Tras la temporada cinematográfica estival, con los estrenos de enormes superproducciones, llega lo que se suele denominar temporada de Halloween, que ocupa el comienzo del otoño. Son semanas en las que se suelen estrenar entregas de franquicias populares del cine de terror. Producciones en las que la relación entre el modesto presupuesto y la jugosa recaudación es el sueño de cualquier contable.
El director y productor James Wan es el nuevo rey de este tipo de productos, y la razón es que ofrece películas de fantasmas y demonios con planteamientos y atmósferas tradicionales, pero saturados de sustos y acción, para de ese modo adaptarse al trastorno de déficit de atención del público actual.
Annabelle: Creation es la precuela de la precuela del prólogo de Expediente Warren: The Conjuring (James Wan, 2013), película que a su vez provocó una secuela, que a su vez cuenta con un inminente spin-off con el personaje de la monja demoníaca (que hace un cameo en Annabelle: Creation). Si se ha perdido usted, no se preocupe: es normal.
Basta con saber que alrededor de Expediente Warren se está formando un mini-universo similar al de las películas Marvel. No obstante, cualquier espectador puede ver Annabelle: Creation sin saber nada de todo esto. Ni siquiera es vital haber visto la anterior entrega, Annabelle (John R. Leonetti, 2014), por otro lado inferior a esta nueva entrega.
A muchos nos ha sorprendido que Annabelle haya contado con precuela, ya que la crítica (oficial) y la afición (también oficial que, según Internet, es algo que existe) recibió mal aquella película por tener como modelo La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968) y no Muñeco diabólico (Tom Holland, 1988). Tras su inquietante aparición en Expediente Warren, se nos explicaba que la muñeca Annabelle no era el clásico juguete malvado y saltarín como Chucky y tantos otros. Simplemente, era un objeto al que estaba ligado un demonio con muy mala baba. Annabelle en sí no hacía gran cosa, después de todo.
En esta nueva película conocemos al creador de la dichosa muñeca, y más o menos se nos explica por qué la criatura infernal le tiene tanto aprecio. Sin embargo, la mayor parte del metraje se destina a narrarnos las desventuras de un grupo de huerfanitas y una monja, quienes han de sufrir al demonio cuando se trasladan a vivir a la casa del juguetero que creó esa muñeca tan feísima.
Annabelle: Creation es lo que es: un sacacuartos del que no se puede esperar que sea un film de terror revolucionario. No obstante, resulta algo más atractivo de lo esperable gracias a un clasicismo que no llega ser un ejercicio retro, aunque utiliza argumentos y recursos visuales de tiempos mejores.
El film se alza como una muestra de gótico americano en formato serie B. Transcurre en un caserón en mitad del campo ‒un escenario fotografiado con más mimo de lo que se suele hacer actualmente‒, y recurre a viejos clichés del terror de antaño: un anfitrión sombrío y torturado, con una esposa enferma y recluida, una habitación prohibida, un pozo, una sufrida heroína, un secreto trágico…
Aunque en su parte final Annabelle: Creation se convierta en un “tren de la bruja” (sucesión sin respiro de sustos, persecuciones y agitaciones varias), en su mayor parte nos encontramos ante un film rodado con inusual elegancia por David F. Sandberg.
En suma, un pasatiempo bien ejecutado que no pasará a la historia del género, pero que devuelve su perdido carisma a Annabelle, esa suerte de versión toxicómana de Daisy, la muñeca de la ventrílocua Mari Carmen.
Sinopsis
En Annabelle: Creation, varios años después del trágico fallecimiento de su hijita, un fabricante de muñecas y su mujer acogen en su hogar a una monja y varias niñas procedentes de un orfanato clausurado, quienes pronto se convierten en el objetivo de la poseída creación del fabricante de muñecas, Annabelle.
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