil Kenan.

Jason Reitman tenía solo seis años cuando su padre, el director Ivan Reitman, le llevó al rodaje de Los Cazafantasmas, allá por el año 1984. “Recuerdo estar en la cubierta del edificio donde estaba el piso de Dana” relata Jason. “Antes de saber lo que era un perro del terror o un equipo de protones, me encontraba observando cómo embadurnaban de crema de afeitar a un actor de doblaje cuando explota el hombre de malvavisco Stay Puft. Volví a casa con un trozo del hombre de malvavisco que conservé en una estantería durante todos mis años escolares”.

Ese niño creció y acabó entrando en el negocio familiar: se convirtió en un aclamado cineasta, nominado al Óscar por su dirección en Juno y Up in the Air. Centrado en comedia de relaciones personales, especialmente familias, Jason Reitman ha creado una filmografía con una sensibilidad distinta de las comedias que hicieron a Ivan Reitman famoso. Por lo que, al cabo de los años, cuando le preguntaban a Jason si alguna vez haría una película de los Cazafantasmas respondía irónicamente: “Creo que dije, ‘No me cazaréis con eso’” bromea Jason. “Creo que mi padre nunca se esperaba que apareciese con una nueva historia sobre los Cazafantasmas. Claramente cada uno ha tomado su propio camino en el cine, y yo me veía a mí mismo como un cineasta independiente”.

En verdad, el negocio familiar de los Reitman no era solo dirigir películas, también era cazar fantasmas. Hace unos diez años, a Jason le surgió la idea de un personaje en particular. “Me imaginé a una niña de 12 años que encuentra un equipo de protones en un granero” explica. “No sé porqué me surgió así, al igual que me pasa con muchas ideas”.

“Me quedé con eso, y como cualquier buena idea acabó pidiendo a gritos que la contásemos” comenta Jason. “Cuando falleció Harold Ramis supe de inmediato que esta niña tenía que ser la nieta de Egon Spengler. Esa era la historia que quería contar, la historia de una niña que encuentra un equipo de protones y descubre quién es, cuál es su legado y porqué es única”.

Es una historia de los Cazafantasmas de los Reitman, en el que se da y se recibe el testigo. El joven Reitman dirige y su padre produce, creando una película que honra su legado al mismo tiempo que se sostiene por sí misma y apunta hacia el futuro. Jason consigue cerrar el círculo en la trama de la película, mezclando una historia familiar con el tema central de la saga. “Quería crear una película que fuese tanto para mi padre como para mi hija” confiesa Jason. “Quería contar una historia generacional sobre una madre soltera con dos hijos que todavía no saben quiénes son y que acaban descubriendo que son bastante especiales”.

Cuando Jason le comentó la idea a su padre, le contestó que era un híbrido perfecto entre sus dos sensibilidades. “Jason tiene una clara pasión por el cine y toda su iconografía, y eso se refleja en cada palabra de su guion” dice Ivan. “La primera vez que leí el guion acabé llorando. Captura perfectamente el espíritu y alegría de la primera película. Sabía perfectamente dónde quería ir con ella. Es muy buena idea entremezclar una historia familiar junto con una película de la envergadura de Los Cazafantasmas”.

Con todo esto, no es de extrañar que se hayan pasado el testigo de esta manera. “Antes de 1984, los superhéroes eran grandes defensores de los principios americanos, serios con lo que hacían” dice Ivan. “Pero los Cazafantasmas eran un poco antisistema y tenían sentido de humor. Eran personas mucho más cercanas”.

Cuando Jason Reitman terminó el guion junto con Gil Kenan, tuvieron que enfrentarse con varios obstáculos, aunque el primero fue hablar con Dan Aykroyd, guionista y protagonista de la primera Cazafantasmas, para ver qué opinaba sobre la historia. “Lo que más miedo nos dio fue mandarle el guion a Dan Aykroyd” confiesa Jason. “Es el tipo que creó la idea original de los Cazafantasmas. Me moría de curiosidad por leer sus anotaciones y saber si hablábamos el mismo idioma. Y vaya su hablábamos el mismo idioma. Fue como recibir anotaciones de Ray Stantz, por ese curioso humor negro y diálogos tipo Lovecraft que le caracterizan. Fue muy inspirador. Claramente creció leyendo ciencia ficción y fantasía por todo lo que dice y en la forma en la que habla de los fantasmas”.

Jason es un cineasta increíble y un gran director. Tiene mucho corazón, alegría y alma” dice Aykroyd. “Ha creado una gran historia que conecta con las primeras dos películas, pero que evoluciona y nos lleva a un sitio completamente nuevo”.

En el centro de la historia de Cazafantasmas: Más allá  encontramos una pequeña familia: Callie (Carrie Coon), una madre soltera, su hijo de 15 años Trevor (Finn Wolfhard) y su hija de 12 Phoebe (Mckenna Grace). Tras el desahucio de su apartamento de Chicago, la familia se muda a una destartalada propiedad en Oklahoma, en realidad una granja, que había sido propiedad de su padre, un hombre del que no conserva recuerdos. Resulta que ese padre no es otro que Egon Spengler, quien se había mudado misteriosamente a la rural Oklahoma desde Manhattan.

Estos personajes existen en la actualidad, décadas después de los acontecimientos ya olvidados que ocurrieron en los años 80 en Manhattan.

Para el papel del Sr. Grooberson, el profesor de verano con el que Phoebe forma una amistad y que acaba sintiéndose atraído por Callie, Jason contó con Paul Rudd. “Es un de los mejores cómicos de nuestros tiempos” dice Jason. “Recuerdo cuando uno de mis primeros cortometrajes se proyectó en Sundance antes de Wet Hot American Summer allá por el año 2000. Vi a Paul Rudd de una forma completamente distinta y pensé que sería afortunado si llegase a trabajar con él alguna vez”.

“Me enamoré del personaje al instante” confiesa Rudd. “Una de las cosas que me gustan de Grooberson es que no tiene ningún reparo en hablar sobre lo poco que le gusta enseñar y que en verdad no le importa lo que los niños hagan. Me pareció un tipo interesante para interpretar”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de sinopsis e imágenes © The Montecito Picture Company, Columbia Pictures, Ghostcorps, Bron Studios, Sony Pictures Entertainment. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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