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Crítica: «Caperucita roja (¿A quién tienes miedo?)» (Catherine Hardwicke, 2011)

En el cine, no basta con comprender la idea y desarrollarla en forma de guión. Para plasmar esa idea con eficacia, hay que expresarla con el tono adecuado. En Caperucita Roja, como ahora veremos, quizá no falle la comprensión de la idea, pero el verdadero problema es la completa ausencia de personalidad a la hora de desarrollarla.

Lo dijo Stephen Vizinczey refiriéndose a la literatura, pero podemos repetirlo a propósito del cine. Hay dos clases de películas. Unas te ayudan a comprender, las otras te ayudan a olvidar. Caperucita Roja pertenece a la segunda categoría. Es cine de evasión. En concreto, una aventura juvenil con tres ingredientes en su coctelera: los cuentos de hadas, el folletín romántico al estilo Crepúsculo y el clásico misterio criminal –whodunit como dicen los pedantes–, recalentado a partir de la vieja receta de Agatha Christie.

No hay pruebas, ni las habrá, de que este tipo de mezclas acaben sumando los méritos de cada una de sus partes. Por eso, el realizador debe moverse con cautela y elegir bien la nota dominante.

Uno puede revisar el simbolismo del cuento clásico en clave psicoanalítica y algo morbosa, como sucedía con En compañía de lobos (1984), de Neil Jordan, o transformarlo en una pesadilla gótica de gran vuelo imaginativo, como ocurría en La bella y la bestia (1946), de Jean Cocteau, en Legend (1985), de Ridley Scott, o en Sleepy Hollow (1999), de Tim Burton.

Si se quiere, el cuento de hadas puede dar lugar a buenas dosis de suspense, al estilo de El bosque (The Village, 2004), de M. Night Shyamalan. Incluso cabe mantener una mirada adolescente frente al folklore de los licántropos, y así desplazarlo hacia el romance teen de la mencionada saga Crepúsculo.

Pero encarar un proyecto como Caperucita Roja sin decidirse del todo por una de esas tres líneas da como resultado un film desvaído, falto de garra, cuyo objetivo se intuye y no acaba de concretarse.

Al final, la película de Catherine Hardwicke –mujer culta y excelente diseñadora– se acaba tranformando en una sucesión de estampas New Age: cordilleras nevadas, cabañas de cuento, jóvenes con guirnaldas de flores y caballeros que parecen haber salido de un cuadro prerrafaelista. Incluso hay algún baile pagano en mitad de la plaza del pueblo que más bien parece un festival hippie.

En definitiva, Caperucita se toma demasiado en serio a sí misma, como si su guionista hubiera leído los capítulos más altisonantes de Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés, en lugar de revisar la filmografía de Terry Gilliam.

Con todo, es posible que la película encuentre su público al calor de la moda Crepúsculo. Quiero creer, además, que Caperucita Roja es una producción que funcionará mejor en la pequeña pantalla, cuando su ciclo en las salas de cine haya terminado.

Sinopsis

De la directora Catherine Hardwicke (CrepúsculoTrece), llega el thriller de fantasía Caperucita roja (¿A quién tienes miedo?). Amanda Seyfried (Cartas a Julieta, Mamma Mia!) lidera el elenco de grandes actores que aparecen en la película: Gary Oldman (El caballero oscuro, saga Harry Potter), Billy Burke (saga Crepúsculo), Shiloh Fernandez (Skateland), Max Irons (El retrato de Dorian Gray), la nominada al Óscar Virginia Madsen (Entre copas), Lukas Haas (Origen) y la ganadora de un Óscar Juie Christie (Lejos de ellaDarling).

Durante décadas, los habitantes del pueblo de Daggerhorn han mantenido un complicado pacto con el hombre lobo. Sacrifican a un animal una vez al mes para saciar el apetito de la bestia que les atemoriza cada luna llena. Pero bajo una luna de color rojo sangre, el lobo se lleva la vida de un ser humano, aumentando así el precio del pacto.

