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«Breve tratado sobre la felicidad», de Ricardo Moreno Castillo

La felicidad, obviamente, es una meta digna de respeto. Sin embargo, como sucede con todos los misterios, hay que ir más allá de la simple observación y entrar en el reino de lo que parece imperceptible. ¿Cómo se mide un espíritu satisfecho? ¿Es posible un detallado informe que mida la alegría o el buen clima mental? ¿Cómo activar la sonrisa cuando parece que el apocalipsis ya está aquí?

Esas preguntas, y otras parecidas, en el fondo, no tienen una respuesta inmediata. ¿Medir? ¿Activar? La felicidad no es un baremo ni una ecuación. Y tampoco es un estado permanente que pueda expresarse con gráficas. En realidad, puestos a buscar similitudes, diría que es algo parecido a un destello. Quien la conoce bien afirma que, la mayoría de veces, somos incapaces de invocarla a voluntad. En todo caso, uno puede ponerse en disposición de ser feliz, y a partir de ahí, dejar que fluya el sentimiento.

Aunque las neurociencias avanzan tan rápido como un cuerpo celeste, el único campo de investigación factible de la felicidad ‒creo yo‒ tiene mucho que ver con la sabiduría, la experiencia y el horizonte ético. Por eso me parece tan recomendable la lectura del nuevo libro de Ricardo Moreno Castillo. Escrito con el propósito de aumentar las dimensiones de nuestro optimismo, este espléndido ensayo se sitúa bajo la autoridad de un buen puñado de gigantes ‒Demócrito, Epicuro, Baltasar Gracián, Voltaire, Goethe, Oscar Wilde, Unamuno, Chesterton, Orwell y 33 más‒, y a partir de su inspiración, dosifica lecciones que uno puede aplicar si se lo propone.

No me malinterpreten: no se trata de píldoras de autoayuda. Por supuesto que no. La calidad de esta obra es más consistente. Todo lo que nos cuenta el autor adquiere un mayor crédito y además tiene dos ventajas innegables: apela al conocimiento filosófico y nos anima a redescubrir lecturas muy hospitalarias. Dicho de otro modo: las humanidades (benditas sean) ocupan aquí un lugar fundamental.

Escuchen esto: «Ciertamente, si la felicidad consiste en saber vivir los instantes de emoción, también consiste en una placidez cotidiana, donde esos momentos estén sabiamente administrados». ¿Y qué ejercicios pueden fomentar ese estado? «Cuenta la leyenda ‒nos dice Castillo‒ que Alejandro lloró cuando comprendió que no le quedaba nada por conquistar. En cambio, ningún adicto a la lectura podrá llorar porque ya no le quede nada por leer, ni ningún viajero empedernido porque no le quede ningún lugar del mundo por visitar».

Estas y otras sugerencias, respaldadas por la sabiduría de antaño, recuperan un sentido profundo y adulto de la felicidad. Nada que ver con este mundo actual de niños que juegan a tocar el timbre y después salen corriendo. Al contrario: aquí el autor nos convence de que esa búsqueda interminable ha de establecerse con prudencia, confianza, espiritualidad, imaginación y un gesto risueño.

Sinopsis

Prólogo de Gabriel Albiac

A lo largo de la historia de la humanidad, filósofos, escritores y poetas de toda corriente, clase y condición se han preguntado a qué llamamos felicidad. Como ya advertía Voltaire, todos buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, y a pesar de nuestras numerosas e inevitables limitaciones, todos podemos reconocerla, aunque nadie la sabe definir. Como matizaba Borges, la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola.

Tras su polémico Breve tratado sobre la estupidez humana y su defensa de la educación humanista en Los griegos y nosotros, Ricardo Moreno nos presenta su personal reflexión sobre la felicidad. No se trata de dilucidar lo que sea, tarea quizá imposible, sino deducir por qué con los mismos triunfos en la mano unos saben ser felices y otros no. Como ya nos alertó en su anterior tratado, la estupidez nunca allana el camino hacia la felicidad, muy por el contrario, lo bloquea, obstaculiza y destruye.

Así que es muy útil dialogar con aquellos pensadores que en toda época y tan distantes en el tiempo se han enfrentado con la pregunta más importante de la Filosofía, y que tantas implicaciones tiene para nuestra vida; todos ellos se convierten en nuestros contemporáneos, y sus pensamientos, encadenados unos con otros, forman el hilo conductor con el cual podemos buscar la salida hacia la felicidad, en medio del laberinto que nos ha tocado vivir.

Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950), licenciado en matemáticas y doctor en filosofía especializado en historia de la ciencia, ha sido catedrático de instituto hasta su jubilación y profesor asociado en la facultad de matemáticas de la Universidad Complutense.

Es autor de más de una veintena de obras sobre matemáticas y su historia, sobre pensamiento y filosofía –Diccionario semifilosóficoNosotros y Voltaire, y Trece cartas a Dios–; sobre educación –Sobre la buena y la mala educación y Panfleto antipedagógico–; y la novela La llave perdida.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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