A menudo pasamos por alto las habilidades de grandes artesanos del cómic. Tenemos la habilidad de ensalzar a los creadores con mucha personalidad, pero solemos olvidar a aquellos que se ciñeron a las obligaciones de la industria, variando su estilo en función de cada encargo. Esto último es, creo yo, lo que ha relegado a un artista como Alex Toth (1928 – 2006) a un puesto más que discreto en nuestra memoria.
Sin embargo, Toth debe ser considerado un maestro con todas las consecuencias, y así lo acredita su biografía. Tras admirar en su juventud el trabajo de titanes como Milton Caniff o Alex Raymond, debutó en DC Comics con Green Lantern nº 28 (octubre-noviembre de 1947), convirtiéndose en testigo y protagonista de la Edad de Oro de dicha compañía.
De él dijo el editor Julius Schwartz que era el mejor ilustrador con el que contó en aquel periodo. Y nadie le ha quitado la razón. Pero el tiempo pasó y cambiaron las tornas. Toth se adaptó a la vida militar, destinado a una base estadounidense en Tokio, y a su regreso, en 1956, retomó los lápices a sueldo de Dell Comics.
No mucho después, esa experiencia le llevó a ser contratado por una joven empresa de animación, Hanna-Barbera, para le que trabajó como creador de personajes y dibujante de storyboards. Hay varias series de dicha firma que llevan su sello, pero quizá la más conocida sea Superamigos (ABC, 1973- 1986), inspirada en los tebeos de la Liga de la Justicia de América.
En paralelo, Toth amplió sus capacidades artísticas en las oficinas de otra empresa, Warren Publishing, que contó con él desde 1969, en revistas como Eerie, Creepy y The Rook. El volumen que nos ocupa reúne lo mejor de esa trayectoria en Warren, caracterizada por un dominio narrativo formidable, un perfecto control del claroscuro y una versatilidad que nos lleva a creer que Toth era capaz de desdoblar su repertorio de estilos de un cómic a otro.
El maravilloso recopilatorio que publicó Planeta en 2016 permitirá a una nueva generación de lectores apreciar por qué Toth es considerado uno de los artistas más influyentes de la historia del cómic. Un profesional de un calibre sin igual, oscurecido por su falta de promoción y por el simple hecho de que no fue una estrella sino, como dije más arriba, un artesano. De hecho, si exceptuamos su Jesse Bravo, la gran mayoría de las obras maestras de Toth ‒incluida, por supuesto, El Zorro, de fines de los cincuenta‒ son piezas de encargo, carentes de esa vinculación que suele darse entre determinados personajes y sus artífices.
En todo caso, los cómics que Toth editó en Warren son una muestra más que suficiente de su soberanía narrativa, de su inteligencia en el uso del pincel y de su prodigiosa capacidad para imprimir dinamismo a cada viñeta.
Dejo para el final un detalle que también sirve para definirlo: como si fuera un desenlace novelesco para esta larga trayectoria, Toth murió sobre su tablero de dibujo, víctima de un ataque al corazón que sorprendió a nuestro ilustrador en medio de otro de sus admirables trabajos.
Sinopsis
¡La primera recopilación completa de las historias de terror de Alex Toth en las revistas Warren!
A Alex Toth, un creador brillante que utilizaba un estilo dinámico y minimalista, se le considera un maestro en las disciplinas de la narrativa para cómics, la animación y el diseño. En Creepy presenta Alex Toth se recopilan por primera vez todas sus vibrantes y apasionantes historias aparecidas en Creepy y Eerie en un tomo de lujo en tapa dura.
Con un prólogo de Douglas Wolk (Reading Comics: How Graphic Novels Work and What They Mean), esta recopilación de relatos intemporales apasionará, educará y excitará a los aficionados al terror, al cómic y al estelar trabajo de ilustración. El tomo incluye tremendas colaboraciones con Archie Goodwin, Doug Moench, Carmine Infantino y otros maestros.
Contiene: Creepy # 5, 6, 7, 9, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 114, 122, 123, 124, 125, 139; Eerie # 2, 3, 64, 65, 67
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