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«Chronicles of Wormwood» (2006-2007), de Garth Ennis y Jacen Burrows

Con la complicidad del dibujante Jacen Burrows, Chronicles of Wormwood y sobre todo 303 (2004- 2005) nos devuelven a un Garth Ennis tan cáustico como siempre, pero mucho más maduro.

Chronicles of Wormwood más que devolver, nos regurgita el guionista macarra, soez, grotesco y gratuito, pero también osado, divertido y ocurrente, al que estamos acostumbrados desde los tiempos de Predicador (1995-2000). Con la diferencia de que en WormwoodEnnis no sufre ningún freno censor ni autocensor por delante, salvo el de la pornografía explícita (la implícita está): puede soltar la brida de un imparable torrente de escatología y procacidad sin que dé la sensación de que sólo está bramando “caca, pedo, pis” en un foro de niñatos que únicamente han leído tebeos filtrados por el Comics Code y que prorrumpen risillas de novicias ante el más clorofílico chiste verde. En Wormwood, el irlandés no tiene bocado que le lastre o aminore su gusto por la obscenidad.

En cuanto a eficacia creativa, Garth Ennis demuestra una vez más la asombrosa facilidad que ostenta para crear personajes atractivos que sinteticen de forma simbólica los grandes conflictos sociales y morales de nuestros días: con su capacidad innata de formular personajes-iconos, sería una máquina incansable como creador de series de TV. En el caso que nos ocupa, Danny Wormwood es un Anticristo mucho más cool que cualquiera de sus cientos de predecesores ficcionales; y que su aquí compañero de fatigas Jesucristo aparezca encarnado en un rasta con la apariencia de llevar encima un buen colocón de maría (y la realidad de haber sufrido una trepanación como dios manda) me parece de lo más acertado y original. De acuerdo, quizá con Satán no se haya partido los cuernos (como yo no me los parto hoy con los juegos de palabras) y presentar a Dios como un viejo pajillero no sea el colmo de la originalidad: pero resulta coherente con el universo profundamente ácrata y descreído de Ennis.

Es más, que Dios sea un viejo pajillero, que el Papa un sodomita sodomizado con la lascivia propia de un eremita, que un barman tenga pene en lugar de nariz y desarrolle el gusto por catarlo; que en suma esta visión de la realidad pueda publicarse y consumirse en forma de un cómic sin etiquetas que prevengan ni valgan (ni “para mayores de 18 años” ni “para lectores maduros” ni zarandajas similares en cubierta ni encubiertas) se me antoja uno de los grandes triunfos de la industria actual de la historieta en España: el triunfo de un medio, hoy, mucho más libre que los demás.

Ni la descripción del Cielo y el Infierno de Wormwood supera otras visiones tebeísticas (especialmente si nos atenemos a las de guionistas británicos) que no hayamos disfrutado con anterioridad, aunque a buen seguro arrancará más de una carcajada en el lector cómplice; y la resolución de la trama, algo burda, tampoco está a la altura del planteamiento, aunque sí de muchas irrisorias resoluciones previas de su escriba. Pero todo lo demás supone una gozada.

En cuanto al dibujante, Jacen Burrows, funciona de maravilla en ese terreno que va de la espectacularidad controlada ‒que todo comic-book estadounidense exige en nuestros días‒ a la permeabilidad expresiva que permite el tono agradecidamente satírico de la historia.

Como diría Kenny Ruiz, este cómic mola. ¿Por qué? Porque fuckin’ mola.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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