La víctima es la hermana mayor de Valerie (Seyfried), una hermosa joven que acaba de descubrir que sus padres (Burke y Madsen) van a casarla con Henry (Irons), el heredero de la familia más rica del pueblo.

Pero ella está enamorada de Peter (Fernández), el humilde leñador al que ha amado toda su vida. Para evitar que los separen, la pareja decide fugarse, pero, en un terrible instante, el lobo trastoca sus planes.

Sedientos de venganza, los vecinos del pueblo acuden al Padre Solomon, un cazador de hombres lobo, para que termine con la bestia de una vez por todas, Pero la llegada de Solomon solo revoluciona aún más al pueblo cuando les advierte a todos que el lobo adquiere forma humana durante el día y que podría ser cualquiera de ellos. Todos son sospechosos.

El pánico se apodera del pueblo cuando el número de víctimas comienza a aumentar con cada luna roja y la paz que reinaba entre los habitantes se transforma en discordia. Además, Valerie descubre que tiene un vínculo único con el lobo que los atrae y los une de forma inexorable, lo que la convierte en sospechosa y a la vez en cebo.

Al escuchar el título Caperucita Roja, el público contemporáneo probablemente piense en una niña con capa roja dirigiéndose a casa de su abuela. Pero, en realidad, el cuento original era una historia con moraleja sobre el peligro y la decepción ideada para asustar a jóvenes mentes impresionables.

La directora Catherine Hardwicke nos explica que las raíces más siniestras del cuento son las que se prestan por si solas a convertirse en un thriller de fantasía. “Casi todos nosotros crecimos con una versión light de Caperucita roja, pero el cuento original tiene algunos elementos más oscuros que lo hacen mucho más intrigante. La idea de la niña que se adentra sola en el bosque y el lobo que la acecha y luego habla con ella… encierra mucho misterio y atrapa nuestra imaginación a muchos niveles. Cuando somos niños, el cuento puede parecernos otra cosa, pero si volvemos a escucharlo de adolescentes o adultos, respondemos a él de una forma completamente distinta”.

La productora Jennifer Davisson Killoran comenta: “Es un cuento emblemático y aunque hayamos oído varias versiones, hay cosas que son universales: la capa roja, el lobo, la mentira y el miedo. Es muy simple y a la vez muy aterrador. Nos gustó la idea de coger este legendario cuento y adaptarlo para un público moderno”.

El mensaje implícito de la fábula de Caperucita Roja es: no hables con extraños. Pero ¿y si el lobo resulta ser alguien que conoces… alguien en quien confías… alguien a quien amas? Killoran indica: “El cuento juega con nuestro miedo a que alguien cercano a nosotros no sea en realidad quien aparenta ser. Para mí, el lobo feroz representa la ansiedad de no saber de verdad con quién estás tratando”.

El cuento clásico ha cambiado un poco, el depredador de la película es un hombre lobo que tiene apariencia humana hasta que la luna llena desvela su verdadera naturaleza. Sobre esta premisa, el guionista David Leslie Johnson concibió un misterioso asesinato del que todos son sospechosos y la terrorífica paranoia que provoca y afecta a una comunidad entera. Killoran confirma: “Casi todos los personajes tienen un momento donde pierdes la fe en ellos. Lo hicimos así a conciencia para que cualquiera pudiera ser el lobo”.

“Creo que David hizo un trabajo maravilloso”, afirma Hardwicke. “Profundizó en los orígenes de la leyenda para conseguir su esencia. Luego añadió su propio toque personal y creativo a la mezcla y enriqueció mucho el cuento”.

Johnson declara: “Investigué mucho sobre cómo había cambiado la fábula de generación en generación, en distintas épocas y lugares. Mucho antes de hacer eso, la película estaba envuelta en un hermoso lacito y se presentaba como un cuento de hadas que contenía algunos detalles gráficos bastante desagradables y cuyo final no era muy apropiado. Me gustó la idea de ampliar los orígenes del cuento para crear más peligro, suspense y aventura”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de sinopsis, imágenes (Foto de Kimberly French) y cómo se hizo © 2011 Warner Bros. Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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