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Crítica Avatar 2

Crítica: ‘Avatar: El sentido del agua’ (James Cameron, 2022)

James Cameron ya no necesita demostrar casi nada. Aliens, Abyss, Terminator 2Titanic… Me apasiona cada una de ellas. Y lo reconozco, ya no puedo ser imparcial a la hora de valorarlas. En parte porque forman parte de mi biografía como espectador, con toneladas de entusiasmo y de apego hacia un repertorio de películas en el que es difícil descartar un solo título. Hay toda una generación de seguidores del director que podría decir lo mismo, de modo que supongo que se enfrentarán a los mismos dilemas que yo a la hora de valorar la secuela de Avatar.

En Avatar: El sentido del agua Cameron vuelve a coquetear con la idea de ser un creador de mundos. Tampoco descarto que ese planeta tan exuberante y verosímil, Pandora, sea real en la imaginación del director. En todo caso, lo que cuenta es que esta película nos sumerge en un mundo que, a los cinco minutos de metraje, ya nos parece tan auténtico como este en el cual nos ha tocado vivir. No solo sorprende la belleza de Pandora. También asombra la habilidad de Cameron para guiar nuestra mirada, siempre dos o tres pasos por delante de nosotros.

Hay momentos en que el sentido de la maravilla es tan convincente que uno podría aceptar que la película fuera un documental. Salir de ese estado de ensoñación cuesta, y ese es el principal mérito de este sensacional espectáculo, diseñado casi exclusivamente para ser visto en una gran pantalla y con unas gafas de 3D.

Hay pocas experiencias similares a esta en el mundo del cine, y me temo que, al paso que vamos, pronto será un recuerdo en un panorama dominado por las minipantallas y las multiplataformas.

El guion adopta la fórmula de las clásicas aventuras familiares. Hay, por supuesto, personajes adultos (Sam Worthington y Zoe Saldaña, junto a Stephen Lang, Cliff Curtis y Kate Winslet), pero el peso de la historia recae en un puñado de niños y adolescentes, a quienes prestan su voz y su gestualidad Britain Dalton, Jamie Flatters, Trinity Jo-Li Bliss, Jack Champion, Bailey Bass y la veterana Sigourney Weaver.

No encontrará el lector en esta cinta ni un asomo de cinismo. La trama es una peripecia tradicional, con héroes y villanos, y aunque el mundo de Avatar solo existe en el disco duro de un megaordenador, hay en él más ternura, inocencia, idealismo y franqueza que en buena parte del cine que hoy se rueda con actores y escenarios reales.

Impecable en términos narrativos y deslumbrante en su estética, la cinta de Cameron es, con diferencia, una de las películas del año. Por si fuera poco, los fans del director reconocerán en ella homenajes a los principales títulos de su prodigiosa carrera.

Sinopsis

Sam Worthington y Zoe Saldaña retoman sus papeles icónicos, interpretando a Jake Sully y Neytiri, que se han convertido en unos maravillosos padres que hacen todo lo posible por mantener unida a su familia. Cuando acontecimientos imprevistos los alejan de su hogar, los Sully viajan a través de los inmensos confines de la luna Pandora y huyen al territorio que está en poder del clan Metkayina, un pueblo que vive en armonía con los océanos que le rodean. Allí, los Sully deberán aprender a navegar por el peligroso mundo del agua y también a ganarse la aceptación de su nueva comunidad.

Teniendo en cuenta todo lo que habían logrado con Avatar, y con la idea de que las secuelas empezaran a infiltrarse en sus cabezas, Cameron y su antiguo socio productor, Jon Landau, dieron el paso inusual de convocar a una cumbre tecnológica a los principales directores de departamentos que habían ayudado a realizar la película. En febrero de 2010, todos se reunieron en un hotel de Santa Bárbara, California, para revisar qué aspectos del proceso de la realización habían funcionado mejor y qué podrían haber mejorado. La reunión dio lugar a un tesoro de ideas mientras Cameron reflexionaba ideando un futuro para Pandora. “No creo que Avatar: El Sentido del Agua hubiera sido posible si no hubiéramos hecho ese ejercicio”, dice ahora Cameron.

Una vez que decidió explorar más historias ambientadas en la exuberante luna alienígena, Cameron se sentó y comenzó a poner sobre el papel una plétora de ideas. Con más de 1.500 páginas de notas y argumentos de historias, Cameron y Landau se dieron cuenta de que había más de una historia que contar. Recurrieron a un grupo de élite formado por los mejores guionistas de Hollywood para que trabajaran con Cameron en la transformación de las notas de su historia en las cuatro películas que dieran continuidad a las aventuras de Jake, Neytiri y la nueva familia que habían creado juntos. No faltaron ideas, y el proceso llevó meses para centrarse en las historias exactas no solo para una secuela, sino para una serie de películas posteriores, todas tremendamente ambiciosas pero que giraban alrededor de un tema central: la importancia de la familia.

