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Crítica: «Aladdin» (Guy Ritchie, 2019)

¿Una fantasía musical dirigida por Guy Ritchie? La propuesta resulta singular, sobre todo si tenemos en cuenta que, junto a Ritchie, firma el guión John August, colaborador habitual de Tim Burton.

Supongo que es fácil hacer leña del árbol caído, y pensar que Ritchie es un cineasta en decadencia, que necesita asegurarse el porvenir, y que lo tiene difícil para recuperar la aceptación popular que tuvo en otro tiempo. El caso es que, a la hora de adaptar el Aladdin de 1992, Ritchie pone en juego su innegable talento para la puesta en escena y ese ritmo visual que fue su sello en los buenos tiempos. No encontramos aquí matones londinenses ni rateros de los bajos fondos, sino el clásico cuento de las Mil y una noches, resuelto con un montaje muy picado, toques de cartoon, fotografía colorista, la inevitable sobredosis digital, especialistas que dominan el parkour y algún que otro préstamo del cine de Bollywood. En concreto, me da la impresión de que Ritchie y su equipo han echado un vistazo al cine de Ashutosh Gowariker, realizador de las celebradas Lagaan (2001) y Jodhaa Akbar (2008).

Por lo demás, a la hora de recuperar Aladdin, se impone la ligereza, y en este sentido, lo cierto es que la película fluye de principio con sencillez, pero sin una personalidad destacada. Will Smith y secundarios como Nasim Pedrad extraen humor y simpatía de un proyecto que parece quedarse a medias, y que sin embargo, entretiene razonablemente a pesar de sus defectos. Podríamos pedirle más, pero tampoco creo que nadie espere aquí una obra maestra.

Mirándolo por el lado positivo, los números musicales, el diseño de producción y el fantasioso vestuario nos permiten soñar con esa Arabia irreal, inventada, que los más veteranos conocieron en Technicolor, y que ahora, gracias a Ritchie, redescubrimos con las típicas licencias del cine. Esa Arabia es la misma que inmortalizó Raoul Walsh en El ladrón de Bagdad (1924), y la misma que revisitó John Rawlins en Las mil y una noches (1942). Sin embargo, aquí el énfasis de los efectos digitales resulta, a mi modo de ver, contraproducente: quizá porque crecí disfrutando del cartón piedra, y me cansa que el paseo en funicular que nos propone Ritchie dependa tanto del ordenador.

Lo mejor, sin duda, es ver a Will Smith demostrar que lo suyo es el espectáculo total. Sus virtudes para la comedia musical son evidentes, y en este sentido, se comprende que haga sombra al verdadero protagonista, Mena Massoud. Por méritos propios, también se imponen en el reparto Marwan Kenzari, con su atormentado Jafar, y Naomi Scott, dispuesta a abrirse paso hacia la primera fila de Hollywood. Gracias a ella, la princesa Jasmine cobra algún relieve, e incluso se libera de viejos clichés.

En fin… Como ya supondrán, descifrar otros méritos y problemas de Aladdin carece de mayor importancia. Los niños, que son su verdadero público, no tienen edad para andar leyendo críticas, y seguramente disfrutarán de esta película como quien asiste a un espectáculo de fuegos artificiales.

Sinopsis

Aladdín es una adaptación de acción real del clásico animado de Disney. La película cuenta la historia del encantador pícaro Aladdín, de la valiente y decidida Princesa Jasmine y de un Genio que puede ser la clave del futuro de ambos.

Las calles de Agrabah son el hogar de Aladdín (Mena Masud), un adorable pícaro que está deseando dejar atrás su vida de ladronzuelo, porque está convencida que el futuro le depara grandes cosas. Al otro lado de la ciudad, la hija del Sultán, la Princesa Jasmine (Naomi Scott), también alberga sus propios sueños. Jasmine desea conocer la vida que hay más allá de los muros de palacio y aprovechar su título para servir mejor al pueblo de Agrabah, pero su padre es súper protector y su doncella, Dalia (Nasim Pedrad), la vigila de cerca. El Sultán (Navid Negahban) está preocupado por encontrar un buen marido para su hija, mientras que Jafar (Marwan Kenzari), su leal consejero y un poderoso hechicero, está frustrado con la postura pasiva del Sultán sobre el futuro de Agrabah y urde un plan para hacerse con el trono.

Aladdín acude al rescate de Jasmine cuando la princesa visita el mercado disfrazada de plebeya; queda prendado de su belleza y su personalidad aunque desconoce por completo su verdadera identidad. Después de que Jasmine vuelva a palacio, Aladdín se ve atrapado en el malvado plan de Jafar y cae en sus manos una lámpara de aceite mágica destinada a Jafar y, accidentalmente evoca al Genio (Will Smith) que está dentro. El Genio, una presencia tan exuberante como extravagante, concede el deseo que le pide Aladdín que aspira a convertirse en alguien digno del amor de Jasmine y del respeto del Sultán: el Príncipe Alí. Aladdín y el Genio se hacen amigos y Jasmine sucumbe a sus encantos; juntos van a embarcarse en una peligrosa y apasionante aventura que pondrá a prueba la fe en sí mismos y en el amor que sienten el uno por el otro.

Al productor Jonathan Eirich le encantaba desde niño el clásico animado de Disney Aladdín, y llevaba años pergeñando la idea de convertirlo en una película de acción real para el cine.

Eirich compartió la idea con Dan Lin, fundador y CEO de Rideback, la productora de la que Eirich es presidente y comprendió enseguida que estaban ante una oportunidad única de actualizar la película original de 1992.

Aladdín se inspira libremente en un cuento popular de Las mil y una noches. Se trata de una historia intemporal que Disney quería recuperar para el cine. Esto ocurría en 2015 y, aunque había mucho que hablar sobre la forma de reinventar el éxito de taquilla ganador del Oscar®, una pregunta flotaba insistentemente en el aire: ¿por qué ahora? «La cinta clásica está tan bien estructurada y la música es tan magnífica que supimos que no queríamos cambiar su esencia», dice Eirich. «Así que el siguiente paso fue hacer una versión lo más fresca posible para asegurarnos de que íbamos a ofrecer al público algo nuevo pero sin perder un ápice de lo que tanto les había gustado.»

Los siguientes meses los dedicaron a refinar la narrativa para conseguir que el público volviera a cine a ver una historia tan conocida. Poco después, John August (Sombras tenebrosas, Big Fish) presentó un guión que era una versión más moderna de la historia. Cuando Guy Ritchie añadió su particular estilo al guión y le ficharon para dirigir la película, todo empezó a encajar.

El director responsable de películas como Sherlock Holmes y Lock & Stock tiene un estilo cinematográfico singular y un talento para la acción visceral, ágil y acelerada, justo lo que necesitaba la película. Sabía instintivamente cómo dar vida al personaje de Aladdín. Muchas de sus películas ofrecen encarnaciones de la cultura popular y de estafadores callejeros, y el personaje de Aladdín es, en su esencia, un ladronzuelo que lucha por sobrevivir.

«Lo vi como un choque entre dos mundos. Es una historia sobre un chico de la calle que lidia con sus inseguridades en un entorno Disney. Ese ambiente típico de Disney me ofrecía un nuevo espacio donde descubrir y experimentar un mundo que me resultaba familiar y en él que ya me había desenvuelto», dice Ritchie. «Me gusta embarcarme en nuevos retos creativos, y este fue uno de ellos».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Walt Disney Pictures, Rideback, Marc Platt Productions, Walt Disney Studios. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.