El realizador quería tener todos los guiones de todas las secuelas antes de pasar a la producción. “Tuvimos que escribir cuatro películas antes de que pudiera empezar con la primera secuela”, dice Cameron. “Quería trazar un mapa de todas las historias y luego situar a los actores en varias películas y posteriormente rodar la acción real. La idea consistía en consolidar las diferentes etapas de producción juntas: captura de la interpretación, acción real y por último posproducción”.

El heroico Jake Sully, que comenzó Avatar como un infante de marina parapléjico que lloraba la muerte de su hermano gemelo y buscaba desesperadamente un nuevo camino, emprende ahora El sentido del agua como el felizmente casado patriarca de su familia y líder del clan Omatikaya, habitando completamente su cuerpo Na’vi. “La familia es nuestra fortaleza”, le recuerda a menudo a su esposa Neytiri y a sus hijos, Neteyam (Jamie Flatters), Lo’ak (Britain Dalton), Tuk (Trinity Jo-Li Bliss) y a su hija adolescente adoptada, Kiri (Sigourney Weaver). Para disgusto de Jake y Neytiri, sus hijos suelen pasar el rato con Spider (Jack Champion), un niño humano huérfano de la guerra y demasiado pequeño para regresar a la Tierra.

Una vez que tuvieron la historia, Cameron y Landau pidieron a los jefes de departamento clave de la película que idearan metodologías y nuevas tecnologías que permitieran a Cameron crear personajes aún más expresivos y atractivos en la pantalla y situarlos en un mundo que, a pesar de su diseño de fantasía, debía parecer real. El resultado fue que cuando empezó la producción, Cameron tuvo a su disposición un conjunto de herramientas tecnológicas totalmente nuevo. “El material con el que estamos trabajando ahora es muy avanzado en comparación con la primera película”, dice Cameron. “Pero, ¿eso hace que la película sea mejor desde la perspectiva de la audiencia? Para nada. Al público solo le importa una historia, los personajes y lo que sienten viendo la película. Es en lo que pienso todos los días”.

“Al diseñar los océanos de Pandora, sabíamos que estábamos ante un gran desafío”, explica Dylan Cole. “Por un lado, nuestro director James Cameron sabe más sobre el océano que nadie”.

Se refiere no solo a la inmersión en solitario sin precedentes de Cameron al punto más bajo de la Tierra en 2012, que documentó en la película de National Geographic de 2014 Desafío en las profundidades, sino también a su pasión por el mar durante toda su vida.

Más allá de eso, la tarea de Cole consistía en crear un ecosistema que habría dado forma a todo el estilo de vida del clan Metkayina. Los personajes en sí tienen un tono azul ligeramente diferente al de los Omatikaya. Además tienen una fisiología diferente, con manos grandes, pecho y caja torácica más anchos, y gruesas protuberancias de cartílago debajo de la piel, casi como aletas, que se extienden por los lados de los brazos y las piernas para ayudarlos a nadar. También tienen colas más anchas para impulsar sus cuerpos a través del agua. Cameron lo explica: “El clan Metkayina, la gente del arrecife, se ha adaptado a la vida del océano, así que parecen muy diferentes”.

La experiencia es aún más emocionante gracias a las impresionantes imágenes y la absorbente historia que Cameron y sus colaboradores cuentan utilizando tecnología innovadora, ofreciendo al público una experiencia de evasión impresionante y conmovedora que nunca habían visto. “Con 3D, el alto rango dinámico, la alta velocidad de fotogramas, hoy podemos ofrecer una imagen de mayor calidad que la que vimos en Avatar y con mucha diferencia”, dice Landau. “Va más allá de todo lo anterior y lo hacemos con el único fin de ponernos al servicio de la narración. Es una ventana a otro mundo”.

Cameron concluye: “Entras en una sala de cine y te transportan a un mundo de fantasía ficticio. Cuanto más dejes de lado la incredulidad, más divertido resulta. Es casi como un contrato entre la película y el público: todos vamos a cogernos de la mano y saltar juntos a Pandora. Va a ser maravillosamente divertido”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © 20th Century Studios, Lightstorm Entertainment, TSG Entertainment, Walt Disney Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.